viernes 29 marzo 2024

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Sanitarias ante la pandemia: Diana Martinez Sanvicens

 

 

 

Diana

 

 

Serie de entrevistas

Entrevistamos a Diana Martinez Sanvicens médico especializada en psiquiatría. Se subespecializó en drogas y trabaja en el CAS del barrio de La Mina, en Sant Adrià de Besós.

 

Este es un CAS (Centro de atención y seguimiento de las drogodependencias especializado en el tratamiento de las adicciones)  de referencia de zona de consumo grave y zona muy empobrecida.

 

¿Cómo fue el inicio de la pandemia para ti?

El mes de octubre, justo antes de la pandemia me puse enferma, el inicio de la pandèmia me cogió de baja. Mi marido también es médico y yo enferma… cambios personales y miedo de infectarnos. Cuando pude reincorporarme no pude hacerlo en mi puesto de trabajo en San Juan de Dios y lo hice en mi plaza del Parc Salut Mar, allí reencontré muchos pacientes con el panorama pandémico que no es poco. Debo decir que en el ámbito profesional, en los inicios, el apoyo emocional fue increíble, la red de compañeras y compañeros de hacía años se puso en marcha de repente, teníamos necesidad de sentirnos colectivo y de apoyo mutuo, fue muy chocante.

 

Ya llevamos más de un año de pandemia, ¿como ha sido la evolución de la afectación en salud mental?

A nivel de urgencias de salud mental fue inesperado, normalmente hay mucho volumen de pacientes, de necesidades, intentos de suicidio… y con la pandemia se detuvo de repente; las personas que acudían a urgencias ya se encontraban en una situación de ingreso urgente. Para los pacientes psiquiátricos la cosa se complicó mucho, normalmente están en espacios grandes para poder moverse pero debían cerrarse y más si había cuarentenas que se debía cerrar la planta. Fue durísimo, los pacientes lo pasaron muy mal. Además en según qué situaciones no podían colaborar ni entenderlo. Fue difícil y complicado. Por otra parte las interconsultas de psiquiatría aumentaron mucho: ansiedad, depresión, delirium… de pacientes aislados con Covid, con gran incertidumbre vital, se generó mucho trabajo en este ámbito.

 

Y para las personas adictas a sustancias ¿como ha sido este año?

Mi experiencia es en La Mina y es una zona de muchísimo consumo, muy pobre, con gran diversidad de etnias, un gran núcleo de población gitana y de georgianos. Es un barrio con una precariedad social importante. Lo que explicaban los pacientes es que durante los meses de confinamiento total no había acceso a drogas por que los narcotraficantes no habían podido llevarla desde terceros países; la disponibilidad de droga fue nula y de golpe. Esto provocó que las personas adictas a la heroína vinieran a buscar metadona, personas que de otra manera no hubieran contemplado el tratamiento por que el nivel de consumo era muy alto, esto fue un paso positivo. Otras en abstinencia, y teniendo en cuenta que las personas drogodependientes no tienen mucha red social y en una situación de pobreza extrema, perdieron las rutinas y la estabilidad. Hubo gente que recayó, otros que comieron en exceso para no consumir, algunos pacientes se engordaron hasta 30 kilos en estos meses. Ahora mismo tenemos pacientes muy descompensados todavía como consecuencia del cierre. Ha habido recaídas muy importantes, creo que nunca había enviado a tanta gente en comunidades terapéuticas como hasta ahora.

 

¿El empeoramiento ha afectado de forma igual mujeres y hombres?

Hay muchas mujeres consumidoras que son víctimas de violencia machista grave, para ellas una manera de paliar la ansiedad y el dolor es consumir. La educadora social no paró, se hicieron muchos acompañamientos y pudimos sacar mujeres del núcleo familiar que se encontraban en situaciones extremas y mucho peor que los meses anteriores. Puedo hablar de una realidad en la que las mujeres que vienen al CAS son sólo un 20%, fue muy desigual, aunque creo que los meses de confinamiento fue igual de malo para todos, pero las mujeres en situación de violencia empeoraron muchísimo, sustituyeron drogas por más ansiolíticos, pastillas para controlar la abstinencia. Lo que si que he visto son muchas mujeres con un gran aumento de peso. Perdieron todas las actividades y rutinas y muchas no pudieron reincorporarse después.

 

¿Como han vivido, colectivamente, las profesionales este año?

Con la sensación de improvisación constante y no siempre con coherencia. En drogas se añadía el no poder ver a los pacientes, teniendo que hacer las citas por teléfono, esto en drogas es casi imposible. Imagina llamar a una chica que está bebiendo, pero su marido no lo sabe y la tienes que llamar para hacer el seguimiento, un drama. Se perdió una intimidad esencial, además se perdió la dinámica y había que hacer volver a los pacientes a visita, a realizar controles… está costando mucho volver a implementarlo. Hemos ido viendo como los pacientes se descompensaban y no teníamos herramientas para ayudarlos.

 

Estigma salud mental y las drogodependencias, ¿es una realidad que ha quedado oculta?

Creo que si. Salud mental ya marca estigma y el consumo de sustancias a menudo no se considera ni enfermedad, se considera directamente un vicio sin reconocer la necesidad de tractamiento médico. Esto sumado al Covid, el estigma era enorme. Aparte, la sintomatología Covid de pacientes en esta situación se trata bien si el hospital tiene sensibilidad hacia estas patologías y los hay que no lo son.

 

Se habla de que la cuarta ola será la salud mental como crees que afectará a la realidad de los CAS?

Habrá dos afectaciones graves, la primera la económica, nuestros pacientes están con pensiones, que seguramente bajarán. Los recursos sociales también bajarán. Esto provocará más problemas de salud mental. Si las condiciones de vida empeoran, empeora la salud mental. Los servicios sociales no darán más de sí. Están aumentando los problemas y suicidios infanto-juveniles y hay riesgo de que crezca en general y más en el colectivo que tratamos a los CAS porque son gente muy impulsiva, con acceso a drogas de las que saben perfectamente los límites y sin apoyo psicosocial. Ahora mismo ya nos lo empezamos a encontrar. Las condiciones de vida empeoran y la gente claudica. Hay que mejorar la red pública de atención a la salud mental o no podremos cubrir lo que nos viene encima. Sino dedicamos más recursos no podremos dar respuesta.

 

 

 

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Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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