lunes 04 noviembre 2024

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Fumar: perjuicios para la salud humana y el Planeta

Quien quiera fumar, que lo haga. El meollo de la cuestión son las consecuencias de la actividad de fumar: un impacto gravísimo para la salud, un impacto económico en asistencia sanitaria, un impacto alarmante para el medio ambiente (un impacto aún más grave por lo que significa de explotación humana y sobre todo infantil). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el tabaco mata cada año a más de ocho millones de personas, principalmente por cáncer (los posibles efectos del consumo tardan años) y por enfermedades cardiovasculares y pulmonares. En cuanto a España, mata prematuramente alrededor de 50.000 personas cada año no sólo por fumar activamente, sino por haberlo hecho en el pasado o sencillamente por haber sido expuestas al humo ambiental del tabaco.

Un estudio reciente (*) realizado para analizar la mortalidad asociada al consumo de tabaco en España nos informa que durante el período de 1990 hasta 2018 el consumo de tabaco causó más de 1,7 millones de muertes, y de estas muertes más de 1,5 millones eran varones. Una buena señal es que los datos sugieren que la mortalidad atribuida al consumo de tabaco está disminuyendo.

En los estudios epidemiológicos, sociológicos, psicosociológicos, socioculturales y en el ámbito de la salud, para obtener resultados válidos y fiables, deben tenerse en cuenta –someter a control– determinadas variables biológicas, una variable primordial es el género (género masculino y género femenino). El estudio que acabo de citar sobre la mortalidad por tabaquismo en España nos informa que el descenso que hoy en día se observa en mortalidad por la actividad de fumar se debe a un claro descenso de muertes atribuidas al consumo de tabaco en hombres a cualquier edad a partir de finales de los años 90, y añade: «[…] si nos quedamos sólo con los datos de la población femenina, la cosa cambia radicalmente. Desde los años 90, la mortalidad atribuida al consumo de tabaco en mujeres aumenta, sobre todo por cáncer de pulmón y enfermedades cardiovasculares. Y lo hace rápido,  tanto entre las jóvenes como entre las de edad más avanzada». Durante la primera mitad del período de estudio (1990-2003), el cáncer de pulmón representaba el 12,3% de la mortalidad total atribuida a las mujeres, mientras que en la segunda mitad (2004-2018) casi se duplicó, alcanzando el 21% del total.

El hábito generalizado de fumar a mansalva llegó a España más tarde que en otros países desarrollados como, por ejemplo, Estados Unidos y Reino Unido. Más o menos, fumar se popularizó entre los hombres a raíz de la Guerra (in) civil española; primero fumaban los más adinerados, después se añadió la clase obrera. Las mujeres se sumaron unas décadas más tarde: el estallido del humo por tabaco femenino se produjo hacia finales de los sesenta e inicios de los setenta del siglo XX (hasta los años 60 estaba mal visto que las mujeres fumáramos), cuando las mujeres mayores de hoy éramos jóvenes. Yo misma fui una fumadora empedernida, primero de tabaco rubio (Winston, Chesterfield (sin filtro..) después tabaco negro (Ducados y Celtas, los cigarrillos de esta última marca tampoco  tenían filtro) e incluso fumaba en pipa.

Y, por supuesto, la reciente evolución de la mortalidad atribuida al consumo de tabaco en las mujeres preocupa. En primer lugar, por lo que implica en muertes prematuras. Desgraciadamente, no parece que el indiscutible anticipo en Salud Pública que significaron las Leyes 28/2005 y la 42/2010 de control del tabaquismo sea suficiente. Un motivo por el que a las mujeres les cuesta dejar de fumar es el aumento de peso después de renunciar al tabaco, ya que la nicotina dificulta engordarse (dado que es un inhibidor del apetito); éste es un tema de gran alcance estrechamente relacionado con el imaginario social imperante de cómo deben lucir los cuerpos de las mujeres, un tema en el que ahora no me extenderé. También el alza de tabaquismo en las mujeres debe verse desde el prisma del estrés socio-laboral relacionado con la conciliación familiar que sufren, tema absolutamente primordial en el que ahora tampoco voy a entrar.

Sin embargo, queridas fumadoras, sólo para que tengan constancia, tirar al suelo una colilla supone lanzar un residuo tóxico capaz de contaminar 50 litros de agua marinos (**). Las colillas están elaboradas de acetato de celulosa, un material no biodegradable que puede tardar más de 10 años en descomponerse. Cumplen más una función dirigida a crear la falsa percepción de menor riesgo al consumir tabaco que otra cosa porque el filtro de los cigarrillos es altamente nocivo, tanto para las personas como para el Planeta. Por el suelo de las calles de los pueblos y ciudades, por los caminos de tierra, mezclados con la arena de las playas, en los ceniceros de los coches y bares, todo está lleno de colillas de tabaco. Terminan pues entregadas al medio ambiente, a los desagües, etc. sin ningún tratamiento especial para hacerlas llegar directamente a los vertederos. A menudo son ingeridas por distintos animales, lo que significa un grave impacto perjudicial para la salud y la de los depredadores que se las comen.

