El Foro Social Mundial (FSM) concluyó su última edición en Dakar (Senegal). Unas 75.000 personas de organizaciones y movimientos sociales de todo el planeta se dieron cita del 6 al 11 de Febrero en Dakar, en un proceso que se afirma imprescindible en el marco de la actual crisis sistémica, como espacio de encuentro y de articulación de redes, pero que muestra también sus límites y debilidades.
La presente edición del FSM se llevó a cabo en un contexto innegable del carácter estructural y profundización de la crisis, después de que la última edición tuviese lugar en Belem (Brasil), en Enero del 2009, meses después del estallido de la misma. La actual coyuntura pone encima de la mesa la urgencia de espacios que permitan la coordinación de luchas, avanzar en estrategias de acción a escala global y que visualicen que otro mundo es tan necesario como posible.
El Foro Social Mundial cumplió con el objetivo de mostrarse como un escaparate, una plaza, de las alternativas, un punto de encuentro de una gran diversidad política y temática de colectivos, mayoritariamente africanos y muchos europeos. La presencia de América Latina y de Asia, lógicamente, fue más débil. Y ofreció un espacio indispensable para la urgente organización de las resistencias colectivas que tuvo su máxima visualización en las casi cuarenta asambleas de convergencia de grupos, redes y colectivos que se llevaron a cabo y, sobre todo, en la multitudinaria Asamblea de Movimientos Sociales, con más de tres mil asistentes, y que se convirtió en una de las actividades centrales y más visibles del Foro.
Una Asamblea que reafirmó su compromiso en el combate contra el capitalismo y que aprobó un calendario de movilización con las fechas centrales del 20 de marzo, como jornada internacional en solidaridad con las revoluciones en el mundo árabe, y el 12 de octubre, como día de acción global contra el capitalismo. Asimismo, la generación de espacios de trabajo y confluencia antes y durante el FSM permitieron, también, el encuentro, el debate y la coordinación de redes y organizaciones.
En Dakar vimos desde grandes conferencias y referentes del movimiento altermundialista a pequeños talleres y luchas anónimas, todas ellas imprescindibles en este complejo combate por ‘otro mundo posible’. Las pequeñas manifestaciones y protestas improvisadas que recorrieron el campus de la Universidad Cheikh Antha Diop, donde se celebraba el evento, pusieron de manifiesto la necesidad de vincular acción y reflexión. La llamada “aldea de los movimientos sociales” con carpas de mujeres, campesinos, habitantes, productores, migrantes, etc. fue uno de los espacios que mejor funcionaron con actividades, comedores populares y asistentes non stop.
El FSM en Dakar fue, también, un paso adelante muy importante respecto a la última edición del Foro Social Mundial en África, en Nairobi, en enero del 2007. Si aquella, podemos afirmar, fue la edición más controvertida del FSM con unas entradas a un precio inaccesible para la población local, esponsorización por parte de multinacionales, etc., la edición senegalesa no repitió dichos errores y el perfil general del Foro fue combativo.
Asimismo, el proceso hacia Dakar contó con el trabajo y el esfuerzo que algunas redes, como el CADTM África, entre otras, realizaron para movilizar a colectivos sociales de base del África Occidental y de la capital senegalesa. En este sentido, se organizó una caravana, días previos al evento, que recorrió varios países de la región dando a conocer el proceso y sumando a nuevos participantes al evento y se dinamizaron actividades ligadas al FSM, como conciertos u otros, en los barrios periféricos y más pobres de Dakar.
El Foro Social Africano, por su parte, la versión regional del Foro Social Mundial y un actor importante en su organización, cuenta con una sobre representación de ONGs del continente en detrimento de redes y movimientos sociales, muy débiles en la región, lo que explicaría, en parte, que estos tuviesen una menor presencia en Dakar.
Una situación que se repite en el Consejo Internacional, organismo de dirección del FSM, con un desequilibrio importante entre ONGs y redes sociales, que en los últimos años han disminuido su perfil y presencia en el Consejo y consecuentemente su influencia. Si consideramos que el Foro Social Mundial será útil siempre y cuando sirva a los intereses de estos movimientos y a los procesos de transformación socio-políticos, su pérdida de peso debería ser un elemento a tener muy en cuenta.
