OPINIÓN
Con el hashtag #VivasNosQueremos todas a las calles, las redes sociales y los grupos organizados de mujeres en al menos 15 entidades del país preparan una movilización para hacer visible la preocupación sobre todas las violencias machistas.
Cada día se suman más organizaciones que el próximo domingo 24 estarán llenando las plazas del país.
Una movilización de esta naturaleza, desde que se corrió la cortina que ocultaba el tamaño de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, es esperada por la militancia feminista y de defensa de los Derechos Humanos.
Inopinadamente ante los hechos en Veracruz, el de los cuatro niños bien llamados Porkis, se reavivó la indignación, como dice la campaña, por todas las violencias machistas. Tras casi 22 años desde que se hicieron presentes las asesinadas de Ciudad Juárez.
Muchas cosas han ocurrido, pero quizá la más evidente es que el feminicidio como concepto y palabra tomó los espacios de la opinión pública. La investigación, los hechos, el surgimiento de asociaciones, grupos y personas cuya conciencia fue creciendo, mostraron cómo, esto que es el extremo de la violencia, el asesinato de mujeres por ser mujeres, significaba muchas otras cosas, pero principalmente hizo clara a la impunidad y cómo el Estado está rebasado: gobierno, sociedad e instituciones.
Dicen quienes promueven la movilización que la violencia machista parece no tener límites y agregan que está en ascenso. A pesar de que la investigación mostró que a 25 años de distancia hacia atrás, en 2004, 10 años después de los hallazgos de Esther Chávez Cano, era claro que la violencia contra las mujeres, su asesinato, estaban simplemente ocultos, se habían normalizado.
Antes, habíamos creído que el extremo de la violencia contra las mujeres era la violación sexual y descubrimos que los hogares son el lugar más peligroso; se hicieron leyes de violencia familiar y se concretó la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres, conocida popularmente como la Convención Belem Do Pará.
Es decir, ya en 2004 el diagnóstico era aterrador. La violencia machista, en los estados “democráticos”, en los gobiernos dictatoriales, en los gobiernos familiares, en la escuela, en la calle, en todos los espacios de desarrollo de las mujeres se ha manifestado, con una crueldad insoportable, sobre todo cuando de guerra se trata o de situaciones de alta conflictividad social y política. Habría que recordar casos emblemáticos, las indígenas violadas en Chiapas; las atacadas por militares en Oaxaca y Guerrero; las decenas y miles que viven con sus queridos esposos, las niñas del kínder a la profesional, etc.
Pero la situación escandalosa de “Los Porkis juniors”, quienes violaron a una joven en Veracruz, puso al descubierto que hemos sido omisas, sociedad y gobierno; que a la violencia contra las mujeres, cuya raíz profunda es la discriminación, le tendimos una nueva cortina de humo: el feminicidio.
No porque el asesinato me parezca algo menor, ¡No! al contrario es la punta del iceberg de una línea continua que comienza en la vida diaria de relación.
Claro que entre la discusión de la Belem Do Pará, las historias de Juárez, (se escribieron unos 50 libros) y la demanda de Alerta de Violencia de Género centrada en el asesinato, miles de casos, reportados en la páginas rojas de los medios; los expedientes archivados en los juzgados y la seguridad de que menospreciar con la palabra, el grito, el golpe, la burla, el abuso, el acoso, a las mujeres, no se veía.
Por desgracia habría que celebrar el caso de “Los Porkis juniors”, como uno de clase, que haya generado tal indignación.
Y si la movilización tiene éxito, habremos avanzado años luz. No importa que hayamos estado parcialmente dormidas. Claro que no, pero este es un golpe fuerte.
En todos mis años de periodista no había visto, como ahora, el interés de los medios tan agudo, interesado y diverso. No les importaba para nada las violaciones, ahora hay una danza de datos impresionante, no se sabe bien qué sucede en las aulas universitarias y hay datos contradictorios en el tema de las violaciones sexuales. Estimaciones fenomenales que hablan de unos 600 mil delitos sexuales, frente a sólo un 20 por ciento de denuncias que ahora se invocan; tampoco se habla de la profundidad de las motivaciones, y en cambio se habla de los niños ricos; no de los militares, ni de los maestros abusadores, ni de los maridos que siguen teniendo el control de la vida de las mujeres.
Y por supuesto que este llamado será fundamental. No hay justicia en todos los casos de violencia de género, es risible lo que la ley dice sobre acoso y hostigamiento; es inoperante la política pública con policías, ministerios públicos y jueces que ni se dan cuenta de que la denuncia de acoso puede terminar en violación y asesinato.
La violencia contra las mujeres es el centro del problema de las relaciones desiguales, de la discriminación y de múltiples formas de desprecio a las mujeres, sólo por ser eso.
El gran tema, que debería ser una consecuencia de esta protesta social tan esperada y necesaria, es reconocer que en una sociedad como esta, existe la discriminación contra las mujeres, que no es cosa menor, que no puede significarse en el espacio del escándalo, mientras muchas personas que ahora se asombran, se preguntan, discuten, se hagan la pregunta fundamental: ¿Dónde se halla el fondo y cómo hacerle”.
Hay leyes, estudios profundos y asequibles, explicaciones sociales, psicológicas, feministas, jurídicas; hay instituciones que se pagan con nuestros impuestos; centros de justicia para las mujeres; agencias de delitos sexuales; centros de atención a víctimas, toda una parafernalia que no funciona, porque esos medios asombrados de la conducta de los Porkis, fomentan todos los días esa discriminación , como los maestros en las aulas y las familias en sus casa.
Celebremos la movilización, vayamos a las marchas en todas las plazas y todo el país, pero no lo volvamos a olvidar. Por todas y en todas partes.
Porque la violencia no cesa, rompamos el pacto patriarcal contra las mujeres. #VivasNosQueremos todas a las calles.