Escrito por Naomi Klein. Sin permiso / La Independent
He estado pensando en Moisés y en su ira cuando bajó del monte y encontró a los israelitas adorando al becerro de oro.
La ecofeminista que hay en mí siempre se sintió incómoda con esta historia: ¿qué clase de Dios es el que está celoso de los animales? ¿Qué clase de Dios quiere acaparar para sí toda la sacralidad de la Tierra?
Pero hay una forma menos literal de entender esta historia. Tiene que ver con los falsos ídolos, con la tendencia humana a adorar lo profano y brillante, a mirar lo pequeño y material, en lugar de aquello que es grande y trascendente.
Lo que quiero deciros esta noche en este revolucionario e histórico Séder [cena ritual del Pésaj o Pascua judía] en las Calles es que hay demasiada gente que adora de nuevo a un falso ídolo. Se sienten embelesados por él. Embriagados por él. Profanados por él.
Ese falso ídolo se llama sionismo.
Es un falso ídolo que toma nuestras historias bíblicas más profundas de justicia y emancipación de la esclavitud -la historia misma de la Pascua- y las convierte en armas brutalistas del robo colonial de tierras, en hojas de ruta para la limpieza étnica y el genocidio.
Es un falso ídolo que ha tomado la idea trascendente de la tierra prometida -una metáfora de la liberación humana que ha viajado a través de múltiples religiones a todos los rincones de este planeta- y se ha atrevido a convertirla en un título de compraventa para un etnoestado militarista.
Esa versión de liberación del sionismo político es en sí misma profana. Desde un principio, exigió la expulsión masiva de los palestinos de sus hogares y tierras ancestrales en la Nakba.
Desde un principio ha estado en guerra con los sueños de liberación. En un Séder vale la pena recordar que en ello se incluyen los sueños de liberación y autodeterminación del pueblo egipcio. Este falso ídolo del sionismo equipara la seguridad israelí con la dictadura egipcia y los Estados clientes.
Desde un principio ha producido un desagradable género de libertad que no contemplaba a los niños palestinos como seres humanos, sino como amenazas demográficas, del mismo modo que el faraón del Libro del Éxodo temía a la creciente población de israelitas, y por ello ordenó la muerte de sus hijos.
El sionismo nos ha traído a nuestro actual momento de cataclismo y es hora de que digamos claramente: nos ha ido siempre llevando hasta aquí.
Es un falso ídolo que ha llevado a demasiada gente de nuestro pueblo por un camino profundamente inmoral que ahora les lleva a justificar la destrucción de mandamientos fundamentales: no matarás. No robarás. No codiciarás.
Es un falso ídolo que equipara la libertad judía con las bombas de racimo que matan y mutilan a niños palestinos.
El sionismo es un falso ídolo que ha traicionado todos los valores judíos, incluido el valor que concedemos al cuestionamiento, una práctica integrada en el Séder con sus cuatro preguntas formuladas por el niño más pequeño.
Incluido el amor que tenemos como pueblo por a los textos y por la educación.
Hoy, este falso ídolo justifica el bombardeo de todas las universidades de Gaza, la destrucción de innumerables escuelas, archivos e imprentas, el asesinato de cientos de especialistas académicos, de periodistas y poetas; esto es lo que los palestinos llaman escolasticidio, el asesinato de los medios de educación.
Mientras tanto, en esta ciudad, las universidades llaman a la policía de Nueva York y se atrincheran contra la grave amenaza que suponen sus propios estudiantes que se atreven a hacerles preguntas básicas, tales como: ¿cómo podéis afirmar que creéis en algo, y no digamos ya en nosotros, mientras permitís, invertís y colaboráis con este genocidio?
Se ha permitido que el falso ídolo del sionismo crezca sin control durante demasiado tiempo.
Así que esta noche decimos: aquí se acaba esto.Nuestro judaísmo no puede quedar contenido en un etnoestado, porque nuestro judaísmo es internacionalista por naturaleza. Nuestro judaísmo no puede ser protegido por el ejército arrasador de ese Estado, porque lo único que hace ese ejército es sembrar dolor y cosechar odio, incluso contra nosotros como judíos. Nuestro judaísmo no se ve amenazado por personas que alzan sus voces en solidaridad con Palestina más allá de las fronteras de raza, etnia, capacidad física, identidad de género y generaciones.
Nuestro judaísmo es una de esas voces y sabe que en ese coro reside tanto nuestra seguridad como nuestra liberación colectiva.
Nuestro judaísmo es el judaísmo del Séder de Pascua: la reunión en una ceremonia para compartir comida y vino con seres queridos y extraños por igual, un ritual que es intrínsecamente portátil, lo suficientemente ligero como para llevarlo a la espalda, sin necesidad de nada más que de los demás: sin muros, sin templo, sin rabino, con un papel para todos, hasta -sobre todo- para el niño más pequeño. El Séder es una tecnología de la diáspora donde las haya, hecha para el duelo colectivo, la contemplación, el cuestionamiento, el recuerdo y la revitalización del espíritu revolucionario.
Así que miremos a nuestro alrededor. Este, aquí, es nuestro judaísmo. Mientras las aguas suben y los bosques arden y nada es seguro, rezamos en el altar de la solidaridad y la ayuda mutua, cueste lo que cueste.
No necesitamos ni queremos el falso ídolo del sionismo. Queremos liberarnos de un proyecto que comete genocidio en nuestro nombre. Liberarnos de una ideología que no tiene otro plan de paz que llegar a acuerdos con los petroestados teocráticos y asesinos de al lado, mientras vende al mundo tecnologías para el robo-asesinato.
Buscamos liberar al judaísmo de un etnoestado que quiere que los judíos tengan perennemente miedo, que quiere que nuestros hijos tengan miedo, que quiere que creamos que el mundo está contra nosotros para que vayamos corriendo hasta su fortaleza y bajo su cúpula de hierro, o al menos para que sigan fluyendo armas y donaciones.
El falso ídolo es ese.
Y no se trata sólo de Netanyahu, es el mundo que creó y que lo creó: es el sionismo.
¿Qué somos nosotros? Nosotros, en estas calles desde hace meses y meses, somos el éxodo. El éxodo para salir del sionismo.
Y a los Chuck Schumer [líder de la mayoría demócrata en el Senado norteamericano, cerca de cuya casa se celebraba la concentración] de este mundo, no les decimos: “Deja marchar a nuestro pueblo”.
Les decimos: “Ya nos hemos ido. ¿Y sus hijos? Están ahora con nosotros”.
Texto leído por Naomi Klein el 23 de abril, con ocasión del Séder Urgente en las Calles, en la Grand Army Plaza de Nueva York.
Naomi Klein activista y escritora conocida por libros como “No Logo” y “La doctrina del shock”, es columnista de la edición norteamericana del diario The Guardian. Profesora y co-directora actualmente del Centro de Justicia Climática de la Universidad de la Columbia Británica (UBC), su último libro, ya publicado en castellano, es “Doppelganger. Un viaje al mundo del espejo” (Planeta, 2024).
Fuente: The Guardian, 24 de abril de 2024