Luz y María caminaban vestidas de blanco, un ropaje que simboliza la paz, en el pecho llevaban la foto de sus hijos a quienes habían asesinado el año 2008. Su recuerdo les había llevado a buscar respuestas más allá de las negativas del gobierno y de la impunidad que impera en Colombia. Caminaban con una rosa roja en la mano, y la mirada firme al futuro.
Caminaban para recibir el premio que reconoce sus años de lucha, de valentía, de esfuerzo por defender los derechos humanos en Colombia. Fue así como en el Parlamento de Cataluña el pasado lunes 18 de marzo el Instituto Catalán Internacional para la Paz otorgó el Premio ICIP Constructores de Paz 2012 a cinco madres de Soacha: Luz Marina Bernal, Carmenza Gómez, María Sanabria, Mélida Bermúdez y Lucero Carmona. El premio fue entregado por la presidenta del Parlamento de Cataluña Nuria de Gispert, Rafael Grasa, presidente del ICIP y María Cañadas presidenta de Amnistía Internacional Cataluña.
En la ceremonia participaron dos de las Madres de Soacha: Luz Marina Bernal y Maria Sanabria, quienes en el 2008 vieron desaparecer a sus hijos Fair Leonardo Porras Bernal de 26 años y Jaime Steven Valencia de 16. Las madres se unieron para ejercer justicia y luego de años de búsqueda encontraron que a sus hijos los habían asesinado y los habían enterrado en una fosa común en Ocaña, un municipio del norte de Colombia con 86.000 habitantes.
A los hijos de las madres los llevaron a la zona, se presume que en algunos casos los convencían para ir con una promesa de trabajo, dado que Soacha es una zona donde las condiciones de pobreza y miseria aquejan a gran parte de la población. Pero, los jóvenes aparecían asesinados y luego los hacían pasar por guerrilleros muertos en combate, a estos casos se les llamó falsos positivos, cuando se encontró que eran ejecuciones civiles. Al denunciar la situación, las madres han sido perseguidas y amenazadas, viendo en peligro sus vidas. Incluso a un segundo hijo de Carmenza Goméz, John Nilson lo asesinaron en el año 2009.
En la entrega del premio, Rafael Grasa, dijo que se debía honrar el trabajo de las madres porque es: “recordar a todos los desaparecidos y recuperar sus sueños”. También reconoció que para aspirar a reconciliar los vínculos del estado y la sociedad en un contexto como el colombiano es necesario el derecho a la verdad, a la justicia, a la reparación y tener garantías de no repetición. Además señalo que debe haber justicia en estos y otros casos parecidos porque “sin justicia no hay garantías de no repetición”.
La directora de Amnistía Internacional María Cañadas habló también desde la necesidad de recordar el pasado, diciendo en Catalán:“No s´ha d´oblidar mai el passat” (no se debe olvidar nunca el pasado), para que no se repitan casos tan graves como el de ejecuciones extrajudiciales.
La presidenta del Parlament Nuria de Gispert dijo : “las víctimas necesitan el reconocimiento internacional de la tarea que realizan”.
Luego de las lecturas en la mesa, se dio paso a la proyección de un video donde se mencionaba la tarea que las madres de Soacha han venido realizando, se destacó como luchan y sensibilizan, no solo mostrando su papel como defensoras de los derechos de sus hijos, sino también siendo gestoras de otras luchas compartidas.
Pero la impunidad es imperante en Colombia y en el año 2010 a 48 soldados implicados en los casos de falsos positivos se les dejó en libertad por vencimiento de términos, es decir no fueron juzgados en los plazos impuestos por la ley. En Colombia se han contabilizado 4716 ejecuciones extrajudiciales y puede que sean más.
Las razones por las que se otorgó el premio fueron leídas y se resumen en tres puntos: Primero, el coraje y la ejemplaridad que representa su lucha: persistente, sin aceptar silencios, propuestas de indemnizaciones o dejarse asustar por coacciones. Al hacerlo, han dado testimonio de graves delitos, han impedido la impunidad y han preservado la memoria de los hechos y, además, han impulsado la necesidad de actuar del gobierno y de la justicia.
Segundo, por su contribución a la creación de ciudadanía y a la defensa de la justicia y del estado de derecho, al mostrar que para construir una paz duradera y sostenible es necesario encontrar fórmulas que garanticen la satisfacción de la demanda de reconocimiento y justicia para las víctimas.
Tercero, por la importancia que tiene en este momento, al abrirse una fase esperanzadora en el largo conflicto armado colombiano con las conversaciones directas con las FARC.
La entrega del premio fue una ceremonia emotiva, las lágrimas brotaron del rostro de Luz Marina emocionando a parte de la sala con sus palabras. En la sala se encontraban personas de distintas organizaciones sociales que han ido acompañando en las luchas desde Cataluña a diversas organizaciones defensoras de derechos humanos en Colombia.
Fueron lágrimas sentidas que también acompañaban la canción que María Sanabria había compuesto y que entono a capela en la sala: “grita, llora la tierra, lloran los montes… lágrimas derramadas por madres, buscando sus hijitos, fruto de sus entrañas”.
El Premio llega en un momento importante para sacar a la luz los casos de las mujeres y es un impulso para que siendo investigados, también para mostrar que la lucha de estas mujeres valientes debe ser respetada y acompañada, por esto Luz Marina decía: “el premio es como un bastón para seguir caminando”.
“Este reconocimiento que nos han dado no sólo a estas cinco madres, sino para cada una de las mujeres de Colombia que estamos dispuestas a una paz verdadera, para las generaciones que vienen y para las que están empezando a crecer”. Señaló Luz Marina.
Para el cierre Nuria de Gispert dijo que las mujeres habían hecho historia, “sois constructoras de paz y deseáis que vuestro país trabaje y luche por la reconciliación”.