sábado 14 diciembre 2024

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Impacto colateral del Covid-19 para mujeres de África y 114 países

 

 

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La pandemia del coronavirus tiene un mal pronóstico para muchas mujeres de los países no desarrollados que viven del comercio diario. En muchos territorios se notará, como en Europa, la falta de material por la ruptura de las cadenas de producción, suministro y distribución y quizás también, la ausencia de personal sanitario. Sin embargo, la pérdida de sustento las acercará a un mayor riesgo de infección si siguen trabajando en las calles y mercados.

 

 

 

7 millones de embarazos no deseados

Pero lo más catastrófico, según señala el Fondo de  Población de la ONU (UNFPA)es que se retrasarán los programas y proyectos que apoyaban a las Clínicas con servicios de salud sexual y reproductiva para las mujeres. Y este augurio dibuja un aumento de embarazos no deseados en 114 países de renta baja y media, por la falta de anticonceptivos. Y la UNFPA ha puesto datos: “47 millones de mujeres dejarán de tener sus métodos de planificación familiar en los próximos seis meses o más, lo que significaría unos 7 millones de embarazos no deseados”.

Además de la UNFPA, han participado en la investigación la  Johns Hopkins University  y  la organización Avenir Health  ambas norteamericanas, además de la australiana Victoria University. Todas estas instituciones coinciden en señalar que la interrupción del uso de los anticonceptivos supondrá un enorme retroceso en los avances conseguidos por las mujeres en dos décadas, pues ellas habían duplicado su consumo (en 2018 los usaron 840 millones por los 470 del año 1990).

 

Hay que recordar aquí que África ya vio suspendidos, o duramente recortados, sus fondos en los Programas sobre anticonceptivos, prevención de enfermedades de transmisión sexual y control del VIH/SIDA, con la llegada de la Administración Trump, que hizo lo mismo en su país con las organizaciones sin ánimo de lucro que realizan pruebas de detección del cáncer y practican abortos. El más afectado fue el mayor grupo de planificación familiar en Estados Unidos: Planned Parenthood.

 

 

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 Una clinica en Sierra Leona_ Foto Kate Holt (UNICEF)

 

Retrasos ante el matrimonio infantil y la Mutilación Genital

La directora ejecutiva del Fondo de  Población de la ONU, la doctora  Natàlia Kanem admite que “son cálculos provisionales que dependerán de cómo evolucione la pandemia”, pero señala que “los datos muestran el catastrófico impacto que puede tener pronto el Covid-19 en las mujeres y las niñas de todo el mundo”. Y añade que los programas para erradicar la mutilación genital femenina (MGF) y la prevención del matrimonio infantil sufrirán, igualmente.

 

Porque la UNFPA teme que “la recesión económica tenga un gran impacto en los niveles de pobreza en los países de bajos ingresos”, donde es más frecuente el matrimonio infantil “ya que se utiliza para aliviar la carga económica de las hijas” y de las familias. La directora Kanem calcula que “2 millones de niñas podrán ser mutiladas y 13 millones de menores de edad forzadas a casarse”, entre 2020 y 2023 y prevé una reducción de 1/3 en el progreso hacia el final de la MGF para 2030. Cosa que, según la UNFPA, podría evitarse, si no se redujeran los esfuerzos en estos programas preventivos.

Este futuro tan poco alentador lo confirman las organizaciones humanitarias que trabajaron en el terreno durante la epidemia del ébola en el África Occidental desde 2014. Entre ellas, Plan Internacional  ha  confirmado que fueron las niñas y las mujeres jóvenes las más afectadas por el desvío hacia aquel brote hemorrágico, de los fondos esenciales para  su atención y sus embarazos. Por otro lado, confirma que las familias con escasos recursos económicos “empezaron a recurrir a matrimonios forzados o precoces (aparte que) la tensión familiar aumentaba el riesgo de violencia sexual o de género en el hogar”. También se registró “un aumento de relaciones sexuales a cambio de bienes o comida para sobrevivir”.

