Per Sandra Miguez
“Me encanta la vida y la vivo arropada en redes con otras mujeres”
Rosa Maldonado es una activista feminista de 64 años. Migró desde Argentina a España hace más de 30 años y desde su lugar acompaña las acciones solidarias que realizan las Socorristas en Red, la Red Compañera y la organización MIKA, Sororidad Internacionalista de Barcelona.
Es enfermera profesional, en 2018 junto a otras compañeras fundaron MIKA Sororidad Internacional (Barcelona), una organización que tiene por objetivo hacer red, cooperar y acompañar a aquellos movimientos y colectivos feministas y sociales de todas partes que luchan para defender los derechos fundamentales de las mujeres. La asociación toma el nombre de Micaela Feldman, miembro de la Brigada Internacionalista Argentina y primera comandante de un centenar de soldados durante la Guerra Civil Española.
Desde allí, Rosa ha trabajado en “La Red Compañera” un espacio de articulación regional de organizaciones, redes y colectivas feministas y lesbofeministas que acompañan a mujeres, niñas y a otras personas a abortar de manera segura, cuidada y libre de todas las formas de violencias. Son más de 21 asociaciones de 15 países de América Latina y El Caribe.
Rosa se define como migrante y activista feminista.
Sandra Miguez: Llevas más de 30 años residiendo en Cataluña, en el Estado español ¿Como mujer migrante, cuáles han sido las discriminaciones que has atravesado a lo largo de tu vida?
Rosa Maldonado: Vivir en la ilegalidad es una de las opresiones, porque aquí la ley de extranjería institucionaliza el racismo y genera una doble opresión sobre todo a las mujeres inmigrantes.
Como mujer migrante que estuvo por el término de dos años sin papeles al ingresar al país, Maldonado asegura haber vivido esa doble discriminación. Pero también explica que ser mujer y migrante hizo que durante varios años sólo pudiera acceder a trabajos del sector de cuidados, que son los ámbitos más precarizados y más invisibilizados. “En ese momento tenía la doble tarea de mantener a mis hijas que estaban estudiando en Argentina, y mantenerme y poder vivir en una situación ilegal en este país y trabajar los servicios de cuidados. No solo eran tareas de cuidado, sino que además era el cuidado de personas adultas mayores” asevera para remarcar las dificultades que ésto significa: “La mayoría de las mujeres quedamos encerradas en esa precariedad”. Esto la llevó a luchar junto a la delegación de Málaga para poder obtener la regularidad que se logró en el gobierno de Zapatero, luego de tres años de lucha. “Hoy soy empleada del sistema público de salud, pero es algo muy difícil conseguir este lugar siendo mujer migrante, la mayoría quedamos atrapadas en el servicio doméstico, en las residencias privadas o en los servicios de cuidados en general”. Otra variable que identifica dentro de los obstáculos y discriminaciones es el idioma. “También hubo que transitar la exclusión de quien no sabe hablar catalán”. Rosa relata que durante muchos años los formularios que debían completar las personas migrantes como el de la tarjeta sanitaria o de los cursos para poder acceder a algunas prestaciones, estaban en catalán y fue otra batalla que se debió dar. “Defiendo al pueblo catalán y estoy al lado de sus reivindicaciones, pero no saber hablar o no comprender al principio su idioma me hizo sentir no solo racializada sino excluida”.
SM: ¿De qué manera incide el no tener nacionalidad en la relación laboral?
R.M: Es un obstáculo que hace que la mayoría de los contratos laborales sean precarios. Si no eres español/a no puedes optar por los puestos interinos, ni por una plaza fija. Eso significa un esfuerzo personal muy grande para poder llegar a trabajar e integrarse en el ámbito de los servicios públicos como el de la salud.
Recién en 2014 Rosa Maldonado obtuvo la doble ciudadanía y logró un puesto formal que conserva hasta la actualidad como profesional de la salud en el sistema público, aunque trabajaba allí de manera precaria desde el 2007. En esos años en los cuales tuvo contratos absolutamente precarios marcan la gran brecha salarial y la falta de reconocimiento económico hacia su trabajo y la imposibilidad de acceder a una pensión que contabilice todo el tiempo dedicado.
SM: ¿Cómo ha afectado la pandemia por covid a tu salud física, mental, emocional?
R.M: “Estuve en la primera línea de asistencia, trabajando en el sector de hemodiálisis, lo cual significó un esfuerzo y una sobrecarga extraordinaria porque estábamos dializando a pacientes con covid”.
