Adriana Kaplan, directora del Observatorio Transnacional de Investigación Aplicada a Nuevas Estrategias para la Prevención de la Mutilación Genital Femenina, de la Fundación Wassu de la UAB
La práctica de la Mutilación Genital Femenina refleja una desigualdad de género muy arraigada y constituye una forma extrema de discriminación de las mujeres. Es practicada mayoritariamente en menores y constituye también una violación de los derechos del niño.
Según la Organización Mundial de la Salud, en los 28 países del África subsahariana y Oriente Medio donde se practica la mutilación genital femenina, aproximadamente 140 millones de niñas y mujeres han sido víctimas. Cada día, 6.000 niñas, entre 4 y 10 años, son mutiladas, según datos de UNICEF.
A pesar de que a finales de los años ochenta comenzó a prohibirse esta práctica en muchos estados, aun está muy extendida.
El sábado 6 de febrero se celebró el Día Mundial de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina.
La antropóloga médica Adriana Kaplan trabaja para la prevención de esta mutilación y por los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres desde 1989. Dirige el Observatorio Transnacional de Investigación Aplicada a Nuevas Estrategias para la Prevención de la Mutilación Genital Femenina, de la Fundación Wassu de la Universidad Autónoma de Barcelona.
¿Cómo evoluciona la lucha contra la Mutilación Genital Femenina? ¿Cuáles han sido los avances más importantes que se han conseguido en esta lucha, en los últimos tiempos?
Tenemos avances tímidos. Hay que ser prudentes con las noticias que llegan. La reducción de la prevalencia es bastante desigual. Podemos decir, quizás, que Kenia es el país que más ha avanzado en la lucha de la prevención a través del ritual alternativo: la iniciación sin mutilación.
Tenemos países como Egipto que ha legislado hace más de diez años sobre esta cuestión pero la prevalencia sigue siendo del 92%. Tenemos buenos ejemplos como el de Gambia, con la metodología que hemos desarrollado de investigación aplicada de transferencia de conocimiento. Estamos analizando los datos comparativos a partir de la formación de profesionales de atención primaria que están en los poblados, que están legitimados y hacen un trabajo directo. Su conocimiento baja en cascada a los líderes religiosos, comunitarios, comadronas tradicionales y circuncidadoras. Esto ha permitido demostrar y presentar una evidencia al gobierno de Gambia, que legisló sobre esta práctica el 29 de diciembre.
Se hacen avances tímidos.
¿Y por qué está tan difundida esta práctica? ¿Por qué cuesta tanto avanzar más rápido en disminuirla?
Es algo ancestral. Y que, además, da identidad étnica y de género. Por tanto, es muy difícil de cambiar. Ha influido mucho la mala aproximación a muchos poblados desde una ideología feminista de Occidente, que no se corresponde con el feminismo africano. Han sido aproximaciones agresivas, culpabilizadoras, mostrando imágenes de terrorismo visual. Se las ha calificado de ‘personas non gratas’. En Gambia, por ejemplo, estaba prohibido hablar públicamente del tema hasta 2004.
No hay una buena experiencia en cuanto a una metodología conocedora y respetuosa. Por ejemplo, en Kenia, el ritual alternativo reconoce precisamente el valor de la transmisión cultural y del reconocimiento social, que es lo que te da pertenencia e identidad étnica y de género. Esto es lo que está funcionando.
¿El feminismo africano es valiente en esta lucha?
Tenemos mujeres que están luchando y están luchando bien. El feminismo africano tiene otros problemas que no quiero calificar como más importantes, pero tiene que afrontar la baja escolarización de las niñas, los matrimonios forzados, matrimonios adolescentes, mortalidad neonatal, mortalidad materna, malaria, … Hay un camino que Occidente ha recorrido y por el que ha luchado y ahora está en otro momento, en otro punto y con otras prioridades.
África está todavía en el momento que muchas niñas no van a la escuela, aunque se ha dado un salto cualitativo muy importante. La migración ha ayudado mucho a escolarizar a las niñas. Tiene otros problemas y el tema de la mutilación, muchas veces, no es una prioridad por la que luchar.
¿Las ONGs occidentales que actúan en África aciertan en sus actuaciones en la lucha contra la mutilación genital femenina?
Hay propuestas diferentes. Algunas están funcionando y otras, no. Naciones Unidas está haciendo una evaluación valiente, porque hace dos años publicó un informe donde reconocía que los avances que se habían hecho eran tímidos y muy poco eficaces en relación a los millones de dólares que se han invertido. Ahora se está revisando la forma de actuar y se está intentando poner más el foco en la investigación, que es la que puede dar más pistas por dónde va el tema. Por ejemplo, nosotras hicimos una investigación que demostró que el 42% de los profesionales de la salud apoyaban la mutilación. Hay que trabajar con ellos, ser creativos y dar respuestas.
Ningún estudiante de Ciencias de la Salud debería terminar la carrera sin saber qué es la mutilación, identificar los diferentes tipos, poder hacer un abordaje de las complicaciones y hacer prevención. Desarrollamos un currículo académico, un manual con diez módulos, que fue introducido en Medicina, en las asignaturas de Fisiología, Anatomía, gineco-obstetricia, Pediatría, Psicología y Salud Comunitaria. En las diferentes asignaturas ven la mutilación como un tema más de salud, como abordarlo y prevenirlo. La investigación te está diciendo por donde incidir.
¿La OMS se toma en serio esta cuestión?
Sí. Para la OMS es un tema importante. Yo soy miembro del Comité de Expertos de la OMS y se trabaja de forma exigente. Hacen un análisis riguroso de las propuestas, de las guías, de las recomendaciones. Se dio cuenta de que afecta a la salud materno-infantil. Si comparamos la mortalidad de las mujeres con y sin mutilación se dispara en más del doble.
Se está trabajando en guías para la desinfibulación, para la reconstrucción, ver si vale la pena invertir o no y cuáles son los resultados. La OMS se lo está tomando ahora mucho más serio aunque ya hace más de veinte años que tipificó cada una de las diferentes modalidades de intervención.
El 6 de febrero se conmemora el Día Mundial de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina. ¿Cómo nos lo debemos plantear?
Con conocimiento y respeto. Es uno de los retos pendientes en Europa y también en África. Pero sobre todo en Europa porque tenemos los medios y el conocimiento, unas políticas claras y una legislación vigente. Debemos formar profesionales de atención primaria en salud, trabajo social y educación, que ya están en contacto con las familias. Utilizar los canales que ya existen, empoderarlos de conocimiento para que puedan desarrollar habilidades interculturales para acercarse a familias con las que ya tienen trato de forma respetuosa y conocedora y hacer un trabajo de prevención en las futuras niñas.
El resultado es que en todas las intervenciones que se han hecho desde la atención primaria, con un trabajo de prevención, cuando las familias han viajado las niñas han vuelto intactas. Ha sido efectivo en el cien por cien de los casos.
Este es el gran reto pendiente. Debemos dejar de lado tantos protocolos y tantas leyes. Las leyes no cambiarán la realidad y las tradiciones ancestrales. Hay que trabajar y quién lo ha de hacer son las personas que están en la atención primaria, salud, trabajo social y educación. Hay que formarlas y que hagan un trabajo de prevención en las niñas.
Y no nos olvidemos de las mujeres que ya han sido mutiladas, que sufren consecuencias y que hay que atender estas complicaciones. Este es el gran reto pendiente donde las administraciones aun no han tomado cartas en el asunto.