 

 

La mortalidad materna aumentó el 75% con el ébola

Susan Papp y Marcy Hersh, abogadas e investigadoras de  Women Deliver,  claman contra esas ‘consecuencias desastrosas’ de los desvíos de servicios y fondos en otra parte del continente porque “el brote del ébola en África Oriental demostró que las actividades para limitar la enfermedad pueden desviar al personal y los recursos de otros servicios que necesitan las mujeres”. Y le ponen cifras: “la mortalidad materna en esa región aumentó el 75% durante la epidemia y la cantidad de mujeres que daban a luz en hospitales y clínicas cayó al 30%”. Por eso, exigen que no se interrumpan los servicios básicos de salud materna, sexual y reproductiva” porque las mujeres necesitan la asistencia “de expertos para los partos, protección contra la violencia de género, anticonceptivos y abortos seguros” que, además, afirman, suelen aumentar durante los brotes epidémicos.

 

ONU Dones  ratifica a su vez, que esos retrasos o desvíos de fondos y servicios aumentan la mortalidad femenina en el parto y el embarazo, si pasa, como ocurrió en Sierra Leona, (con los índices más altos del mundo en mortalidad materna) cuando se derivaron los recursos sanitarios a la atención de la epidemia del ébola entre 2014-2016. Y eso, sin contar que las actuales medidas de confinamiento ante el Covid-19, desalienten de visitar sus centros de salud a las mujeres de las zonas rurales, o a las que viven en las periferias y ghettos (slums) de las grandes ciudades africanas, por el miedo a infectarse.

 

 

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Mapa de la Malaria en el mundo_foto OMS i ElPais

 

20 años de regresión en la lucha contra la malaria 

O puede suceder que esta crisis se superponga a las ya existentes en algunos países y la obligación de reducir la movilidad afecte, a su vez, al reparto de mosquiteras en aldeas y poblaciones africanas o impida que las personas enfermas con fiebre puedan acudir al hospital y no se les diagnostique una malaria, la enfermedad que provoca 200 millones de casos al año y mata a casi medio millón de personas globalmente, el 90% de las cuales están en el continente africano. Así lo recordaba  Pedro Alonso  en una de las diversas entrevistas que concedía, precisamente el Día Mundial de la malaria o paludismo, (25 de abril) como director de ese programa en la OMS (Organización Mundial de la Salud). Eso implicará, según sus palabras, que la humanidad “retroceda 20 años en apenas unos meses”, en uno de los mayores logros médicos del último siglo y que África, pueda “pasar de 360.000 muertes anuales, a 768.000 y de 215, a 260 millones de casos diagnosticados”.

 

El doctor Alonso, que estuvo varios años investigando en Mozambique una vacuna contra la malaria (activa ya en algunos países del continente), vivió el ébola en Sierra Leona y la crisis humanitaria de Boko Haram en el norte de Nigeria, califica a Europa de ‘arrogante y soberbia’ porque pensó que nunca se vería afectada por el coronavirus. Critica que “operamos con esquemas localistas” y “nos comportamos como si fuera un planeta distinto”, sin darnos cuenta que África está sólo  “a 14 kilómetros de Europa”.  Por ello, opina que “tenemos el deber moral de abordar los problemas de salud en el mundo y superar las desigualdades”.

 

 

Medio mundo atrapado en el ascensor de la desigualdad

Precisamente ‘a la desigualdad se debe el impacto de la crisis del Covid-19’, según  Mariano Aguirre máster en estudios de Paz y Conflictos por el Trinity College (Dublín). Este analista internacional afirma que “el coronavirus es como un gran apagón que ha atrapado a medio mundo metido en el ascensor de la desigualdad”, en el marco de “la mitología de la globalización, supuestamente beneficiosa” para todos los países. El experto, recuerda los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT): más del 60% de las personas que trabajan en el planeta lo hacen de forma informal, lo que “significa que 2.000 millones de personas”, (casi todas ellas en los países del Sur pero ya, de modo creciente, en el Norte), “carecen de protección social, derechos laborales y condiciones de trabajo decentes”. Y las mujeres son mayoría en el continente africano: el 80% de la alimentación familiar pasa por sus manos ya sea cultivando la tierra, o vendiendo productos para el autoabastecimiento.