Además por trabajar en ese ámbito, durante la pandemia ella tuvo dos veces Covid y una vez con neumonía, lo que le dejó secuelas. La inmovilidad en uno de sus brazos y trabajar en un lugar de extremo acercamiento con los padecimientos y la muerte, tuvo un impacto psicológico muy fuerte. “Sobre todo cuando tuve una neumonía me dije ‘Rosa no te podés morir ahora’, porque me encanta la vida y me encanta activar para esta vida y la quiero plena y amorosa. El tema de la muerte es algo que he empezado a pensar a partir de la pandemia porque he vivido esta situación tan desastrosa”, comenta Maldonado consciente de todo lo que implicó este contexto mundial y también de la necesidad que tenían aquellas mujeres que necesitaban abortar. “Había innumerables obstáculos para poder acompañar a abortar” detalla en relación a la imposibilidad de acceder a los servicios públicos por las restricciones por Covid.
Redes y cooperación
Desde los 15 años ha participado en distintas organizaciones, primero en el Partido Socialista de Argentina, luego en organismos de derechos humanos, como delegada del Hospital de Neuquén, incluso llegó a formar parte de la lucha por la recuperación de la fábrica Zanón en Argentina.
SM: ¿Cómo comenzaste tu militancia feminista?
R.M: Empecé a transitar el feminismo desde el lugar de los espacios políticos y hoy participo en organizaciones feministas porque creo que las redes no solamente nos dan fuerzas para trabajar y luchar contra el sistema patriarcal sino que nos ayuda a pensar sobre nosotras y nos ayuda a arroparnos entre nosotras porque nos dimos cuenta hace mucho tiempo que no es cualquier pelea, y que solas no vamos a poder, sino que tenemos que hacerlo en red, en articulaciones. Esa es la gran potencia que tienen las redes y los activismos y los cooperativismos.
En este sentido da como ejemplo el trabajo que vienen realizando por el caso Justyna Wydrzyńska, una joven defensora de los derechos humanos que podría ser condenada a hasta tres años de prisión por ayudar a una embarazada que necesitaba un aborto sin riesgos en Polonia. Rosa entiende que la única forma de trabajar para garantizar la agenda de los derechos de las mujeres y las disidencias es trabajar de manera cooperativa y en red.
SM: El ámbito laboral es donde muchas veces se ven las desigualdades, ¿cómo se viven esas brechas en el sector salud?
R.M: En el ámbito de la salud la mayoría de la planta del personal son mujeres y allí, los roles y estereotipos de género se mantienen, lo que genera inequidades y desigualdades. Esto es algo que se acrecienta en el caso de tratarse de lesbianas, personas no binarias, travestis o trans. En el sector salud son pocas las mujeres que pueden reconocerse lesbianas y mucho menos personas trans. Para las disidencias es mayor la brecha salarial, porque a las mujeres siempre se les asignan tareas de cuidado que son las tareas más precarizadas y menos reconocidas. En el ámbito público, como es el de la salud, hay casi nulo reconocimiento para otras identidades de género, donde aún persiste la lucha por garantizar el cupo laboral en instituciones públicas.
Un varón percibe en promedio unos 1.244 euros por su pensión, mientras que en el caso de las mujeres es de unos 794 euros, lo cual marca una brecha del 36 por ciento. Hay más de 1,5 millón de pensiones por debajo de los 500 euros que corresponden a mujeres que han ocupado los escaños más bajos en la pirámide laboral” dice remarcando que las condiciones laborales que se da en las mujeres también marca mayor temporalidad, una edad más tardía de inserción laboral, en muchas ocasiones lo que se les otorga es una pensión a favor de la familia, lo que indica que son mujeres que han debido renunciar a la vida laboral formal, y que hoy están recibiendo una pensión de entre 200 a 485 euros lo cual está por debajo de la línea de pobreza.
SM: ¿Cómo ves la representación de las personas mayores en los medios de comunicación?
R.M: Las personas adultas mayores están estigmatizadas. Solo se plantean publicidades en las cuales se entiende que hacerse mayor significa tener que usar determinados productos y esas publicidades tienen como protagonistas sólo a las mujeres, como por ejemplo en el tema de la incontinencia. Las mujeres lo podemos hablar, pero los hombres no lo verbalizan. Toda la publicidad e incluso en los programas, se dirigen a las mujeres, lo cual significa una nueva estigmatización que refuerza el machismo.
SM: ¿Cuáles han sido los logros dentro de los feminismos?
R.M: Haber llegado a la juventud. Las nuevas generaciones son las protagonistas de los cambios desde el punto de vista político. Decir no al patriarcado es decir no al capitalismo y esto lo hemos logrado al aunar redes, compartiendo espacios en los cuales nos sentimos más seguras.
SM: ¿Crees que hay un reconocimiento sobre las situaciones de violencia hacia personas adultas mayores?
R.M: Las adultas mayores seguimos siendo responsables de las tareas de cuidado, incluso ahora de nietas y nietos, lo cual es un trabajo absolutamente invisibilizado y no remunerado. Los 40 años de dictadura que vivió el Estado español hace que esa violencia se haya perpetuado en los hogares, en la educación y es lo que explica parte de lo que pasa con las mujeres y la cantidad de mujeres asesinadas, de las cuales muchas son adultas mayores y de lo cual se habla poco.