Esta semana pasada hablaba con una amiga médica y me contaba el caso de una paciente extranjera que acudió a su consulta y que le contó…
Esta semana pasada hablaba con una amiga médica y me contaba el caso de una paciente extranjera que acudió a su consulta y que le contó que trabajaba como interna en una casa en un pueblo cercano a mi cuidando a una mujer mayor enferma .
La mujer sólo descansa un día a la semana y, podría decirse que su jornada es continuada de domingo a sábado siguiente. No puede salir de la casa porque la señora a la que cuida no es en absoluto independiente y cuando pidió tener un par de horas al día para ella, los familiares se lo denegaron. Y toda esa carga física y mental por un salario paupérrimo y sin estar dada de alta en la seguridad social. O dicho de otra forma: una nueva forma de esclavismo que estamos practicando con la gente recién llegada.
Si pensábamos que la esclavitud había sido abolida a finales del siglo XIX en España, vemos que no es así y que ahora, con nuevas formas sigue existiendo. Y sobre todo, se practica con las mujeres.
Si pensamos con los hombres, seguramente nos vendrán a la cabeza las escenas del mar de plástico del sur donde hombres recién llegados, sobre todo subsaharianos, trabajan de sol a sol y viven amontonados en poblados sin apenas equipamientos básicos. Pero como siempre, seguramente se nos olvidarán las mujeres que vienen de fuera y que, además de vivir como ellos, en demasiados casos son abusadas sexualmente por los encargados o por los propios compañeros, con lo que si ellos tienen condiciones “laborales” pésimas , las de ellas aún son peores.
Otra forma de esclavitud que todavía cuenta con demasiadas complicidades en todo el mundo y, sobre todo en el Estado Español donde somos líderes mundiales, es de la explotación sexual de las mujeres tratadas y que son traídas de países más empobrecidos para ser prostituidas y violadas sistemáticamente por puteros que creen que pueden consumir mujeres como quien consume cualquier otro producto del mercado, sin tener en cuenta que estas mujeres, son seres humanos y que, por tanto cada vez que pagan por violarlas están violando sus derechos humanos .
Como podemos comprobar con estos tres ejemplos, el mundo evoluciona, pero también evolucionan las formas de esclavitud y sus métodos para seguir perpetuando la dominación de otros seres humanos.
Cuando era pequeña y en la escuela nos hablaron del sistema supremacista del apartheid en Suráfrica, recuerdo no haber entendido las motivaciones que el maestro nos daba. No podía creerlo y cuando congregué en casa y lo comenté, mi padre hizo una sonrisa muy triste y sólo comentó: “hija en el mundo hay todavía muchas injusticias por el egoísmo humano”. No pudo explicarme mejor los motivos. Seguramente porque él tampoco lo entendía más allá del egoísmo del que me hablaba.
Han pasado muchos años desde ese momento, pero todavía no soy capaz de entender que estas cosas siguen pasando en el mundo. Dime romántica o inocente si lo desea, pero no soy capaz de comprender ninguna de las situaciones que he descrito más arriba y que considero que son, como ya he dicho, nuevas formas de esclavitud y, por tanto de abuso y de negación de derechos humanos básicos por parte de una población hacia otra.
