Si hay alguna forma de resumir o definir la realidad social actual y la mía propia, es con la palabra Crisis. Actualmente está presente en todos los estamentos de la sociedad, hay crisis política, económica, laboral, educativa, sanitaria, social…
Sabemos quien la provoca y nos afecta personalmente de un modo u otro, los intereses económicos y políticos de unos pocos priman por encima de los intereses sociales y del bien de la comunidad.
Crisis, un término que hemos pronunciado o escuchado infinidad de veces durante los últimos años y mantenemos la esperanza de superarla y dejarla atrás, pero no lo hará sola, necesita de nuestras acciones.
Esta realidad me llevo a participar en la Manifestación convocada con motivo de la Huelga General el 14 de noviembre de 2012, en Barcelona, a reivindicar mis derechos, a hacer uso de mis libertades, a exhibir públicamente mi opinión en forma de protesta, igual que todas las personas que salen a las calles cada día en el mundo entero, reclamando por sus derechos y libertades.
Como respuesta a la expresión legítima de mis inquietudes, obtuve: represión, violencia, dolor, mentiras, impunidad, injusticia e indignación… y podría seguir hasta la extenuación, pero no os explicaría nada que no sepáis ya, nada, que no veáis en los informativos, las redes o la calle. Nos infunden miedo en un abuso continuo y generalizado de poder, la impunidad y la represión surgen en alianza con los recortes sociales, el endurecimiento de las leyes y las sanciones como respuesta a la protesta ciudadana y al control de nuestras acciones.
Estamos en un periodo de dificultades y cambios bruscos, sujetos a evolución; proyectos vitales mutilados, esperanzas truncadas, tiempo precioso de vida malgastado, deudas en nuestros empobrecidos bolsillos; estos cambios de carácter profundo, súbito y violento, traen consecuencias transcendentales, van más allá de una crisis y se les puede llamar revolución.
Y es, lo que sufro en mi persona y a mi alrededor, una revolución, un cambio imprevisible, donde las consecuencias de perder un ojo, han hecho que vea aún más claramente con el único que me queda, pero no sólo me afecta a mí, sino a mi entorno más inmediato y por extensión a la sociedad que entendió que la represión generalizada que el Gobierno sostiene contra la sociedad no se puede tolerar.
¿Me sigo preguntando, porqué? Por qué, la Consejería de Interior y el Cuerpo de Mossos d’Esquadra, no han investigado escrupulosamente, no han dado una respuesta creíble y una solución palpable, tal como requiere la gravedad del asunto. Sólo hemos obtenido negativas y algunos cambios realizados en los cargos implicados directamente en el asunto, sin reconocer responsabilidades ni errores; brilla por la ausencia el compromiso y la transparencia de la Generalitat de Cataluña con su pueblo.
Por el contrario, somos las “víctimas” las que tenemos que desenmascarar la violencia e impunidad que padecemos, las que tenemos que denunciar los hechos, las que perdemos nuestro tiempo y dinero en demostrar quienes fueron los culpables de acciones que se podían haber evitado actuando de otra forma.
A día de hoy, dos años cumplidos después del 14N, estamos en el proceso de instrucción de mi caso, aún sin fecha para el juicio que nos tiene que dar las respuestas que buscamos; todavía no hay solución, ni respuestas a hechos tan graves como privar de salud, libertad e independencia a alguien.
Y mientras, nos prometen la luna, nos piden que les creamos, pero yo, no puedo creerles, no quiero la luna, no pido imposibles, sólo lo que es de ley: justicia, responsabilidades y reparación del daño.