sábado 27 abril 2024

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Máxima Acuña: Defensora de la Madre Tierra

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Máxima Acuña – ©GRUFIDES

 

En todo el planeta Tierra y especialmente en América Latina la acción de las industrias extractivas y las violencias contra las mujeres son dos caras de la misma moneda. Así lo evidencia Máxima Acuña, quien resiste a la minera más grande de Sudamérica.

 

 

El sistema colonial con afán de acumulación mercantiliza la vida, los cuerpos y territorios, tratándolos como productos sobre los cuales ejerce control, dominación, explotación y depredación. Esta práctica de poder patriarcal, androcéntrico, antropocéntrico y capitalista menosprecia, destruye y mantiene al margen las diversas maneras de entender y promover el “Desarrollo Sostenible”, invisibiliza las sabidurías y epistemologías diferentes a las occidentales y destroza la relación simbiótica con la Pacha Mama que es practicada por las defensoras de la sostenibilidad de la vida y la soberanía alimentaria, las mujeres de las comunidades indígenas.

 

El Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina (OCMAL) ha registrado 208 conflictos en todo el continente latinoamericano, con 218 proyectos implicados y con una afectación a 312 comunidades. Y señala que “la mayoría de las grandes compañías mineras provienen de América del Norte, en particular de Canadá, pero muchas compañías de extracción de gas y petróleo que operan actualmente en la región son originarias de Europa. Las Instituciones Financieras Internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Corporación Financiera Internacional han facilitado créditos a las exportaciones y garantías de inversión para permitir que estas compañías puedan operar. Los bancos europeos también han jugado un papel significativo en la financiación de las operaciones extractivas”.

Esta semana, La Independent dialogó con Máxima Acuña, una defensora indígena que resiste a la minera más grande de oro de Sudamérica, Yanacocha. Ella vive con su familia en el predio “Tragadero Grande”, en la comunidad campesina de Sorochuco (Región Cajarmarca – Perú), a 4.100 metros sobre el nivel del mar, al lado de un hermoso lago llamado Laguna Azul, un territorio en disputa, codiciado por la minera para imponer el proyecto Conga.

 

Máxima, sabemos que llevas casi 11 años resistiendo los intentos de desalojo forzado y de violencia policial, de parte de la minera Yanacocha. ¿Qué ha significado este proceso para tí?

Han sido años muy duros de sobrellevar. Toda mi familia vive con intranquilidad, de saber que en cualquier momento pueden venir a quitarnos nuestro predio. Desde el 2011, en que la minera pretendió enjuiciarme y acusarme de usurpadora de su propiedad, no han cesado las violencias de los policías y los trabajadores de la mina, que han venido a mi casa a destrozar, amenazar y golpearnos sin importarles nuestras vidas, ni nuestra dignidad, incluso nos mataron a mis ovejitas y mis perritos. Con mi familia hemos pensado en que, tarde o temprano, nos desaparecerán, porque sabemos que así han comentado en el campamento minero los ingenieros de Yanacocha. Incluso mi salud, la de mi esposo, mis hijas e hijos se ha visto afectada, siento mucha tristeza y todos los días ando preocupada. Mis hijas están afectadas con sus estudios, porque antes trabajábamos la tierra sin ninguna preocupación y vendíamos las papas y ocas en el mercado local para ganar un dinerito y poder ayudarles en los estudios, pero ahora no podemos porque la minera nos fustiga día y noche. Pero cuando camino por las montañas y la Laguna Azul, siento que las fuerzas me vuelven, y entonces pienso que vale la pena seguir luchando.

A pesar de las amenazas a tu vida y la de tu familia…

Sí, porque a pesar de la angustia tenemos que ser fuertes y perder el miedo, porque si no luchamos quién lo va hacer, quién va a proteger las montañas y las lagunas. La minera sólo quiere sacar el oro y el cobre, llevárselo del país y hacer daño a las montañas y las lagunas, llenarlas de químicos que causan cáncer y muerte a los animales, a la gente y a las plantas. Yo no me rendiré, porque estoy reclamando mis derechos, estoy defendiendo nuestras aguas y nuestro medioambiente, porque según dice nuestra ley las aguas y las tierras no se venden.

 

Nos dices que esta situación ha afectado a tu salud, ¿qué es lo que sientes?

No me encuentro bien, no me encuentro sana, a veces por no preocupar a mi familia me callo. Desde la vez que me pegaron y arrastraron los policías ya no puedo caminar grandes distancias ni cargar peso como antes hacía. En nuestras comunidades las mujeres y hombres estamos acostumbrados a caminar grandes distancias, a cargar peso sin problema, y a generar nuestro propio alimento de la tierra y el agua. Pero eso para mí se acabó, porque realmente no puedo, siento que no tengo fuerzas y energía. No es lícito que hagan esto con la gente, que la mina venga a destruir nuestras vidas.

