domingo 30 junio 2024

domingo 30 junio 2024

Ley y Orden (proxenetas)

Sylviane_Dahan_Raphal_Bianchi_

(Fotografia de Raphaël Bianchi)

OPINIÓN ( en francés a continuación del castellano)

Un cóctel molotov, un coche repleto de explosivos, una alerta de bomba… En las últimas semanas, el macro-prostíbulo Paradise de la Junquera, uno de los mayores de Europa, no gana para sustos. Si alguien dudaba de qué iba el negocio de la prostitución, aquí tiene la prueba : es una industria profundamente imbricada con el crimen organizado. Y esa gente no se anda con chiquitas a la hora de “ajustar cuentas” o disputarse un pedazo de pastel.

El historial delictivo del gerente del Paradise ha sido ya ampliamente aireado en la prensa. Desde luego, nadie puede creer que este proxeneta convicto sea más que un hombre de paja, tras quien se ocultan poderosos inversores cuya honorable reputación aconseja permanecer en la sombra. Y ¿qué decir de la catadura de esos “cobradores del pasamontañas y el fusil de repetición” ? Aquí tampoco cabe hablar de sorpresa. Cuando menos por cuanto a la policía se refiere : los mandos locales de los Mossos de Esquadra están perfectamente al día de los clanes mafiosos que operan en la zona transfronteriza. Son esas bandas de traficantes y proxenetas quienes controlan los flujos de muchachas, en su mayoría extranjeras, que abastecen los locales de prostitución. Esas redes delictivas gestionan el orden social en las carreteras de la comarca. Por saber, la policía conoce incluso a qué precio se alquilan las rotondas, cuando un clan desea “poner a trabajar a sus chicas” en una zona controlada por otra banda. No, no estamos hablando del Chicago de los años veinte, sino del Pirineo catalán, globalizado, de nuestros días.

Pero, si tales son el talante y los modales de estos “hombres de negocios” cuando dirimen sus desavenencias, ¿qué cabe esperar del trato que deparan a las mujeres prostituidas que explotan, ya sea en clubs o a pié de carretera ? Sin embargo, a pesar de la violencia extrema que reflejan los acontecimientos de estos últimos días – y en medio de toda la proyección mediática que han tenido -, nadie ha preguntado por las chicas. No tienen nombre, historia, temores o anhelos que merezcan ser relatados. Fugazmente, los reportajes televisivos nos han mostrado unas siluetas femeninas, erguidas sobre unos tacones vertiginosos, regresando de madrugada al “trabajo”, una vez disipada la alarma que había obligado a desalojar cerca de un millar de clientes. Urgía recuperar el tiempo perdido y restablecer la “normalidad”.

Ese silencio dice más sobre la realidad de la prostitución que cien discursos. A esas mujeres no se les supone identidad, ni voluntad propia. Se trata, simplemente, de mercancías. Tampoco hay mucha gente que se pregunte cómo y con qué consecuencias se deshumaniza a una mujer hasta convertirla en un objeto apto para el consumo sexual masculino. De hecho, no pocas voces – algunas envueltas en la dignidad de cátedras de sociología o antropología – niegan incluso este extremo, reivindicando a la menor ocasión el reconocimiento del “trabajo sexual”. Pues bien, La Junquera y sus alrededores brindan a estos apóstoles de la postmodernidad la oportunidad de realizar interesantes “trabajos de campo” : vayan al Paradise provistos de una grabadora, pregunten a una chica por alguna cosa que no sea el precio de un “servicio”… y verán qué poco tardan en conocer a unos fornidos caballeros que, de forma poco amena pero altamente persuasiva, les explican cómo funciona este negocio. Curiosamente, ninguna de estas voces, generalmente ruidosas y mediatizadas, se ha alzado estos días para manifestar la menor inquietud por el riesgo “laboral” añadido que supone para esas mujeres el terrorismo mafioso.

Quien sí que ha abierto la boca, estrenándose en el cargo, ha sido el Sr. Espadaler, nuevo conseller d’Interior de la Generalitat, y miembro destacado de la recatada y democristiana Unió Democràtica de Catalunya, el partido de Duran i Lleida. “¡Ni hablar de cerrar el Paradise !”, se apresuró a declarar, respondiendo así a la reclamación de la alcaldesa de La Junquera, deseosa como la mayoría de su población, de ver desaparecer el prostíbulo y todo lo que conlleva. “El local dispone de una licencia en regla y su actividad se ajusta a derecho.” ¡Y tanto ! El propio Tribunal Superior de Justicia de Catalunya así lo certificó, desestimando en su día el recurso de la alcaldesa y obligándola a conceder el permiso de obras correspondiente. Hasta tal punto que el gerente del Paradise se sintió suficientemente amparado como para amenazar al ayuntamiento con una demanda por daños y perjuicios… por los retrasos ocasionados.