En la República Democrática del Congo (RDC), el país que sufre el mayor número de violaciones del mundo (sea en conflicto o en paz), el país del coltan, o el país víctima de ‘la maldición de sus recursos’, que lo mantiene en guerras infinitas desde final del siglo pasado, esta forma de subsistencia precaria llega al 90% de su economía, según la revista francesa Jeune Afrique. Y las proyecciones elaboradas por el Banco Mundial, recogidas por Trinidad Deiro indican que el número de personas pobres aumentará en dos millones en la RDC y será, junto con Nigeria y la India, “uno de los tres países que más van a sufrir con la crisis” del coronavirus.

 

La RDC es también uno de los países que sufre crisis sanitarias superpuestas, (rebrote del ébola, sarampión y coronavirus), pues el Covid-19 no es la única epidemia que afronta. La del ébola –que ha ocasionado 2.276 muertes según datos de abril de la OMS- ha resurgido en la zona conflictiva de Beni (Kivu Norte) a 2.500 kilómetros al este de la capital Kinshasa, justo cuando faltaban 2 días para que se diera por finalizada y se notificaban los primeros casos de coronavirus. Pero el rebrote no ha venido sólo pues el país sufre desde 2018 un brote de sarampión que ya ha matado a 6.000 personas de las 300.000 infectadas en 26 provincias del país y de las que 3 de cada 4, son menores.

 

 

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 Foto Frank Dejongh (UNICEF)

 

 

Sin infraestructura sanitaria o propia para lavarse las manos

 

Mariano Aguirre también hace referencia indirecta a la arrogancia y a la ignorancia que supone implantar indicaciones universales como ‘lavarse a menudo las manos y mantener la distancia social’ para la prevención del Covid-19. “En esas dos acciones, aparentemente sencillas, afirma, quedó retratado el mundo actual”, pues “millones de personas carecen de agua” y no tienen espacio en sus viviendas, si las tienen. En su opinión, eso “evidencia la profunda desigualdad que existe en la sociedad global y dentro de los Estados” y sostiene que, de seguro, “habrá generado incredulidad entre millones de personas” de los cinturones de pobreza de Johannesburgo y Nairobi, (también en Sao Paulo o Ciudad de México).

 

“Si algo falta ahí, señala este experto, es infraestructura sanitaria y agua”, cada vez más escasa por otra parte, debido al cambio climático, en especial, en la zona del Sahel africano (Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania, Níger) que, además, es un foco todavía vivo de conflictos con los yihadistas. Aguirre calcula que más de 1.000 millones de personas viven en esos barrios periféricos de las megalópolis, “el 80% de ellas en Asia y África subsahariana”. Precisamente Sudáfrica, uno de los países más afectados del continente por el coronavirus, (superó los 10.000 casos este 12 de mayo) registra una de las mayores desigualdades sociales y sanitarias, no superadas tras el apartheid, y tiene, además, privatizado el acceso del agua potable.

En definitiva, la pandemia de Covid-19, señala  ONU Dones  no es solo un problema de salud, sino “un profundo shock para nuestras sociedades y economías, y las mujeres están en el centro de los esfuerzos de atención y respuesta en primera línea: como profesionales de la salud, cuidadoras en el hogar, o voluntarias de la comunidad”. Además, “tienen un mayor riesgo de infección y pérdida de sustento, y las tendencias existentes apuntan a un menor acceso a la salud sexual y reproductiva y al aumento de la violencia doméstica durante la crisis”. Por todo ello, están brindando información sobre cómo y por qué el género importa en la respuesta Covid-19 y ONU Mujeres realiza acciones concretas de apoyo.