Tan sólo cuatro pinceladas de un aspecto del tabaquismo en las mujeres que no está relacionado (que también) con los efectos físicos y socio-psicológicos del consumo de tabaco pero que me parece insoslayable y perentorio abordar desde el feminismo, desde un movimiento cada vez más masivo de mujeres que se esfuerzan por un mundo más justo, igualitario y equitativo, un mundo que, además, no se estropee a sí mismo. Mujeres que fumáis, tanto las que se declaran abiertamente feministas como las que no, estoy hablando de la derrota ambiental y humana que significa su cultivo. Porque la producción de tabaco tiene un impacto directo sobre la deforestación, el empobrecimiento y la explotación de grupos socioeconómicos ya necesitados, el cambio climático, la falta de agua y su contaminación (en África, por ejemplo, quien camina 8 horas al día para ir a buscar agua?: las niñas, las mujeres…), la gestión de residuos, y, finalmente, la explotación infantil, sobre todo de las niñas como mano de obra barata y no cualificada en las plantaciones de tabaco. Algunas corporaciones como Human Rights Watch (HRW) (***) hablan de esclavitud en sus informes. Cuando un/a menor trabaja en plantaciones de tabaco, por un lado se reduce o se evita su escolarización y, por otro, su salud va mermando. Cuando se trabaja sin protección segura es muy frecuente la intoxicación por nicotina al tocar las hojas de tabaco húmedas. Es la llamada “enfermedad del tabaco verde”.

«El tabaco, una amenaza para nuestro medio ambiente», es el lema que el pasado año escogió la Organización Mundial de la Salud (OMS) para celebrar el Día Mundial Sin Tabaco (31 de mayo). La industria tabacalera emite aproximadamente 84 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono, de las que 225.000 son generadas directamente por el consumo de tabaco. Viene a ser el equivalente a las emisiones producidas por 12.000 coches recorriendo 10.000 kilómetros cada uno.

El impacto medioambiental del cultivo del tabaco es terrible (**): Cada año se destruyen entre 3,5 y 4,3 millones de hectáreas de tierra en 124 países para cultivar tabaco. Para elaborar 300 cigarrillos son imprescindibles 8 árboles, sin contar los que se necesitan como combustible y para la fabricación del papel y paquetes. Su cultivo favorece, lógicamente, la deforestación, porque, además, al deteriorarse la tierra queda dificultado el crecimiento posterior de otros cultivos o plantas; el uso de pesticidas, fertilizantes y otros muchos productos químicos (que llegan a los torrentes acuáticos y los envenenan) debilitan la tierra e impiden el cambio a corto plazo a otros cultivos ecológicos y sostenibles. Las hojas de tabaco (en el mundo se cultivan, se producen y distribuyen anualmente unas 7,5 toneladas métricas) deben secarse antes de ser procesadas y, para conseguirlo, se calcula que se utilizan unos 11,4 millones de toneladas de madera como combustible. Por eso, la industria tabacalera es una de las principales responsables de la deforestación y el efecto invernadero.

El deterioro de la tierra por el cultivo del tabaco resulta especialmente preocupante para los países en vías de desarrollo, puesto que son los que concentran la mayor producción de tabaco, y los que dependen en exceso de las multinacionales tabaqueras a medio y largo plazo. El 90% de toda la producción agrícola de tabaco se realiza en zonas en vías de desarrollo, países con rentas medias o bajas que suelen valorar el cultivo de tabaco como una forma de generar dinero a gran velocidad, sin tener en cuenta el impacto a largo plazo. Mientras estos países reciben el mayor efecto negativo, las ganancias multimillonarias producidas por el tabaco se cobran en países ricos.

En conclusión, la industria tabacalera es una industria que vende un producto que mata a la vez que es altamente contaminante. Por eso invierte sumas millonarias para esconder los perjuicios estremecedores para la salud y el medio ambiente.

Todas las mujeres que hemos luchado y luchamos por la igualdad de género y la justicia deberíamos entender que ésta también es una causa que nos afecta especialmente. ¿Qué hacer? Si  más no dentro de la idea «Think global, act local» aquellas que son fumadoras podrían replantearse la oportunidad de este hábito.  

REFERENCIAS

(*) Rey-Brandariz J, Pérez-Ríos M, Santiago-Pérez MI, Galán I, Schiaffino A, Varela-Lema L, Montes A, López-Vizcaíno ME, Giraldo-Osorio A, Candal-Pedreira C, Ruano-Ravina A. (2022): Tendencias de la mortalidad atribuible al tabaquismo en España: 1990-2018. Eur J Salut Pública. 29 de novembre de 2022;32(6): 919-925. 

doi: 10.1093/eurpub/ckac165.PMID: 36394991

(**) Antonio Baena Garcia ( 2022): El tabaco destroza los pulmones, pero también el medio ambiente. The Conversation (30 de mayo, 2022)

(***) Els nens amagats del tabac. Treball infantil perillós del cultiu de tabac als EEUU. Report de Human Rights,  13 de maig de 2014. https://www.hrw.org/report/2014/05/13/tobaccos-hidden-children/hazardous-child-labor-united-states-tobacco-farming

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Maria Àngels Viladot

Doctora en psicologia i escriptora.
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