La minera Yanacocha sostiene que el predio “Tragadero Grande” le pertenece, explícanos cuál es la situación real de la propiedad

En 1996 la minera compró a cada familia sus predios. Nuestros vecinos nos preguntaban por qué no vendíamos. ‘Esta es nuestra tierra y aquí nos quedaremos’, les dijimos. Yo había comprado el predio “Tragadero Grande”, dos años antes, en 1994, a la Comunidad de Sorochuco. Tengo en mi poder el certificado de posesión donde se reconoce que soy propietaria y comunera. Desde que vivimos aquí, nos hemos dedicado a la agricultura y al pastoreo, cultivamos papas y ocas. Vivimos del alimento que nos da el agua y la tierra, y cuidamos nuestro medio ambiente, cuidamos las montañas, los manantiales y los puquios que nacen de las lagunas y alimentan a las comunidades.

 

Dijiste que la minera te denunció por usurpación e incluso ordenaron que te detuvieran en el 2011…

Sí, nosotros habíamos denunciado primero a la minera por intimidación, violencia y por invasión de nuestra propiedad, pero pasé de ser denunciante a ser denunciada. La minera dijo que estaba usurpando su propiedad, incluso pidió que fuéramos a la cárcel y que les pagáramos una reparación. Pero, resistimos y gracias a la defensa legal de la ONG Grufides, en diciembre de 2014, en segunda instancia en la Corte de Cajamarca me declararon inocente.

 

Sin embargo, la minera ha insistido que la sentencia a tu favor es en el ámbito penal y que no te  reconoce como dueña de Tragadero Grande…

Si, dicen que se tiene que resolver en un juicio civil, pero yo estoy tranquila, porque soy la propietaria legitima y tengo todos los papeles que lo demuestran. Actualmente, hemos denunciado  a la minera por usurpación agravada y hemos presentado un recurso de protección para impedir esta violencia que los trabajadores y la policía nacional ejercen contra mi persona y mi familia por orden de Yanacocha. Pero suceda lo que suceda no me voy a dejar sobornar por la mina, no venderé mi predio, porque no busco beneficio personal.

 

¿Qué significa para ti esta lucha Máxima?

Quiero dar un ejemplo a la comunidad y mi familia, que sean fuertes, que reclamemos nuestros derechos sin miedo, que informemos a la población de todo lo que está pasando con la minera Yanacocha y lo que está haciendo con nuestras lagunas en Cajarmarca. Aquí hay poblaciones donde la mayoría tiene cáncer porque tienen plomo en la sangre y nadie dice, ni hace nada. Por eso, nuestra lucha no sólo es por mi familia y mi terreno, es por todas las comunidades, por la salud de las personas y para proteger a la laguna y las montañas. Yo no voy a callar, sé que vendrán a buscarme y me van a desaparecer. Pero en el campo he nacido y en la tierra moriré.

 

Estás luchando contra un gigante. Sin duda tienes una fuerza increíble y transformadora…

Sé que Yanacocha es una empresa de mucho poder, pero tenemos que denunciar sus atropellos. Esta minera desprecia a las poblaciones indígenas y campesinas, cree que nuestras vidas no valen nada, que porque somos pobres y analfabetos no vamos a hacer nada y que vamos a aceptar su voluntad. También creen que porque soy mujer en poco tiempo me rendiré, pero se equivocan, ya llevo años con esta lucha y sigo resistiendo.

Qué mensaje deseas compartir con la comunidad internacional, sobre todo con las mujeres del mundo

A las hermanas y hermanos de todo el mundo les pido que sigan apoyando nuestra causa, porque su solidaridad nos protege, nos da ánimo y aliento. Pedimos su ayuda para lograr que se haga justicia. Hay muchas mujeres como yo resistiendo a la minería que sólo trae daño, más pobreza y violencia. Por eso les pido su solidaridad y que difundan nuestra situación, para que así también el presidente Ollanta Humala se pronuncie de una vez. Él que nos prometió en su campaña electoral que el agua no sería vendida a cambio del oro, ahora no dice nada y favorece a la minera. Esto es una traición a las comunidades que le dieron su apoyo.

 

Terminamos el diálogo con Máxima con la sensación de que, efectivamente, la fuerza ancestral de la sostenibilidad de la vida habita en ella, que a pesar del grave impacto que tiene en su vida la opresión colonial, continúa resistiendo en defensa de su territorio, el de su familia, de su comunidad y de toda la humanidad. Precisamente, su lucha obtuvo un pertinente reconocimiento el 6 de marzo de este año. La Red Latinoamericana de Mujeres contra las empresas extractivas (ULAM) otorgó a Máxima el premio “Defensora del Año 2014”, considerándola un símbolo de las luchas de las mujeres en Latinoamérica que resisten a las industrias extractivas. Máxima Acuña fue seleccionada para este premio a través de una votación mundial vía internet, entre siete mujeres defensoras de diversos países.

 

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Máxima explica su situación ante la población indigena – ©Elvira VH

 

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