 

Y, al igual que el UNFPA, trabajan con los gobiernos, autoridades locales y comunidades, precisamente para priorizar las necesidades de las mujeres y niñas durante esta emergencia pero, sobretodo, “fortalecer los sistemas de salud, procurar entregar los suministros esenciales para proteger a quienes trabajan en salud” y a las personas afectadas.

 

 

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La directora de ONU-Women, Phumzile Mlambo-Ngcukai_ foto ONU

 

 

70% del personal del servicio social y de salud son mujeres

Según la OMS, pero también el Informe Técnico Covid-19; Un enfoque de género del pasado marzo de la UNFPA , “las mujeres representan el 70% del personal de servicio social y de salud en el mundo. Las parteras, las enfermeras y el personal de salud comunitario se encuentran en la primera línea de los esfuerzos para combatir y contener los brotes de enfermedades y requieren de equipo de protección personal (EPP)”. Porque ellas están más expuestas al contagio al ser operadoras sanitarias, pero también, como se vio en el África Occidental con el ébola en 2014-2016, por su papel de cuidadoras en la familia y por su influencia en las comunidades. 

 

La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcukai, recuerda en este sentido las campañas comunitarias que ellas organizaron en Liberia y Sierra Leona, centradas en la difusión de comunicaciones para la prevención, tratamiento y contra la estigmatización de los casos de ébola. A través de la concienciación y capacitación de voluntarias en las comunidades, los programas empleaban a mujeres locales que se dirigían a otras mujeres (por radio o mensajes de teléfono) para compartir la información esencial.  La incorporación de estas ‘redes de mujeres locales’ fue un éxito para la contención del ébola por la sensación de cercanía y confianza que prodigaron.

Y ahora, en Camerun, ONU Mujeres ofrece ‘kits de capacitación e higiene’ a las mujeres vendedoras en la calle, expuestas a la propagación del Covid-19. Esa agencia, junto con la Clínica de las Naciones Unidas en Camerún, está proporcionando información, apoyo y capacitación, además de los kits de higiene, para apoyar a las mujeres y las comunidades más vulnerables durante la pandemia.

 

 

 Miriam Makeba izquierda i Angelique Kidjo en 2010-foto Unicef

Miriam Makeba (izquierda) y Angelique Kidjo, el 2010_foto Unicef

 

Protocolos e instalaciones de agua en mercados y escuelas

Damien Queally de la ONG Plan Internacional, reflexiona sobre ‘la mayor dificultad para las familias’ que suponía poder mantener el asilamiento en los países más afectados por el ébola: Liberia, Guinea Conakry y Sierra Leona, donde su organización trabajaba. Y señala que “del ébola aprendimos la importancia de un control estricto de las multitudes, de medir la temperatura y asegurar el lavado de manos regularmente”, porque era imposible mantener el ‘distanciamiento social’.

Pero sí se pueden “mantener protocolos de higiene rigurosos”, explica como ‘buenas prácticas aprendidas’. Y por eso, ahora con el Covid-19 proporcionan “fondos y recursos” para infraestructuras de centros sanitarios (suministros de rehidratación, agua y alimentos) tanto para pacientes como personal sanitario, además de información e instalaciones para el lavado de manos en los mercados locales, escuelas y otros lugares de reunión comunitaria, tan tradicionales en territorio africano.

Angelique Kidjola popular cantante y compositora originaria de Benín y actual embajadora de buena voluntad de UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), ha grabado un video para esta organización para transmitir a la población africana que durante el coronavirus ‘no es tiempo de tocarse’. Precisamente por la dificultad del distanciamiento, Kidjo ha puesto música y baile para concienciar a las personas y ha versionado la popular canción Pata-Pata de la luchadora antiapartheid sudafricana, Miriam  Makeba, ya fallecida. La letra transmite “un mensaje simple, claro y gozoso de No tocar (No touch), según la propia Kidjo explicaba a France 24. La canción se divulga en las estaciones comunitarias de radio africanas, precisamente para poder llegar a las personas que no tienen acceso a los medios de prensa generalistas.

