Ya estamos en peno invierno, se van acortando los días,… por las últimas medidas de austeridad se han cortado los horarios de los quirófanos y los servicios a los discapacitados, en Cataluña miles de parados se han quedado sin derecho al seguro de salud (¿no era un derecho universal?), y el paro sigue subiendo…,
pero en las calles principales reaparecen puntuales, como en los años de vacas gordas, y rutilantes como nunca, las luces navideñas. Así el señor Oriol Benitez, sentado tristemente en una esquina con un letrero “he perdido casa y trabajo, una ayuda por favor”, si no se enfada aun más, pueda consolarse mirando en alto el pulsar de estrellitas luminescentes: todavía no le han quitado la Navidad.
La terapia de luces parece haber contagiado también las campañas publicitarias. Se han prendido veintidós edificios públicos de un dramático rojo sangre, incluyendo la Sagrada Familia, para recordar el primero de diciembre, día mundial del Sida, que la enfermedad sigue activa, y se ha montado una Shopping Night en el Paseo de Gracia, con orquestita y desfile de modelos frente a las tiendas de marcas famosas, donde ha acudido una multitud de curiosos, pero sin comprar, pues ya terminó la borrachera de la tarjeta fácil.
A pesar de esto, los comerciantes de la Fundación Barcelona Comerc, con la bendición del alcalde han decidido invertir 400 mil euros para realizar un sueño que tenían en el cajón desde hace varios años. ¿El Himalaya pierde dos metros de hielo cada día, y los Andes ya han perdido más del veinte por ciento de glaciares? No importa, en la Ciudad Condal, donde a menudo en un día soleado de invierno se puede pasear con 17 grados de temperatura, un potente sistema de refrigeración ha producido el hielo de una pista de patinaje de 1200 mq, (a imitación de aquella, más famosa, existente frente al Rockfeller Center en Nueva York, ciudad donde las temperaturas invernales pueden llegar tranquilamente a 20 grados bajo cero). Aquí los ciudadanos, abatidos por crisis personales o colectivas, podrán deslizarse sintiéndose por fin ricos, modernos y felices. Eso es: “Patinar contra la depresión”, intitula un periódico local ¿Pero ya no hay Km. de paseo marítimo donde poder patinar al sol como en California? Se preguntarán algunos lectores, haciendo uso del menos común de los sentidos: sí, pero allá resulta gratis, y los comerciantes no pueden cobrar, como en la pista de hielo, 6 euros la media hora, u 8 euros una hora, regalando vales de patinaje solo a quien haga compras en el centro.
Con otra movida genial, la pista de hielo ha sido instalada justo en el corazón de la ciudad, la misma plaza Cataluña donde por unas cuantas cálidas semanas de primavera miles de personas habían descubierto, apagando la tele, que podían expresarse, desahogarse, reflexionar y cuestionarse sobre temas habitualmente manejados de manera opaca por unos cuantos políticos, pero que interesan la vida de todos. Fue, como se sabe, un original baño de democracia, que traspasó en pocos meses las fronteras nacionales, llegó hasta Bruselas y después hasta Wall Street, recogiendo en el camino el sentir de millones de habitantes del planeta, que dicen no al excesivo poder de las finanzas, y piden más transparencia y equidad en la vida pública, además de una mayor atención al problema ambiental. Pero, quizás para borrar estos peligrosos recuerdos de democracia directa, en plaza Cataluña se han plantado arbolitos de plástico con luces coloradas, que hacen juego con los chorros de agua de las fuentes, para las sonrisas en serie de las fotos japonesas. Con un claro mensaje subliminal: aquí no pasó y no pasa nada, ahora estamos con un gobierno de sólida mayoría, que de un momento al otro sacará de la manga la receta mágica para resolver la ecuación Austeridad más Crecimiento, justo mientras la Unión Europea hace malabares para no hacer hundir el euro y evitar su disolución. ¿Cuál será la receta? Despidos, cierres, privatizaciones. ¡Hala!
