OPINIÓN
Escribo este artículo en un revuelo de indignación y conmoción. Una mujer más. Otra. Y otra.
?Como sacos de bellotas desplomados y hacinados, las asesinadas por violencia de género suman la obscena cifra de 35 mujeres en lo que va de 2022 en el Estado español. El número 35 fue el de Abigail, en las Islas Canarias, ahora ya son 36: Adoración G.G., a quien nadie podrá adorar, tenía 29 años cuando la madrugada del pasado domingo —el 23 de octubre— fue degollada en su casa, en Alcoy (Alicante), por su pareja sentimental (¿por qué le denominan “pareja sentimental”, los medios de comunicación?). El asesino, Guillermo V.M., 28 años, todavía está vivo después de intentar suicidarse, lanzándose el carcamal desde el quinto piso, en el que él y la Adoración (pobrecita) vivían desde hacía poco más de un año. Mujeres asesinadas en manos de hombrecillos enrabietados por el hecho de que las mujeres, sus parejas, se comportan como seres humanos, con independencia, con derechos y deberes, y no como perras domesticadas.? Las agresiones a las mujeres por el mero hecho de serlo tiene muchas caras.
Desgraciadamente, más que las posibilidades del rompecabezas mecánico de Rubik. Una de ellas se esconde en los violadores que pululan como mosquitas muertas. Dos ejemplos cogidos al vuelo: en Pamplona ha sido detenido el violador de una joven que la madrugada del 18 de septiembre tornava sola a su casa y, en Barcelona, ??hoy martes, juzgan a un violador que se disfrazaba de repartidor de comidas a domicilio. Aprovechaba el uniforme para colarse detrás de mujeres que entraban confiadas en el portal de sus respectivas casas. Una vez dentro, el cabronazo las acorralaba y violaba. Esto ocurría entre noviembre de 2020 y enero de 2021.Otra cara de las agresiones a las mujeres se hunde en la jungla de las redes sociales.
Aplaudo y aliento la iniciativa liderada por la Universidad de Lleida, iniciativa que también empujan las universidades Pompeu Fabra de Barcelona, ??Complutense de Madrid y Guadalajara en México: se trata de un estudio internacional cuyos investigadores han recopilado, con tan sólo dos años, la escalofriante cifra de más de medio millón de publicaciones misóginas en Twitter, Facebook e Instagram; de una forma más o menos evidente, de una forma más o menos vejatoria estas publicaciones agreden a las mujeres.
Son mensajes que presentan una tendencia ideológica y psicológica de menoscabo de la mujer como sexo y de rebote sobre todo lo considerado femenino. Y muchas de estas publicaciones ponen de manifiesto una evidente aversión hacia las mujeres o directamente odio. A veces parecen de baja intensidad pero, por su universalidad, son de un calado profundo y desgarrador. Una de las publicaciones que analiza el estudio es un tuit que cuestiona la necesidad de ser del Ministerio de Igualdad. ¡Qué patetismo circula por la red!
El trabajo pretende dilucidar un doble objetivo: determinar qué perfiles se esconden detrás de estos discursos estremecedores en contra de las mujeres, discursos y mensajes antifeministas por ontonomasia, y detectar si tienen alguna vinculación con las esferas político-ideológicas de extrema derecha.
El objetivo final no puede ser más loable y prometedor para un futuro que se afana por mejorar: elaborar una guía con pautas que sirvan de instrumento para instituciones y asociaciones con las que combatir este cáncer misógeno que crece en las redes sociales ya que actualmente no existe ningún protocolo con criterios unificados para atacarle.
El estudio también determinará si es mejor contestar a estas publicaciones o contrariamente es mejor obviarlas para no expandirlas. Ante las tormentas de mierda, de rayos y truenos, soy del parecer de hacer mutis. Como en los bombardeos, ponerse los cascos o, cómo llevan los burros, ponerse orejeras y adelante. Ni caso.