sábado 27 abril 2024

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La experiencia de Magín sale a la luz en Cuba

 

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Es tiempo de contar esta historia” señala el subtítulo del libro Magín, que acaba de presentarse en la Casa de las Américas de La Habana. Las protagonistas han considerado, veinte años después de su experiencia, que el trabajo de la Asociación de Mujeres Comunicadoras, debe conocerse en Cuba. Magín significa inteligencia y es un juego de palabras entre imagen e imaginación.

 

Treinta y cuatro mujeres y un hombre dan su testimonio en la publicación coordinada por Daisy Rubiera y Sonnia Moro. Allí se recoge la experiencia de un centenar de profesionales en diversas áreas que “coincidieron en la necesidad y la urgencia de permear con enfoques de género los productos de comunicación social” para poder “cambiar la imagen que de las mujeres difundían los medios, la propaganda y la academia” cubana.

El libro se publica ahora porque es cuando la Asociación de Mujeres Comunicadoras ha tenido las contribuciones suficientes para costearlo en una imprenta independiente. Ellas procuraron hacerlo con editoras formalmente reconocidas, pero siempre encontraron excusas o ninguna respuesta, en palabras de Mirta Rodríguez Calderón a La Independent.

 

Primer Encuentro Mujer y Comunicación

En el año 1993 se convocó en la isla el primer Encuentro Mujer y Comunicación a la que asistieron mujeres de varios países latinoamericanos. Xiomara Blanco explica en el libro que “las cubanas hicimos un papel bastante deslucido… nosotras hablábamos de telenovelas… ellas hablaban de feminismo, rol de género, conciencia de género”. La mexicana María Guerra fue “una de las mejores” ponentes… pero “yo no sabía lo que ella quería decir cuando hablaba de roles de género; quedé impactada por algo tan exacto, lógico, sencillo. Elemental. Y tan ignorado por estos lares”… “Gracias a Magín –prosigue Blanco- descubrí que tenía conciencia de género y no sabía que era. Aprendí a metodizar lo que sentía y no sabía canalizar. Tener una conceptualización de criterios que ejercía sin saberlo”.

“Fui la coordinadora general por decisión del Comité Gestor”, anota Mirta Rodríguez Calderón. “La idea fue cocinada, muy tibiada, con mucho énfasis por tres personas… la directora de la editorial Pablo de la Torrente, Irma Armas, la otra es una muy destacada directora de televisión, una vieja combatiente que se llama Xiomara Blanco y la tercera persona fui yo”… Nosotras, añade, “siempre decíamos somos mujeres del presente con pensamientos del futuro“.

“En la biblioteca que existía en la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC)… nos reunimos Mirta Rodríguez Calderón y yo” escribía Irma Armas (fallecida después de la publicación del libro), “para conversar sobre la necesidad de ofrecerles cursos y seminarios a las mujeres periodistas sobre el tema de género tratado y maltratado a veces”. Porque “era difícil que en la primera página de los diarios nacionales, la TV y la radio apareciera el reflejo de una mujer destacada… la mayoría de los dirigentes hombres no reconocían los valores de la mujer cubana y ponían obstáculos para nombrar una jefa de departamento, ministra u otro cargo de responsabilidad”.

 

 

Apoyo del centro peruano Flora Tristán

El Comité Gestor se creó el 15 de marzo de 1994 para constituir la Asociación de Mujeres Comunicadoras con el objetivo de organizar las actividades con esa nueva mirada. Pero ya desde 1993, se habían desarrollado distintos cursos-talleres sobre feminismo y autoestima por parte de una experta del centro Flora Tristán de Perú.

“Eran técnicas de Educación Popular latinoamericanas”, nos explica en La Habana Isabel Moya, directora de la revista Mujeres.  “Compartían las experiencias desde lo personal en talleres de autoestima. Este grupo de mujeres participaba dos veces al mes los jueves, o bien trabajando en los temas que les tocaban tratar, o compartiendo sus saberes y siempre transversalizando el género. Todas llevaban sus saberes, aprendiendo y aportando al resto.” Orieta Cordeiro nos indica Moya, “desde los talleres de Magín cambió la radio y su propia vida”; la profesora “Niurka Pérez introdujo el género en la ruralidad e incorporó a mujeres talentosas y creativas de diferentes mundos”.