Así, pues, las cosas están claras. La ley es la que es, y permite que el orden armado de los proxenetas reine en la zona. La policía tratará de evitar males mayores. O contará los puntos y recogerá los cadáveres, si acaba habiéndolos. En cualquier caso, el negocio rutilante de la prostitución debe seguir. Representa dinero, mucho dinero. Y hay mercancía disponible : los “chicos del pasamontañas” garantizan la renovación constante y la disciplina de un contingente de mujeres jóvenes, procedentes del Este, de África o América Latina. Pocos saben su verdadero nombre. No tiene mayor importancia. Cuando nuestros responsables políticos hablan de “seguridad”, no piensan en ellas. Como las mercancías, son perfectamente prescindibles y sustituibles.

Al otro lado de la frontera, de donde procede buena parte de la “clientela”, numerosos representantes locales, movimientos feministas, sindicalistas… muestran ya su alarma ante el impacto tremendamente negativo que, desde el punto de vista del respeto a los valores de igualdad, están teniendo la banalización y la expansión de la prostitución, especialmente entre la juventud [2]. Ahora que tenemos abierto el debate en Catalunya acerca de un Estado propio sería un buen momento para plantearnos si queremos o no que ese Estado sea un régimen proxeneta – y qué lugar pretendemos que ocupe en Europa. O si, por el contrario, queremos un país comprometido con la igualdad y los derechos humanos. Y que, por lo tanto, sea solidario con las mujeres, promueva su auténtica libertad, su acceso a un trabajo digno… al tiempo que persigue implacablemente la explotación sexual. En un país democrático, la prostitución no puede ser un derecho del hombre. Algunos bravos prohombres que, desafiando el furor de España, prometen llevarnos a Ítaca, se muestran sumisos ante las sacrosantas exigencias de los bancos – por mucho dolor social que ello represente – y respetuosos con las leyes que favorecen a las industrias del sexo – por mucha violencia que conlleven para las mujeres. ¿Qué tal si llevásemos la rebeldía democrática a todos los frentes… y empezamos por cerrar los prostíbulos ? El Paradise, el primero.

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Catalogne : loi et ordre (des proxénètes)

 

Un cocktail Molotov, une voiture bourrée d’explosifs, une alerte à la bombe… Ces dernières semaines, le Paradise macro-bordel de La Jonquera, l’un des plus grands d’Europe, a fait parler de lui. S’il y avait des doutes sur les dessous de la prostitution, voici la preuve qu’il s’agit d’une industrie étroitement liée au crime organisé. Et ce milieu ne badine pas sur les moyens quand il s’agit de « régler des comptes » ou de se partager un morceau du gâteau.

L’épais casier judiciaire du patron du Paradise a été largement diffusé dans la presse. Personne ne peut croire que ce proxénète, condamné par maints trafics, soit autre chose qu’un homme de paille derrière lequel se cachent de puissants investisseurs dont l’honorable réputation conseille de rester dans l’ombre. Et que dire de ces « collecteurs de fonds » masqués et armés de fusils à répétition ? Ici, il n’y a pas non plus de surprise. Du moins, pas pour la police : les Mossos d’Esquadra – la police catalane – sont parfaitement au courant des clans mafieux opérant dans la zone frontalière. Il s’agit de gangs de trafiquants et de proxénètes qui contrôlent le flux des filles, pour la plupart étrangères, qui échouent dans l’industrie prostitutionnelle. Ces réseaux criminels gèrent l’ordre social sur les routes de la région. Les policiers savent à quel prix sont loués les ronds-points, quand un clan décide de « mettre au travail » ses filles dans une zone contrôlée par une autre bande. Non, nous ne parlons pas de la ville de Chicago des années vingt, mais des Pyrénées catalans au temps de la mondialisation.

Mais si tels sont l’état d’esprit et les mœurs de ces « hommes d’affaires », à quoi peut-on s’attendre pour ce qui est du traitement accordé aux femmes prostituées, que ce soit dans les nombreux clubs de la région ou en bordure de route ? Cependant, en dépit de l’extrême violence que reflètent les événements de ces derniers jours – et malgré leur projection médiatique, aussi bien dans la presse écrite que dans les différentes chaînes de télévision – personne ne s’est inquiété des filles. Elles n’ont pas de nom, d’histoire, de craintes ou de désirs qui méritent d’être mentionnés. Fugitivement, des reportages télévisés ont montré des silhouettes de femmes, debout sur des talons vertigineux, à l’aube, revenant au « turbin » une fois dissipée l’alarme… qui avait forcé l’évacuation de près d’un millier de clients qui avaient choisi cet endroit pour fêter l’arrivée du Nouvel An. De toute évidence, il fallait que les filles « rattrapent le temps perdu » sitôt rétablie la « normalité ».