Pista de hielo a parte, Barcelona entre el 29 de noviembre y el 2 de diciembre ha sido anfitriona del Smart City Expo & World Congress, un congreso mundial de “ciudades inteligentes”, entre las cuales aspira a tener un puesto relevante. Se definen inteligentes (smart) las ciudades que saben optimizar los costes integrando y mejorando los servicios y a la vez disminuyendo drásticamente las emisiones de carbono. Una necesidad imperiosa pues la previsión del aumento de la temperatura en el planeta podría subir dentro del siglo XXI de 1,8 a unos terroríficos 4 grados, (el punto de no retorno) y están a la vista de todos los desastres que ya se están dando en el mundo por el cambio climático, desde lluvias torrenciales a sequías despiadadas, como la que está provocando una crisis humanitaria sin precedentes en Somalia y amenazando todo el Cuerno de Africa.
Hoy día vive en ciudades el 50 % de la población mundial, pero en el 2050, según las Naciones Unidas, lo hará
el 70% de los 9000 millones de habitantes que poblarán el planeta. Los consumos de energía resultará duplicado, justo cuando según el Protocolo de Kioto las emisiones globales de CO2 tendrán que ser reducidas en un 50%. Es evidente que deberán ser las ciudades a liderar, (sí o sí), el cambio de paradigma energético, para poder entregar a las generaciones futuras un planeta todavía vivible. Y el tiempo apremia. Sin embargo, la 17 Conferencia de las Naciones Unidas (Cop 17/Cmp7) sobre cambio climático, realizada en Durban (Sur África), para no hundirse en el fracaso total, ha aprobado un acuerdo de mínima estableciendo una hoja de ruta para trabajar el próximo año a un tratado legalmente vinculante sobre la reducción de emisiones, que deberá ser firmado en 2015, para entrar en vigor el 2020. Al acuerdo se han por fin sumado India, China y Estados Unidos, hasta ahora reacios a acuerdos internacionales, pero alargando de manera irresponsable los tiempos de actuación. También el Fondo Verde de 100.000 millones de dólares para ayudar a los países pobres afectados por el cambio climático, será efectivo solo a partir del 2020, si se cumple con las promesas. “Para salvar los bancos, hay miles de millones, pero nada para el clima”, ha acotado la ministra de Ecuador, M. Fernanda Espinosa.
De hecho, se trata de resultados muy pobres, para las decenas de organizaciones africanas de mujeres campesinas, sindicatos, organizaciones juveniles, que han acudido a Durban pidiendo justicia climática “para todos y para siempre”. Como ha señalado la surafricana Tessidi Du Toit, miembro de la Organización de Mujeres Campesinas, África es la mayor víctima del cambio climático, con sus tierras cada vez más secas, por la imprevisibilidad de las lluvias.
Es más: entre los 1500 millones de pobres que viven en el mundo con menos de un dólar al día, el 70% son mujeres, y siendo las principales productoras de alimentos en las economías de subsistencia, son las más afectadas cuando la sequía hace más escasa la leña y el agua, o sea deben recorrer más distancia para conseguirlas, y por eso las niñas dejan de asistir a la escuela. Igualmente cuando en las inundaciones aumentan las enfermedades debidas a la mala calidad de agua, son las mujeres que deben cuidar a los enfermos, y en las hambrunas en ciertos países se intensifica el matrimonio precoz de las niñas, para que al menos puedan comer. Otro dato escalofriante es el porcentaje de mujeres que mueren en los desastres como los ciclones del Bangladesh en 1991, donde fueron el 90% de las victimas, o el tsunami asiático del 2004, donde fueron entre el 70 y el 80%. De hecho, los informes de las Naciones Unidas desde unos años señalan como el cambio climático exacerba las desigualdades de género existentes, con efectos nefastos sobre la calidad de vida de niñas y mujeres pobres. Sin embargo, ha sido una mujer, la célebre física y economista indiana Vandana Shiva entre los primeros en denunciar el deterioro de la vida de las mujeres del sur del mundo, cuando un desarrollo excluyente, como la “revolución verde”, privilegia una agricultura tecnificada y contaminante de las grandes plantaciones, a costas de la agricultura de subsistencia practicada por las mujeres, (que ahora sería definida biológica y sostenible) Pero Vandana Shiva no se ha limitado a criticar una globalización que concentra recursos y riqueza y aumenta la pobreza, sino ha logrado movilizar millones de campesinos indianos contra las tarifas de comercio promovidas por el GATT, ha fundado un movimiento social de mujeres (Navdaya) para proteger la variedad de semillas contra su manipulación por las multinacionales; con el movimiento “Abraza un árbol”, logró parar a la deforestación de una extensa rea del Himalaya, y con la campaña Laxmi Mukti, ha promovido el acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra.
