OPINIÓN
¿Qué sucede con la especie humana que está cada día más desatada en su tormentosa existencia? Y dudo si decir “toda la especie humana reinante”, la que cada día despierta, la que cada noche duerme, la que parece evitar detenerse porque el “tiempo le gana”.
Y va a ninguna parte o se inventa alguna razón superficial para darle un sentido a su presencia, como si estuviera desesperada por consumir y agotarlo todo de una sola vez, porque es esa su única manera de ser.
Quizás es una pequeña parte de esta especie, la que gobierna, la que controla todo, la que impone pautas, arquetipos, estereotipos, visiones sesgadas de la realidad, la que con afán reduccionista y colonialista impone normativas y prácticas desde una visión etnocéntrica y antropocéntrica, expandiendo su magnitud omnipresente que se adueña del espacio vital sin miramientos, como si hubiera olvidado que es una ínfima parte del universo.
Ya lo señala el Director Internacional del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad de Colombia, César Rodriguez: “Durante 65 años, la comunidad internacional ha impulsado un marco jurídico que obliga a los Estados a garantizar los derechos humanos. Pero en la economía global, muchos de los actores más poderosos no son Estados, sino empresas. Cuando se comparan las ventas de las compañías multinacionales con los PBI de los Estados, se encuentra que 51 de las 100 economías más grandes del mundo son empresas. Por ejemplo, si Walmart fuera un Estado, sería tan pudiente como Suecia, y superaría a 170 países, incluidos todos los latinoamericanos, salvo Brasil y México. La petrolera Shell sería tan rica como Austria, por encima de 160 Estados”.
Otro de los grandes poderes: las transnacionales farmacéuticas, se protegen bajo acuerdos internacionales de la Organización Mundial de Comercio (OMC) e impiden que gobiernos y países produzcan medicinas genéricas que compitan en el mercado con sus productos ya establecidos. Y poco les interesan las terribles consecuencias que estas medidas generan para centenares de millones de personas en el mundo que se ven impedidas de adquirirlas por sus precios elevados. Recordemos lo que sucedió en el año 2000, cuando un proyecto de producción de un antimicótico fue abandonado por la farmacéutica Aventis tras valorar que el potencial comercial sería de solamente 400 millones de dólares y se precisaban 500 para obtener más ganancias.
¿Cómo la especie humana perdió su vínculo entre sus pares? ¿Por qué si inició sus primeros pasos siendo nómada, ahora se establece con soberbia sobre territorios que considera le pertenecen porque se es humano? Y cree que son territorios inhabitados, donde lo que existe sólo son “alimañas” (cuando en realidad son seres sintientes que comparten ese espacio vital con la humanidad). Y con desparpajo arranca las raíces y los vínculos simbióticos entre diversidad de seres que posiblemente llevaban millones de años antes habitando esos espacios sublimes, que ahora con el paso de esta especie se han desdibujado, simplemente han desaparecido o se han extinguido.
El actual modelo económico somete todos los ciclos vitales de la naturaleza a las reglas del mercado y al dominio de la tecnología, la privatización y mercantilización de la naturaleza. Recordemos el caso Neltume – Central Hidroeléctrica. La transnacional italo-española Enel-Endesa que pretende el vaciado parcial de un lago y la inundación de territorios sagrados mapuches, lo que ocasionaría daños ambientales y sociales irreversibles, con el reasentamiento obligado de comunidades indígenas tras la expulsión de sus tierras. Todo ello porque se quiere construir una nueva central hidroeléctrica en uno de los territorios más impactados por este tipo de mega proyectos en últimas décadas.
Son sobradamente conocidos los casos, protagonizados también por Endesa, de la construcción de centrales hidroeléctricas en otros ríos andinos con proyectos como Ralco y Panque, conocidos posteriormente como “ecodesastres” por sus graves consecuencias medioambientales y sociales contra el territorio mapuche. Estos conglomerados económicos violan así el derecho a la consulta, reconocido por el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo y la Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
¿Dónde aprendieron esta aniquilación naturalizada? ¿Cuándo creyeron y asumieron que todo el planeta les pertenecía? ¿Quiénes crearon las fronteras, las naciones, las nacionalidades? ¿Cómo idearon esta forma de control tan cruenta, donde “importa poco o nada lo daños colaterales” a costa de ganancias millonarias y acumular riquezas con el pretexto de un supuesto desarrollo? ¿Qué mentes perversas inventaron este modelo de desarrollo para sutilmente y sin que la mayoría lo evidencie beneficiar a unos pocos codiciosos?
Estas perversas acciones se consolidan a través de actuaciones de los gobiernos de turno que les otorgan con impunidad protección jurídica y legal, así como las mejores condiciones para que se sientan los legítimos dueños y dueñas de las tierras. Y poco inconveniente tienen en emplear métodos de cooptación, sobornos y otras formas de presión, incluso con la militarización de los territorios, con procesos judiciales contra determinados lideres y lideresas defensoras del medio ambiente, o los asesinatos con el objetivo de eliminar toda oposición y extender el miedo entre la población.
¿Qué sucede frente a estos hechos que poca reacción genera a nivel global? ¿Por qué se halla tan perdida la sociedad humana que considera que la crisis es pasajera? Cuando en realidad es el modo mediante el cual la codicia, el autoritarismo, el clasismo, el racismo, el machismo, la homofobia, el patriarcado, el etnocentrismo, el antropocentrismo, en suma el afán colonialista (fortalecido con la suma de muchas opresiones) se consolida para continuar depredando y expoliando los cuerpos, territorios y libertades?
Habrá perdido la brújula, o habrá exterminado a las “brujas” (chamanas), quizás como “buscando agujas” en un pajar inmenso continua “entretenida”, sin tan sólo parar un segundo a meditar que aquello que destruye va también en su contra, que aquello que agota y explota también será su derrota.