viernes 19 abril 2024

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Ciudadanía global

OPINIÓN

¿El valor añadido de la cooperación descentralizada? ¿Y cómo vamos a seguir apostando por la ooperación al Desarrollo?

La respuesta es la ciudadanía global, la cual describe Vicente Manzano como “… un proyecto-utopía, un punto de llegada en el que esperamos (trabajando) que aterrice una humanidad con una clara conciencia de destino común, de viaje común, de futuro común. Es una forma de estar en el mundo, un estilo de vida, con el que las personas-ciudadanas-globales se presentan al resto diciendo “Hola, aquí estoy porque aquí estamos compartiendo lo mismo, porque compartimos el mismo barco y sólo hay marineros del mismo rango para navegar con él”. Es una ciudadanía que convive con el azar y el riesgo sin ningún miedo, un proyecto en el que la coexistencia de identidades múltiples no sólo es tolerada, sino más aún incentivada, promovida, deseada. Es un punto de llegada en el que se concreta con fuerza la ética planetaria, pues la ciudadana global es persona que siente de piel para dentro todo cuanto hay de piel para fuera en el territorio global, y lo siente con esperanza, cariño, solidaridad… no como responsabilidad insufrible…”

 

Todos los actores presentes remarcaron la necesidad de seguir apostando por la Cooperación al Desarrollo como una herramienta de vital importancia en la lucha contra las causas de la pobreza y la exclusión. Nadie dudaba de que, incluso en un escenario aparentemente adverso como este, no debemos bajar la guardia, y que al argumento de enfrentar los pobres de “aquí y allá”, habría que aplicar grandes dosis de pedagogía, ya que, quien está por la defensa de los Derechos Humanos, lo está de igual manera “aquí y allá”.

Pero lo cierto es que el panorama no es alentador. Después de más de dos décadas de trabajo intenso, donde habíamos aprendido a articular políticas de Derechos Humanos de perspectiva y enfoque de género, podemos encontrarnos ante una encrucijada de difícil salida, y en la opinión de los presentes del encuentro, es un momento histórico en el que tendremos que asumir que probablemente el modelo de trabajo surgido a principios de los años 90, ha llegado a su fin. Es posible el cambio de escenario al que la crisis nos obliga, y debamos aprovecharlo para cuestionar los modelos, no solo de organización de las ONG, sino también, de relación entre las ONG, y entre las ONG y los distintos actores de la cooperación. Tendremos que redefinir los paradigmas que nos habían traído hasta aquí, porque ya nada volverá a ser igual.

Tendremos que replantearnos la misma esencia de las organizaciones que queremos. ¿Podemos seguir apostando por organizaciones que dependan casi al 100 % de fondos que proceden de financieras publicas (el 90 % de las ONG españolas, funcionan, en un 90 % con fondos públicos)? ¿Podemos pensar en organizaciones que consideran a sus bases sociales son meros aportadores de recursos? ¿Podemos enfrentarnos a un escenario de agresión sistemática a estado del bienestar, o por el contrario consideramos qué de esta crisis deberán salir organizaciones de ciudadanos, que piensen en global y actúen en lo local, de manera activa, comprometidos con lo que ocurre “aquí y allá”?

La respuesta fues clara. Nada de lo que pasamos, volverá a pasar. El nivel de agresión al que estamos (y estaremos) sometidos los que defendemos los derechos humanos, con independencia de donde sean los humanos, se irá incrementando, porque el objetivo es acabar con todo aquello que no sea “negocio”. Estamos, fundamentalmente, ante una confrontación ideológica. Y frente a esa “guerra” nos tenemos que armar reforzando nuestra ciudadanía.

La “guerra” a la que me refiero empezó ya hace más de cuatro años, pero en aquel momento vivíamos inmersos en uno de los momentos más propicios para la cooperación: En 5 años habíamos triplicado los fondos aportados por las financieras públicas a proyectos de desarrollo, y disfrutábamos de una cierta placidez que parecía imparable. Éramos un país rico y nada hacía presagiar el desplome. Pero en realidad, los poderes públicos (y también los privados) concebían la Cooperación como una posición de fuerza desde el punto de vista geoestratégico. Nos habíamos situado en la primera fila de los países donantes y ya nos codeábamos con la Cooperación Alemana, Sueca, Austríaca etc. Esta situación de falsa placidez, en cierta forma nos anestesió y nos impidió ver los nubarrones que se acercaban. Situaciones como las iniciativas público-privadas impulsadas por el gobierno de Zapatero, deberían habernos hecho saltar todas las alarmas, pero ¿como íbamos a despertar de un sueño tan plácido?

Y ese era el problema. Quién decidía sobre políticas de Cooperación tenían más interés en situar a las empresas españolas en el tablero de las relaciones económicas internacionales, que en acabar con las causas estructurales de la pobreza. Porque para enfrentarse a las causas de la pobreza había que romper con el modelo, y por supuesto a eso no estaban dispuestos ni quienes nos gobernaban, ni los poderes económicos que los sustentaban.

Pero el movimiento de las ONG vivía un momento dulce y era más fácil dejarse llevar por la situación que enfrentarla. Y finalmente lo que conseguimos fue convertir nuestras organizaciones en empresas, actuábamos como empresas y aplicábamos criterios de gestión empresarial aunque no éramos empresas. Parafraseando al teórico de la Economía del Bien Común, Chiristian Felber La ONGD habíamos nacido para cooperar y alcanzar el bien común, y hemos acabado compitiendo para maximizar beneficios, que en el argot de las ONG significa, más proyectos, más recursos, más costes indirectos…

¿Necesitamos hacer Cooperación al Desarrollo?: Más que nunca, porque aunque en términos macroeconómicos pudiera parecer que los países en vías de desarrollo han mejorado su situación, la realidad es muy distinta, y lo único que ha ocurrido es que las cifras macroeconómicas, efectivamente, han crecido, pero también lo ha hecho la brecha entre los más pobres y los más ricos, y esto ha hecho que por ejemplo en el año 2011, más de 100 millones de personas en todo el mundo hayan ingresado en el club de los hambrientos del planeta. ¿Y cómo vamos a seguir apostando por la Cooperación al Desarrollo? La respuesta es la ciudadanía global.

 

Bajo el título “Crisis Prolongada, Cooperación reforzada”, se celebró en Bilbao, los pasados días 11 y 12 del mes de junio, y organizado por la ONG Vasca Alboan,  un encuentro entre diversos actores de la Cooperación. Coordinadoras de ONG, Ayuntamientos, Diputaciones, Comunidades Autónomas, entre otros actores de la Cooperación descentralizada, debatieron sobre su futuro, ante un panorama de crisis y recortes que parecen imparables.

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