 

 

Desequilibrio de género en el liderazgo sanitario mundial

Las abogadas Susan Papp y Marcy Hersh, mostraban en sus investigaciones que “la ausencia de datos desagregados por género, dificulta fuertemente la toma de decisiones inteligentes, respuestas firmes y rápida recuperación” y, por tanto, exigen, además, que se debe “garantizar la participación de mujeres en todos los grupos de expertos”, locales, nacionales, regionales y mundiales sobre el Covid-19. Se requiere que ellas “asciendan a roles de liderazgo” porque existe un gran “desequilibrio de género en el liderazgo sanitario mundial” pues “los hombres copan el 72% de los cargos más importantes”.

 

Para estas dos responsables de Women Deliver, hay que “desmantelar este sistema discriminatorio que excluye a las mujeres profesionales de la salud de los organismos” oficiales (locales e internacionales) “donde se toman las decisiones, se elaboran los protocolos de emergencia y los entornos de atención sanitaria”. También hay que “atacar la brecha de género del 28% en la remuneración” en las profesionales de salud del mundo. ONU Mujeres señala que, en promedio global, las mujeres reciben un 16% menos que los hombres, pero que en algunos países este gap asciende al 35%.

 

 

ONU-Women

Una de las series de ols textos Regionals de ONU Women

 

Medidas y Recomendaciones de ONU Mujeres

Tras el primer mensaje del Secretario General de la ONU, António Guterres, de centrarse en las personas para combatir el Covid-19 y “en particular a las más afectadas: mujeres, personas mayores, jóvenes, personas con trabajos precarios, pequeñas y medianas empresas, el sector informal y los grupos de riesgo”, la entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres)animó a los gobiernos a tomar cinco medidas específicas y algunas Recomanacions.

Entre ellas, “asegurar que productos de higiene menstrual (…) se encuentren disponibles para las proveedoras de cuidados y personal de primera intervención. Deben formar parte del equipo de protección personal”, según palabras de Anita Bhatia, Directora Ejecutiva Adjunta de ONU Mujeres. Otra medida es asegurarque las líneas directas y los servicios dedicados a las víctimas de violencia doméstica (machista) se consideren “servicios esenciales”.

Por supuesto, también se exige “incluir a las mujeres en la toma de decisiones de respuesta y recuperación, tanto a nivel local, municipal o nacional”. Ahí ONU Mujeres recuerda que “la respuesta al ébola se benefició de la inclusión de diversos grupos de mujeres”.

Y una medida que ONU Mujeres considera “una gran oportunidad para ‘desestereotipar’ los roles de género, es que las y los responsables políticos apoyen un reparto igualitario de la carga de cuidados entre hombres y mujeres en el confinamiento”, vigente en muchos hogares del mundo. Ahí sugieren que los hombres se unan a su campaña HeforShe (élPorElla).

Por otro lado, recomiendan casi lo mismo que Susan Papp y Marcy Hersh: priorizar la participación de las mujeres al interior de las comunidades porque las coloca en buena posición para influir en la prevención;  que se las incluya en la toma de decisiones de preparación y respuesta a los brotes y su inclusión en los espacios de políticas relacionadas con la pandemia.  Y sobre todo, asegurar que gobiernos e instituciones de Salud (mundiales) consideren los efectos directos e indirectos sobre las mujeres y se priorice la recopilación de datos correctos y completos, desagregados por edad, sexo y género, al realizar el análisis de los impactos y la prevalencia de la Covid-19. La OMS ha recogido el anzuelo y ya lo ha comenzado a hacer con los datos de los casos.

 


 

 

 

 

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