Ana Aupí, miembro de la Plataforma de Solidaridad con Guatemala en Barcelona y del Centro de Medios Independientes de Guatemala: “La denuncia de las mujeres q’eqchís de las violaciones durante la guerra es un acto de valentía ante un estado patriarcal y racista”.
La Plataforma de Solidaridad con Guatemala en Barcelona organiza los meses de mayo y junio el Cuarto Ciclo de Cine Documental de Guatemala, con el lema “Luchas locales, resistencias globales”. El ciclo comenzó el jueves 19 de mayo, con el pase del documental “Dos historias de lucha por la justicia. Violencia sexual contra las mujeres q’eqchís de Guatemala”.
El pase se hizo en el local ‘La Clandestina’, y después se celebró un debate con Ana Aupí, miembro de la Plataforma de Solidaridad con Guatemala y del Centro de Medios Independientes de Guatemala, y Sonia Herrera, experta en comunicación y violencia de género.
¿Qué violencia sexual se denuncia en el documental “Dos historias de lucha por la justicia. Violencia sexual contra las mujeres q’eqchís de Guatemala “?
Se denuncia la violencia sexual perpetrada durante la época de la guerra contra mujeres q’eqchi. Es un caso muy referencial, porque es la primera vez que un tribunal nacional no sólo inicia un debate sino que emite una sentencia firme en un caso de violencia sexual en la guerra.
¿Qué pasó exactamente?
La guerra terminó en 1996 con los acuerdos de paz, que algunas llamamos ‘acuerdos de pacificación’. Dentro de las comisiones de esclarecimiento histórico y de otras instancias no quedaron bien retratados los casos de violencia sexual por parte del ejército durante la guerra, por la dificultad de preguntar y abordar estos temas. Según las cifras que hemos calculado, se puede decir que estamos hablando de 90.000 mujeres afectadas, de las cuales sólo 25 han testificado, a día de hoy.
En el documental se habla del caso de Sepur Zarco, que era el destacamento militar donde se perpetraron las violaciones que se denuncian.
¿Qué es la colectividad q’eqchi de Guatemala?
El pueblo q’eqchí es uno de los 23 pueblos que viven en Guatemala. Es de origen maya. Está por todo el país pero especialmente en la región del nor-oriente, la zona de Alta Veparaz, Baja Verapaz, el Petén…
Es un pueblo de resistencia histórica, de una gran movilidad, que ha sufrido despojo tras despojo, desde la invasión española hasta la actualidad. Durante la época del conflicto armado interno sufrió una gran represión.
La importancia del documental y de este caso concreto es que algunas de las mujeres, después de un proceso de sanación, de trabajo, de acompañamiento por organizaciones feministas, se decidan a denunciarlo en un tribunal nacional. Otras optaron por desarrollar su idea de justicia y sanación por otras vías.
Esto supone mucha valentía, en un estado como Guatemala, no sólo por las dificultades y el racismo que impregnan las instituciones estatales sino por el estigma que existe en torno a la violación sexual y, especialmente, durante la guerra.
Después de muchos años de denuncia y lucha, el tribunal de Mayor Riesgo A de Guatemala ha dictado sentencia de cadenas perpetuas para dos militares por los delitos contra la humanidad, de violencia sexual, esclavitud sexual y doméstica de 11 mujeres q’eqchís, asesinato de tres mujeres y dos niñas de esta comunidad y la desaparición de siete hombres. ¿Se ha hecho justicia finalmente?
La forma de la justicia también es la justicia. Para que haya justicia también debe cambiar la cultura del país, patriarcal, racista, donde la vida parece que valga muy poco. Es un paso adelante no sólo para ellas -que deben decidir qué justicia quieren- sino para todo el país. Es todo un referente. Hubo muchas mujeres violadas y ahora hay muchas mujeres violadas no por la represión sino por la propia situación de violencia machista cotidiana, que no salen del silencio.
Soy partidaria de que las personas supervivientes determinen qué significa la justicia por ellas. Estos casos son desgastadores, son revictimizantes y reproducen toda la lógica del estado nación colonial, racista. Son mujeres que hablan en su idioma q’eqchí en un tribunal que no las entiende y que requiere un traductor. Con los años podrán plantearlo socialmente.
¿Cómo nos resumirías el mensaje del documental?
Retrata muy bien, paso a paso, como ha sido este proceso. Recupera las voces de ellas como protagonistas, lo cual es fundamental. A veces, en los acompañamientos no es fácil que las mujeres se otorguen el rol de sujetas. El hecho de que estos crímenes hayan sido invisibilizados ha supuesto que ellas no formaran parte de la memoria colectiva, ni siquiera en sus propias comunidades. Han sido silenciadas por el Estado pero también por su entorno. Su propio entorno las criminalizaba, las estigmatizaba como si hubieran deseado este crimen, como si lo hubieran disfrutado. Es el único crimen de derechos humanos del que se responsabiliza a la víctima.
Que ellas tomen la voz y hablen de la violencia sexual es, también, darle importancia a lo que pasó, teniendo en cuenta que su entorno lo ignoró, y convertirlas en sujetas en la medida en que cuentan su historia y retratan lo que pasó desde su propia subjetividad.
El documental recoge esta realidad.