martes 16 julio 2024

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Drina Ergueta

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Ni ateos, ni “moros”, ni mujeres en el Valle de los Caídos

Drina Ergueta

 

OPINIÓN
El Valle de los Caídos, un monumento y a la vez una enorme fosa común que refleja el machismo de una época y que aún perdura en España.

 

Apilados, mezclados, amontonados, sin nombre ni referencia alguna y muchas con un objetivo “decorativo”. Así fueron puestos, y así están, más de 30 mil cuerpos que fueron trasladados desde distintos puntos de España al Valle de los Caídos, un macabro y doloroso monumento franquista al que, además, en principio, no estaba permitido que sea el sepulcro de ateos, “moros” o mujeres.

El Valle de los caídos, a 60 Kilómetros de Madrid, fue construido por el dictador español Francisco Franco para recordar fundamentalmente a “los caídos”, tal como el régimen llamaba a los fallecidos del bando nacional (los suyos), durante la sangrienta guerra civil de 1936-39. Aunque, para llenar el lugar, también se colocaron los restos de personas del bando republicano. Hoy en el 36% de los casos es prácticamente imposible distinguir un cuerpo del otro.

Hace unos días, el Parlamento de España, como requisito de “paz y concordia” y para la cura de heridas, determinó que ese sea el lugar de descanso de quienes murieron en la guerra y no un mausoleo estatal para el que fue dictador por 40 años, por lo que los restos de Franco próximamente serán exhumados y entregados a su familia.

La historiadora catalana Queralt Solé afirma que a este inmenso mausoleo “sólo podían ser trasladados españoles y católicos” por lo que no fueron allí enterrados ni brigadistas internacionales ni la “Guardia mora” (soldados marroquíes) del mismo Franco. Tampoco era el lugar a donde debían ir los cuerpos de mujeres, aunque, ya sea por error o no, entre los 21.423 restos identificados se encuentran los de 203 mujeres.

En ambos bandos las mujeres tuvieron una participación muy activa, pero el régimen franquista no reconoció esa labor ni en las suyas – tan numerosas como los varones y algunas muy activas en la Sección Femenina de la Falange Española – para permitirles obtener algún tipo de reconocimiento al fallecer y tener un lugar en el mausoleo.

El bando republicano tuvo importantes y muchas mujeres activas, como la ministra anarquista Federica Montseny o la líder Dolores Ibárruri (la Pasionaria). “Las rojas” tuvieron en esa etapa histórica una situación de doble represión, obligadas comportarse de acuerdo a su género y reprimidas (torturadas, encarceladas, vejadas, humilladas y separadas de sus criaturas) por su condición ideológica política. Es inevitable la imagen de ellas con el cabello rapado y paseadas por las calles mientras no podían controlar el vientre debido a que les obligaban a beber laxantes.

No, el Valle de los Caídos no es un lugar para mujeres, en el concepto de que la guerra y la política es un espacio para hombres, donde las mujeres no participan; cuando, en realidad, en absolutamente todas las actividades humanas las mujeres están presentes, aunque no siempre visibles o reconocidas.

La historiadora Rocío Rivas recuerda que durante la dictadura franquista “se prohibió el voto femenino, el divorcio, se condenó el aborto, la equiparación de salarios, se estableció una separación educativa por sexos y se formalizó una total diferenciación entre hombre/mujer según las facultades, funciones y ámbitos de actuación de cada uno”.

En el régimen, el ámbito de la mujer estaba centrado en el hogar, en lo privado. En 1950 sólo trabajaba un 15% de población femenina en edad activa y para 1975 subió sólo al 28%. La actividad pública femenina debía estar centrada en la iglesia y labores de acción social benéficas.

No es que se quiera que en el Valle de los caídos también estuvieran los cuerpos de mujeres, es que se trata de un monumento y a la vez una enorme fosa común que refleja el machismo de una época y que aún perdura en muchos espacios y mentalidades.

Es una prueba palpable de que la forma de ver el mundo se traduce en normas, en instituciones y en objetos palpables, y es un ejemplo que nos llama a cambiar la mirada. También es bueno recordar lo que es realmente una dictadura y lo que representa la guerra para hombres y mujeres.

 

(*)La columna Textura Violeta también se publica en Página Siete, Los Tiempos y SemMéxico.

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Drina Ergueta

Periodista y antropóloga. Comunicación y feminismo son sus temas predilectos desde hace más de una década. Articulista en medios bolivianos y portales feministas de España/México.
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