Estoy convencida de que el mundo del deporte es el penúltimo reducto del sexismo en este país, y ello por diversos motivos y todos encadenados hacia un resultado final: la invisibilidad de la mujer. Si nos atenemos al tratamiento que ofrecen los medios de comunicación, la mujer deportista apenas existe y solo aparece como protagonista cuando ignorar sus éxitos se hace poco menos que inevitable. Ha tenido más repercusión mediática el pulpo Paul, que en paz descanse, que Edurne Pasaban, o la medalla de bronce de la selección femenina de baloncesto.
Aparecen con más frecuencia las cheeleaders en las retransmisiones televisivas que las mujeres de cualquier equipo que participan en competición europea. En los diarios deportivos es más habitual la presencia de cuerpos femeninos semidesnudos en actitud descanso del guerrero que la imagen de una mujer en pleno esfuerzo deportivo.
Los programas y leyes de Igualdad que desarrollan las diferentes administraciones públicas son papel mojado cuando se llega al deporte, incluso cuando se trata de medios informativos públicos. ¿Un ejemplo? Solo el 2,6% de los espacios deportivos de TV3 y el Canal 33 reflejan la actividad femenina, es decir, las dos televisiones ignoran sistemáticamente a la mujer. El dato al que hago referencia corresponde a un estudio realizado en el 2008 por encargo del Institut Català de les Dones (ICD) y hecho público hace apenas 15 días. ¿Cambiará la programación deportiva de TV3 y el C33 tras quedar en evidencia su sexismo? A la vista de lo que nos ofrece la pantalla no parece que haya propósito de enmienda.
M. Eugènia Ibáñez es periodista