miércoles 17 julio 2024

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Las cosas por su nombre: violación múltiple

 

 

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OPINIÓN

El caso paradigmático sobre este tema resonó hace un tiempo en muchos portales de noticias.

 

Sucedió en Pamplona, España, el 7 de julio de 2016, cuando en horas de la madrugada un grupo de cinco hombres violó a una joven de 18 años. Mientras en la ciudad se celebraban las fiestas de San Fermín y las corridas de toros, la víctima intentaba huir de los cinco depredadores sexuales. Desde entonces, se inició un proceso judicial que, tras varias vueltas, terminó con la confirmación de la condena del Tribunal Supremo, que elevó la pena a 15 años de prisión después de considerar que sí existió agresión sexual de parte de los cinco hombres. Con esto, revocó las sentencias anteriores, que consideraban que había existido abuso sexual pero no violación. Corría el 21 de junio de 2019. Recientemente salió a la luz evidencia que incrimina al menos a algunos de sus participantes en filmaciones de violaciones, para su posterior difusión a través de distintas redes sociales.

Un hecho similar ocurrió en Argentina hace apenas unos días. En la localidad de Luján, provincia de Buenos Aires, una joven menor de 17 años fue encontrada en estado de shock el centro de la ciudad, en la Plaza Colón. Según informa Página/12, el domingo por la noche la adolescente estaba asustada, desorientada y con muchas manchas de sangre. De acuerdo a lo poco que se sabe a partir de sus breves declaraciones, luego de salir del boliche, la joven y una amiga se encuentran en una casa con siete hombres, donde pierde el conocimiento, por lo que no tiene un recuerdo acabado de lo ocurrido. En el Hospital Municipal, a donde fue trasladada por los efectivos policiales, pudieron corroborar que tenía lesiones de índole sexual.

Según informó el medio digital Infobae, la menor habría nombrado a siete hombres como presuntos violadores. En horas del martes por la noche, cientos de personas, mayoritariamente mujeres, se movilizaron al centro de la ciudad de Luján para exigir justicia y cárcel para los culpables.

Empieza a resonar en las redes, en los medios gráficos, digitales y audiovisuales, el concepto de La Manada para referirse al caso. “La manada”, como dice la periodista Isabel Valdés en el diario El País, es un sobrenombre que se utiliza para hablar, y matizar, la violación múltiple. En su artículo Anatomía de dos “manadas”, ella sostiene que es un tipo de violencia que creció y se multiplicó en el último tiempo, y que, si bien no hay perfiles definidos en torno a los autores, si pueden establecerse determinadas pautas que se repiten: mayoritariamente los agresores son jóvenes; hay un contexto determinado donde se desarrollan los hechos, la respuesta de los agresores y la culpabilización de la víctima.

Por supuesto, no es unicausal la respuesta a este tipo de violaciones. Pero es importante señalar, como bien hace Valdés en su escrito, que hay determinados factores que inexorablemente influyen y contribuyen a este tipo de práctica: una industria cinematográfica porno que produce contenidos cada vez más violentos; una cultura del sexo agresiva donde se enfoca en prácticas grupales de sometimiento y desde edades tempranas; la banalización de la violencia por parte de la juventud, puesto que son generaciones que se han criado con pantallas cargadas de violencia simbólica, psicológica y física; la construcción social y significativa del cuerpo de la mujer como una “cosa” de usufructo exclusivamente masculino.

Prolifera en nuestra sociedad la cultura de la violación, donde el rol de la industria porno es un factor determinante en la formación sexual de las nuevas generaciones. Hay una frase que dice que “Sin ESI a tus hijos los educa el porno”. Pues, si bien no sobredimensionamos el rol que tiene esa industria en la construcción de sentido común (y tampoco la dejamos de lado), consideramos que es un eslabón más de la compleja red social y cultural que contribuye a este tipo de prácticas depravadas, donde un grupo de hombres, mayoritariamente jóvenes (sobre todo a partir de ciertas declaraciones que se dieron a conocer con el caso de Pamplona), toman a la violación como un juego entre amigos, y violentan a la mujer, en este caso, mediante la violación.

Y siempre se vuelve sobre la víctima, con discursos acartonados, pero siempre violentos: que qué hacía ahí a esas horas, cómo va a ir a una casa que no conoce, quién la manda a juntarse con esa gente, por qué toma, por qué se droga, etc. Se pone el foco ahí, en los estereotipos que dictan cómo una mujer debe ser y comportarse en la cultura patriarcal.

A lo ocurrido en Luján debemos sumarle lo ocurrido en el Camping Los Naranjos, en la ciudad de Miramar, a principios de 2019, donde una adolescente de 14 años denunció que cinco hombres abusaron sexualmente de ella. O los hechos de Villa Elisa, La Plata, donde una menor de 15 años denunció que fue atacada por siete hombres encapuchados. Y los casos siguen…

“Es un comportamiento de enorme brutalidad, pero es una manifestación claramente de las ínfulas patriarcales que están en el depósito de esas subjetividades masculinas, donde aparece esta crueldad en el que la otra es una cosa con la que pueden hacer lo que quieran y es patrimonio del grupo de varones” sostiene Dora Barrancos.

El feminismo ha desnaturalizado la violencia contra las mujeres, para discutir y erradicar de una vez toda práctica, cual fuera, que no sea consentida y acordada previamente, tanto en el orden público como privado. Es un terreno en el que está ganando, pero no sin ciertas resistencias. El patriarcado como sistema de poder se resquebraja, pero aún no se rompe. Entonces, construye, culturalmente hablando, nuevas maneras de adoctrinar y disciplinar la “desobediencia” de las mujeres (que es, al fin de cuentas, respeto e igualdad de derechos). “La manada”, término que, mediáticamente vende mucho, es una violación múltiple, y es una práctica que se hace cada vez más popular entre un sector de los hombres, donde la pérdida de privilegios saca a flor de piel lo más instintivo e irracional del machismo cultivado desde el nacimiento en nuestras sociedades.

No son prácticas aisladas, son dispositivos disciplinadores para aplicar sobre una parte de la sociedad que se cansó de los privilegios de los hombres.

 

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Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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