 

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En poco más de 3 años de vida se realizaron 50 temas, entre ellos, sexismo en el lenguaje; imagen racial en los medios, mujer y cambio; jineterismo y prostitución; estereotipos comunicativos sexistas y otros. Pudo adoptarse un Programa de Desarrollo con el apoyo de la sección de UNICEF en La Habana y otras agencias del sistema de Naciones Unidas, además de la oficina regional del Caribe de Oxfam-UK. Se trataba crear productos comunicativos con enfoque de género y cuando se actualizó el Programa en 1996 nacieron los Equipos de Estudio y Creación con temas como la imagen de la mujer en los medios publicitarios; Identidad, género y raza en la comunicación; Red Magín/comunicaciones de género; Ecogénero; Género, mujer y sexualidad… y “muy especial fue el de ‘Que nadie se entere’… que trabajaba en la dirección de quebrar silencios alrededor de la violencia contra la mujer”, anotan las recopiladoras del libro.

Al parecer, se realizaron sin éxito los trámites para la solicitud del status jurídico de Magín del Programa de Desarrollo y, en septiembre de 1996 “algunas integrantes del Comité Gestor de Magín fueron convocadas a una reunión en el Comité Central del Partido, donde se manifestó no sólo que no alcanzarían su sueño de contar con la oficialización de su asociación, sino que debían desactivarse”, se indica en el prólogo.

 

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Una desactivación nunca aceptada

“Éramos mujeres de muchas miradas y con vidas profesionales hechas, competentes… y triunfadoras en su vida personal”, señala Rodríguez Calderón, en el libro. Ella relata que asumieron “con inconformidad, pero con madurez la desactivación que ocurrió cuando nos convocaron al Comité Central del Partido para comunicarnos que no era oportuno en ese momento dar reconocimiento formal a Magín”.

En declaraciones a La Independent, Mirta Rodríguez Calderón señala que “usamos el término desactivada porque nunca aceptamos que nosotras incurríamos en acciones que podrían determinar nuestra omisión o supresión y, mucho menos, contra la revolución. Aunque la explicación fue que en ese momento ‘el imperialismo’ estaba tratando de seducir a intelectuales y grupos independientes. Eso era cierto, pero a nosotras nos molestó mucho que se nos considerara ‘seducibles’. No éramos, ni jamás fuimos ‘mujercitas de mierda’. Éramos y somos militantes de la Revolución. Todas las que entonces teníamos edad para eso, fuimos clandestinas. Pero, obviamente, el hecho mismo de que éramos comunicadoras determinaba que tuviéramos criterios que no siempre eran de anuencia”.

En este sentido se expresaba Irma Armas, al afirmar en el libro que las actividades de Magín provocaron “preocupación en algunos cuadros del Departamento Ideológico el Partido”. Al parecer pensaron que varias organizaciones internacionales podrían “ofrecer conferencias y veneno. Me explicaron que era necesario no continuar con el proyecto de Magín, aunque tenía muy buenas intenciones, pero no podría recibir financiamiento internacional”. En ese momento el país “atravesaba por serios problemas económicos y se requería el mayor esfuerzo posible para salir de esa etapa y en ello las mujeres cubanas debían estar más unidas que nunca”.

 

 

La terrible década de los noventa

Isabel Moya, también directora de la Editorial de la Mujer de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), contaba a La Independent que “la década de los 90 fue complicada a nivel material, pero también en la subjetividad: buscabas superarte o aplicabas el sálvese quien pueda”. Por otro lado, “hubo una agresión política al proyecto social cubano” pues Estados Unidos creo nuevas leyes contra la isla. “Desde Martí, recordaba, aquí hemos aprendido siempre a protegernos de la agresión externa”.

Eran, en efecto, los terribles años noventa. En la isla se vivía, más bien se sufría, una crisis sin precedentes, ocasionada por el derrumbe de la Unión Soviética y el CAME (Comité de Ayuda Mutua), el mercado común de los países socialistas donde estaba integrada Cuba, junto a los países del este de Europa. La isla vio reducidas sus importaciones y exportaciones en más de dos tercios y ello condujo a una penuria de combustibles, productos básicos y de alimentación que cambió radialmente la vida cotidiana de las personas. En especial la de las mujeres.

Pese a ser más del 60% del personal técnico y profesional gracias a la revolución, muchas mujeres abandonaron el trabajo y regresaron al hogar para, “casi en un acto de magia e inventiva, sostener la higiene, la salud y la vida de su núcleo familiar; unas emigraban, otras se quedaban, algunas se prostituían y la gran mayoría resistía el golpe de la crisis para sí y para los suyos”, señala la periodista de SEMlac Sara Más en la introducción del libro.

La opinión de Irma Armas en el libro es mas agria: quizás “nos adelantamos al tiempo, pero desgraciadamente se dejaron de hacer cosas importantes y hoy todavía la mujer cubana, con mucha libertad y posibilidades de desarrollo, sigue haciendo el trabajo de la calle, pero cuando llega a la casa, debe hacer la comida, lavar, limpiar y atender a la familia. Muchas veces el esposo está viendo la televisión.”

 

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