Bienvenidas entonces todas las iniciativas de ciudadanas y ciudadanos conscientes, sean individuos que administraciones, que apuesten a un ahorro energético y un uso más racional de los recursos, como se ha afirmado en Smart City Expo &World Congress de Barcelona. Las Smart Cities o ciudades “inteligentes”, son aquellas donde los edificios tendrán cubiertas solares, habrá calefacción de barrios, y reciclaje de agua; donde se usará cada vez más el coche eléctrico, no contaminante, recargable cada noche; donde el tráfico será fluido, pues unos sensores avisarán a los conductores, en sus smart fones o GPS como evitar atascos o encontrar parking disponibles; ciudades donde el agua de riego en los jardines públicos, irá exactamente donde se necesite, y en la cantidad justa; donde no se tendrá que hacer colas en las administraciones públicas pues los tramites se podrán hacer a través de la administración electrónica, y más delicias. Y no todo es sueño: las soluciones tecnológicas ya existen, aseguran arquitectos, urbanistas, empresarios y administradores públicos reunidos en el congreso: se trata sólo de tener la voluntad de aplicarlas, difundirlas, y seguir investigando para encontrar soluciones cada vez más eficaces. Por ejemplo en Barcelona, en el distrito 22 de Poble Nou (un área ex industrial destinada ahora a ser un polo de investigación e innovación) el arquitecto Ruiz-Geli ha levantado Mediatic, un edificio con estructura de acero y revestimiento de vidrio como tantos, pero lo ha protegido con membranas de teflón, un material plástico con características tales, que permiten un ahorro energético del 92%. Dentro del 2019, según una ley aprobada por el Parlamento europeo en el 2010, los edificios del continente deberán compensar la energía que consuman con energías renovables, ergo, ser autosuficientes. Con la estrategia “Europa 2020”, la UE se propone alcanzar el famoso 20-20-20, o sea para el año 2020 contar con el 20% de peso de las energías renovables, el 20% de reducción de las emisiones de CO2, y el 20% de mejora de la eficiencia energética.
Ya desde ahora en España es posible utilizar energía verde a través de unas compañías que la proporcionan, o generar energía gracias a tecnologías como la geotermia, o el sistema fotovoltaico que se amortiza en tres años. Por eso el Gobierno, en su último Consejo de Ministros, aprobó el Decreto de autoconsumo eléctrico, que permite la opción de aprovechar in situ la energía generada, descontando el excedente de energía que se entregue a la red, de la factura de la compañía comercializadora. España supera Francia e Italia en el uso de renovables (datos del Observatorios de Sostenibilidad en España-OSE), que han alcanzado hasta el septiembre del 2010 el 38% de la producción de electricidad, gracias sobre todo al crecimiento de la energía eólica. Sin embargo sigue ampliamente superada por países como Letonia, Suecia, Finlandia, Dinamarca y el vecino Portugal.