A nivel organizativo, la presente edición ha mostrado debilidades importantes. Empezando por el caos organizativo que se vivió la primera jornada del FSM, en el que las actividades previstas no contaban con aulas asignadas y se desconocía dónde se organizaban las mismas, problema que prosiguió, aunque en menor medida, durante todo el evento, pasando por la falta de un programa fácilmente accesible con las actividades diarias hasta el precio de la comida, muy superior a los estándares locales, y que despertó fuertes críticas, sobre todo, entre los participantes africanos.
Según explicaron los organizadores, el caos inicial se debió a que el Gobierno sustituyó al rector con el que se habían establecido los acuerdos de cesión de aulas y el nuevo no reconoció los mismos, no dejó los espacios ni suspendió las clases, como se había acordado. En consecuencia las organizaciones que tenían previstas actividades tuvieron que alquilar o nuevos espacios en la ciudad u ocupar carpas o salas vacías en la universidad.
De este modo, el FSM se llevó a cabo en una universidad repleta de estudiantes que inicialmente miraban con recelo a los altermundialistas que ocupaban su recinto, ya que nadie les había informado del encuentro. Aunque finalmente varios de estos mismos estudiantes se sumaron al Foro e incluso algunos, como el llamado movimiento de estudiantes “no orientados”, segregados por sus orígenes humildes y que luchan por acceder a una universidad teóricamente pública pero a la práctica no accesible a todo el mundo, se sumaron al evento con su protesta.
En lo político es necesario señalar el boicot sistemático a las actividades del pueblo saharaui realizado por una parte de la delegación marroquí, financiada directamente por el gobierno de Marruecos, e integrada, como denunciaron miembros del CADTM y de ATTAC Marruecos, por personas que no tenían nada que ver con colectivos y movimientos sociales. Agresiones, insultos y boicot a los seminarios e intervenciones de los participantes saharauis fueron la estrategia seguida. Varios asistentes al FSM denunciaron los hechos y organizaron una manifestación improvisada en el campus de la universidad, donde participaron varios miembros del CADTM y de ATTAC Marruecos quienes denunciaron la mala imagen que estas prácticas estaban dando a aquellos participantes y organizaciones sociales marroquíes que nada tenían que ver con estos hechos. Frente a estos sucesos, un posicionamiento rotundo del Comité Organizador del FSM hubiese sido más que necesario.
Otra debilidad política a señalar fue que a pesar de que las revueltas sociales en Túnez y Egipto tuvieron una presencia transversal y estuvieron muy presentes en el quehacer cotidiano de los activistas pendientes de la caída o no de Mubarak, estos procesos revolucionarios en el norte de África no tuvieron una centralidad política a la altura de lo que significan tanto para el continente como a nivel mundial. Las lecciones del levantamiento del pueblo tunecino y egipcio hubiesen tenido que ser el leitmotiv de este Foro Social Mundial.
Más en general, los límites del FSM son también los límites del período, de dificultad para trascender los núcleos activistas y llegar a nuevos sectores sociales. El Foro pasó prácticamente inadvertido en la ciudad de Dakar.
A nivel internacional, la falta de una dinámica de movilización que empuje es una de las grandes debilidades que enfrenta el proceso del FSM, al erigirse como un espacio de referencia, plural y diverso, en un contexto en el que no se dan protestas de referencia coordinadas a escala global. Con lo cual, la falta de presión desde abajo, desde la acción, podría escorar al Foro a posiciones más institucionales.
El Foro no tiene ya la centralidad que tuvo en sus comienzos, en la fase de ascenso del movimiento altermundialista, aunque su existencia es importante como marco general de trabajo y encuentro, siempre y cuando se mantenga en sintonía con las luchas sociales.
Otros debates y contradicciones enfrentan al Foro Social Mundial: ¿cómo integrar y/o visualizar los procesos de resistencia a escala local con un encuentro de las características del FSM? ¿Cómo mantener este espacio como un referente útil para la transformación político y social en un contexto faltado de victorias concretas? Y es que el sesgo entre necesidad y realidad es aún muy grande.
El Foro Social Mundial se sitúa en un frágil equilibrio entre lo global y lo local, entre ONGs y movimientos sociales, entre institucionalización y autogestión, etc. Se trata de una tensión constante. Nairobi, en el 2007, nos enseñó la peor cara del FSM; Mumbai, en el 2004, una de las mejores. La clave no olvidar a quién y para qué sirve el Foro Social Mundial: un contrapunto, que debería ser, infranqueable al capitalismo global.