Q-Ars Teatre es un proyecto que une autoras, directoras y actrices de gran calibre en espectáculos de pequeño formato. Al frente está la actriz Anna Güell con quien hemos conversado.
Un portal como cualquier otro. Nada indica que al fondo hay un taller de creación teatral por el que pasan grandes damas del teatro: creadoras, intérpretes y directoras de la talla de Francesca Piñón, Àurea Márquez, Marta Angelat, Daniela Feixas, Tilda Espluga, Muguet Franc… El espacio es acogedor. Un rincón chill out en el que puedes tomar algo, un pasillo amplio con los carteles de sus creaciones y objetos que combinan funcionalidad y attrezzo. Al fondo, una gran sala en la que se cuecen los espectáculos.
Q-Ars Teatre nacio dentro del teatro Art en Brut, cuando Mercè Anglès llevaba esta sala. Ella y Anna Güell organizaron en 1998 el festival Veus de Dones (Voces de Mujeres). La respuesta del público les llevó en 2000 a crear Q-Ars. Cuando Mercè Anglès murió, le dejó un encargo a Anna Güell “muy exhaustivo —dice—, muy claro, de que esto no podía caer. Y es lo que intento con un grupo de colaboradoras que están poniendo los brazos para que Q-Ars Teatre continúe creciendo”. Lo dice con una sonrisa, sin acritud. Anna Güell habla y se mueve con serenidad, su carácter afable no parece estar lejos del personaje que interpreta en la serie Com si fos ahir, incluso el nombre, Paz, le pega a ambas.
Teatro de pequeño formato, en catalán, gestionado por mujeres y que prioriza su presencia en las producciones. ¿Cómo sobrevive?
No sobrevivimos —ríe irónica—, lo aguantamos como podemos. Evidentemente no cerramos nunca con beneficios; y si los hay, los impuestos se lo llevan todo. Vamos haciendo con la buena voluntad de mucha gente, esa es la pena de este país. Llega un momento en que no quieres pedir más favores y entonces, haces un sobreesfuerzo haciendo más horas de las que puedes, sin cobrar, dejando trabajos fuera con los que podrías vivir un poco mejor, pero has de estar ahí aguantando las velas. Somos un equipo en el que cuando hay más se cobra más y cuando hay menos nos ajustamos todas y vamos haciendo.
Sin embargo, el público responde.
Mucho. Hay un público muy interesado en estas producciones, textos de mujeres que hablan de temas muy diferentes a los que estamos acostumbradas y de una manera diferente. En el momento en que se corre la voz las cosas funcionan muy bien y durante años podemos estar haciendo bolos de estos espectáculos.
Tengo entendido que tenéis una especie de mecenazgo…
Desde el día que puse un pie en el teatro reivindico el mecenazgo. Hoy en día el interés por la cultura es escaso en los sectores que podrían dinamizar. Montamos nuestra página con l’Aixeta, un proyecto de Liz Castro de micromecenazgo continuo específico de cultura, que nos permite jugar mucho y interactuar con las mecenas.
¿Y qué hay que hacer para ser mecenas?
Entrar en la página de l’Aixeta, buscar Q-Ars Teatre y allí encontrará las instrucciones. Lo hemos hecho culinario: puedes ser mecenas de tastet (cata), de brunch, de copa… eliges uno y haces tu aportación cada mes. Nosotras colgamos algo especial para cada modalidad. Pueden ser vídeos de espectáculos, poemas, fotografíes o lo que nos apetece explicar. Ahora, por ejemplo, estamos preparando textos de Montserrat Abelló y de Marçal.
¿Qué relación tenéis con la sala La Gleva?, en general estrenáis allí.
La fundadora, Bárbara Granados, también es colaboradora nuestra, compone las bandas sonoras. Ella y Albert de la Torre, inspirados en lo que se hacía en Q-Ars, quisieron un pequeño espacio. En cuanto abrieron, dijimos “Queremos venir aquí a hacer cosas”. Antes habíamos colaborado con la sala Muntaner y con Espai Brossa, porque son medidas y conceptos teatrales que juegan paral·en paralelo al nuestro. Ahora, La Gleva es como nuestra casa.
Cuando dices concepto teatral, ¿cómo lo defines?
Un teatro de pequeño formato, fresco, pero que detrás tiene un mensaje, un compromiso con la literatura. En cada espectáculo estamos casi dos años trabajando, porque buscamos mucho material. Desde Q-Ars se conciben las ideas, pero muchas veces hemos de trabajar con alguna dramaturga para escribirlas si hacemos versiones de novelas o de libros de filosofía…
¿Y como los seleccionáis?
Leyendo mucho. Mercè Ànglès y yo éramos unas lectoras terribles, no parávamos, viajábamos y comprábamos libros, intercambiábamos los hallazgos. Ella leía en francés y yo en inglés y nos lo explicábamos. También vamos por autorea, por épocas… intentamos estar al día.
“Dar voz a textos de mujeres es poéticamente enriquecedor”
La última pregunta es obligada. ¿Proyectos de futuro? Si nos dejan, claro.
Este año 2020 ha sido catastrófico per nosotras. Tenemos un espectáculo a partir de tres cuentos de Victor Català que en su momento no pudo estrenarse. Ahora en noviembre vuelven a cerrar los teatros i nos hemos quedado con la obra en las manos a cuatro días de estrenar. No sabemos cuando lo pondremos en escena. Estamos de gira con Lourdes Barba haciendo funciones de Teatre Viscut, basado en textos de Maria Aurèlia Capmany, de una actualidad y una crítica social muy fuertes. Yo hice una versión de Feliçment soc una dona, titulada Carola, y continua de gira esta temporada. Llevamos también un pequeño espectáculo con textos de Teresa Pàmies vamos haciendo bolos.
A pesar de las circunstancias no paráis y i además lo hacéis todo vosotras.
Sí, un poco sí —vuelve a reír—. Hay cosas que no gustan: producción o cuadrar presupuestos, pero dar voz a textos de mujeres, espectáculos hechos o dirigidos por mujeres es poéticamente enriquecedor. Llevamos 20 años con esta premisa y así queremos continuar.