Frente al escaso compromiso de su gobierno en temas ecológicos, un ciudadano de New York, Colin Beavan, un joven padre de familia, ha decidido lanzar una piedra en el pantano y levantar el problema ambiental desde la Gran Manzana, volviéndose un “No impact man”. Si con las más comunes costumbres cotidianas, como prender una lavadora o una nevera, e ir en coche, provocamos emisiones de CO2, tenemos que evitarlas y encontrar otras soluciones, se ha dicho Colin. Entonces ha comenzado con botar los detergentes químicos y lavar la ropa en la tina pisándola con los pies y usando detergentes no contaminantes, ha producido abono y verdura orgánica en una huerta de la ciudad y ha llevado a su familia en triciclo en la Quinta Avenida… en fin, un sinnúmero de acciones originales que han suscitado animados debates en su país, en pro y en contra. (En Barcelona el documental “No Impact Man” ha sido presentado por los voluntarios de Eco-Unión, y se puede ver en la red).
También en las ciudades europeas hay síntomas de despertar, más allá del famoso caso de Samso, la isla danesa ya autosuficiente energéticamente. Londres, con frecuencia ahogada en el fog (niebla más smog), quiere reducir sus emisiones del 60% en 2025, Copenhague quiere convertirse en una ciudad a emisiones cero en 2025, y más ambiciosas aún, Munich quiere que todas las necesidades energéticas de sus hogares se cubran con renovables en 2014. En Italia, según el último informe de Legambiente, mil municipios (entre los 8094 existentes) han logrado la autosuficiencia energética gracias a viento, sol, biomasa o geotermía. En España Málaga es la vanguardia de las “ciudades inteligentes”, seguida por Barcelona, y Vitoria-Gasteiz, con su plan de eficiencia energética, ahorro de agua, uso de renovables y modificación de los hábitos de consumo de los habitantes, apuesta a ser la Capital Verde Europea en 2012.
Pero, es desde la sureña Alicante que viene la mayor sorpresa.
Desde el mes de abril, una planta piloto, la Bio Fuel System, (BFS) creada por el ingeniero francés Bernard Stroiazzo-Mougin, produce a precios competitivos un petróleo de buena calidad con un sistema que utiliza como materia prima microalgas, que alimenta con energía solar y CO2, (producido por una cementera). El petróleo en este caso de contaminante puede volverse beneficioso para el medio ambiente, pues absorbe el gas con efecto invernadero. Además, como subproducto del proceso, se obtienen ácidos grasos, los Omega 3, cuya demanda para reducir el colesterol está en aumento.
El proceso de producción de petróleo vía microalgas se puede dar en zonas donde la temperatura no baja de 5 grados ni pasa de los 45, por lo tanto en muchos países del Mediterráneo. “En un desierto de 360 kmq podríamos llegar a fabricar los 1,5 millones de barriles diarios que consume España”, asegura el ingeniero.
Con este sistema, la producción del petróleo que ahora contamina mares y selvas, sería más limpias, pero queda por resolver el problema de su combustión.
Por otro lado, el gigante chino, el mayor emisor de CO2 en estos últimos años, ha abierto las puertas a las energías renovables, un sector que entre otras ventajas, puede ofrecer grandes posibilidades de negocio. Otras iniciativas autónomas en este sentido vienen de países como México, Indonesia y hasta Rwanda.
En un modo u otro, está más claro que nunca que hay que cambiar de chips. Ya no se puede seguir con un modelo económico basado en consumos ilimitados de agua, de madera, de petróleo, de gas o carbón, para seguir produciendo bienes superfluos a consumirse en los países del Norte y las élites del Sur del mundo, como pistas de hielo en Ciudad de México o Barcelona, o ropa de moda para usar y tirar en menos de una temporada. Si hasta ahora, el mero interés cortoplacista ha llevado al caos a las economías occidentales, y el mundo al desastre ambiental, ¿no será la hora que más luces alumbren el crudo invierno de la economía? Pero luces “inteligentes”, creativas y responsables, una buena vez, esto sí, señoras y señores. El planeta, las campesinas africanas, las islas que se hunden, y el señor Oriol Benitez, nos lo piden a gritos.