Ce silence en dit plus sur la réalité de la prostitution que cent discours. On ne reconnaît à ces femmes-là ni identité, ni volonté. Il s’agit de simples marchandises. Personne ne se demande par quels moyens et avec quelles conséquences on peut déshumaniser des milliers de femmes jusqu’à en faire des objets propres à la consommation sexuelle masculine ? C’est plus souvent que l’on peut entendre des voix – drapées y compris de la dignité que confèrent les chaires de sociologie ou d’anthropologie – niant systématiquement cet extrême et revendiquant à chaque occasion la pleine reconnaissance et la normalisation du « travail sexuel ». Eh bien, La Jonquera et ses environs fournissent à ces apôtres de la postmodernité l’occasion de réaliser un intéressant « travail de terrain » : qu’ils aillent, par exemple, au Paradise munis d’un magnétophone et qu’ils essayent de s’entretenir avec une fille sur un sujet au-delà du prix d’un service… ils feront bientôt la connaissance de quelques gaillards qui leur expliqueront, de manière peu amène mais convaincante, en quoi consiste cette entreprise du loisir masculin. Aucune de ces voix favorables à la normalisation de la prostitution – bien sûr, toujours au nom des « droits des travailleuses du sexe » -, des voix généralement médiatisées, n’a été entendue ces jours-ci. Aucune voix exprimant le moindre souci à propos du risque « professionnel » ajouté que représente pour les femmes le terrorisme mafieux.

Qui, par contre, s’est exprimé sans ambages sur le sujet a été M. Espadaler, nouveau Conseiller d’Intérieur de la Generalitat, et membre éminent de la sage et très démocrate-chrétienne Union Démocratique de Catalogne, le parti de Duran i Lleida. « Pas question de fermer le Paradise », a déclaré sans délai, en réponse à la demande formulée par Sònia Martínez, maire de La Jonquera, désireuse comme la plupart de la population de cette ville frontalière, de voir disparaître le bordel et tout ce qui s’y associe. « Le club dispose d’une licence en règle et son activité s’en tient à l’actuelle législation. » Et comment ! La Haute Cour de la Catalogne elle-même l’avait ainsi certifié, rejetant la plainte de mairie de la Jonquera et la sommant d’octroyer aux promoteurs du Paradise le permis de construire nécessaire. Tant et si bien que le gérant du Paradise s’est senti assez couvert pour menacer la mairie d’une action en justice, réclamant dommages et intérêts pour les retards administratifs subis.

Les choses, donc, sont claires. La loi est ce qu’elle est, et permet que les bandes de proxénètes fassent régner l’ordre dans la région. La police tentera d’éviter de plus grands maux. Ou bien elle va compter les points et ramasser les cadavres, s’il finit par y avoir des morts. Dans tous les cas, l’entreprise étincelante de la prostitution doit se poursuivre coûte que coûte. Elle représente de l’argent, beaucoup d’argent. Et il y a des marchandises disponibles : les « garçons en cagoule » garantissent le renouvellement constant et la discipline d’un contingent de jeunes femmes en provenance d’Europe de l’Est, d’Afrique ou d’Amérique latine. Peu de gens connaissent leur vrai nom. Mais peu importe. Lorsque nos gouvernants parlent de « sécurité », il n’est nullement question de ces filles-là. Comme les marchandises, elles sont parfaitement disponibles et interchangeables.

De l’autre côté de la frontière, d’où provient la plupart des « clients », de nombreux élus locaux, des mouvements féministes, des syndicalistes … s’alarment de l’impact extrêmement négatif que, du point de vue du respect des valeurs d’égalité, représentent la banalisation et l’expansion de la prostitution dans la région, en particulier chez les jeunes [1]. Maintenant que nous avons un débat ouvert en Catalogne sur l’indépendance et l’État que nous voulons, ce serait un bon moment pour décider si nous souhaitons que cet État soit un régime proxénète – et pour savoir quelle place référentielle voulons-nous que notre pays occupe en Europe. Ou si, au contraire, nous aspirons à une République démocratique, attachée à l’égalité et à la défense des droits de l’Homme (et de la Femme). C’est-à-dire, un régime qui soit favorable aux femmes, qui défende leur vraie liberté, leur accès à un travail digne… et qui bannisse et poursuive sans relâche toutes les formes d’exploitation sexuelle. Dans un pays démocratique, la prostitution ne peut pas être un droit de l’homme. Aujourd’hui, ne manquent pas chez nous les dirigeants politiques qui se disent prêts à braver courageusement la colère de l’État espagnol et qui, au travers d’un périple épique, promettent de nous emmener jusqu’à une Ithaque indépendante. Malheureusement, ces mêmes Ulysse se soumettent volontiers à la sacro-sainte exigence de sauver les banques – malgré l’énorme douleur sociale que cela représente – et au respect des lois qui assurent la prospérité des industries du sexe – malgré l’extrême violence que cela suppose pour les femmes. Pourquoi ne portons-nous pas la rébellion démocratique sur tous les fronts … en finissant avec les maisons closes ? Le club Paradise, en premier.

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Tona Gusi

Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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