La compañía teatral “L’Era de las Impuxibles” estrenó el pasado 5 de febrero la obra “Limbo”, que estará en el Teatro Gaudí hasta el próximo 1 de marzo. Esta es la cuarta obra de la compañía que, bajo la dirección de Miriam Escurriola, se ha consolidado con un lenguaje diverso en el escenario y una puesta en escena transgresora que combina la dramaturgia, danza, la música y los nuevos soportes visuales.
Miriam Escurriola nos explica cómo surgió la idea de hacer la obra: “La idea surgió de una circunstancia personal, sencilla y simple de la compañía. Clara tenía una amiga que hacía tiempo que no veía y cuando la volvió a ver era Miguel. A raíz de este cambio de situación y de su tránsito surgió la idea de conocer, visibilizar y abrir, desde la voluntad de un mensaje universal, el mundo de las personas transgénero”.
Porqué Limbo es la historia de un tránsito de género, la historia de Albert que antes era Berta y que parece llevar hacía adelante el cambio, hasta el final. Limbo es danza, teatro y música en directo que nos acercan a las experiencias de dos activistas trangénero: Miquel Missé y Pol Galofré. Experiencias recogidas, en parte en textos escritos por ellos mismos en diferentes artículos y publicaciones.
Limbo es, también, el lugar donde queda atrapado Albert en el aeropuerto cuando descubren que su documento de identidad lleva un nombre de chica. A partir de este temporal encarcelamiento se suceden las reflexiones, los miedos, los convencimientos, las miradas atrás del protagonismo que analiza su pasado para ir hacia el futuro. Según la directora: “El aeropuerto como detonante, como un no-lugar, un lugar indefinido, con el personaje atrapado nos permitía transitar hacia un mundo más soñado, menos real desde esta metáfora y entrar en los lenguajes de la danza y de la música en toda su extensión y toda su riqueza”.
Mariona Castillo es la actriz que protagoniza la obra e interpreta, de forma totalmente verosímil y espléndida, el protagonista y su evolución, dudas y reivindicaciones. La música compuesta por la pianista Clara Peya, que toca en directo, y la danza de la coreógrafa Ariadna Peya acompañada de la intérprete y bailarina, Tatiana Monells componen el cuadro dinámico y el revulsivo que pone sobre la mesa de la duda el binarismo de los géneros que nos propone la sociedad. El lenguaje de la compañía teatral es un lenguaje transgresor, en palabras de Miriam Escurriola, su directora: “Estos son los lenguajes de la compañía, es la manera de hacer. Ciertamente es transgresor, no normativo, pensamos que son palabras muy en consonancia con el espíritu creador de este montaje y los anteriores, pero sobre todo porque es una manera de hacer que pretende acercar al espectador algo que es una ficción pero que, al mismo tiempo, tiene un carácter performativo. Asistimos a compartir con el público, a romper esta cuarta pared, a plantear varios puntos de vista, a nivel de forma. La forma es fondo, la forma es contenido, forma y fondo casan, van al mismo tiempo”.
El viaje real de Albert y la evolución que nos presenta pone sus emociones en la piel de las espectadoras y espectadores y no sólo conlleva reflexión sino una experiencia de la angustia que vive una persona que no tiene el cuerpo que le corresponde. La experiencia de la necesidad de un cambio de género, del diálogo necesario con el propio yo pasado y de las esperanzas de un futuro que no acaba de llegar.
Los textos de Marc Rosich y la puesta en escena nos muestran «un tránsito que pasa por muchos momentos, por todas las páginas vividas de Miguel y Pol. Momentos, de angustia, de miedos, de más vitalidad, de liberación, de esperanza, de pasar página y momentos de mucha lucha y, muchos recuerdos del pasado de infancia y juventud en la que la incomprensión ha sido grande. “Para nosotras -según Escurriola- esta era la pieza, es el corazón de la pieza, estar en este limbo, una especie de montaña rusa de emociones”.
Limbo es, también, la historia de la visibilidad y de la militancia. La visibilidad de los roles que encotillan, la visibilidad del dolor de sentirse un error, la visibilidad de decidir cambiar, la visibilidad de una lucha con el binarismo normativo y que expulsa lo que no le cuadra. Limbo es una crítica social a los compartimentos estancos del sexo binario, masculino y femenino, como categorías únicas y no intercambiables, inamovibles e indelebles.
No deja de lado la crítica a la legislación vigente, una crítica que puede pasar desapercibida a las personas que no conocen suficientemente los procesos por los que pasan se personas transgénero. La ley obliga a pasar por exámenes médicos que avalen la transexualidad como trastorno de la identidad de género (disforia de género) para poder pasar por una operación quirúrgica de reasignación de género. La obra hace una crítica de esta obligatoriedad normativa, que se añade a la crítica de la construcción social de los géneros.
Limbo es un grito, una manifestación en monólogo, un diálogo con el público y la sociedad para reclamar un espacio, a pesar del cuerpo. Un viaje hacia el cambio y la aceptación sin conformismos. Una larga búsqueda de la propia identidad que lucha contra la impuesta que lucha contra las clasificaciones y los roles y modelos establecidos.