OPINIÓN
A propósito del estreno de la versión leída por el autor de la introducción a su último libro Apartamento en Urano para Radio Deseo de Mujeres Creando, en Bolivia.
La última vez que nos vimos me había pedido dos ejemplares de mis libros, uno de ellos para regalárselo a Virgine Despentes. Mientras dedicaba a despatriarcar para una de las autoras, cuyo pensamiento considero infaliblemente generador de desobediencia feminista, Paul B. Preciado me quiso pagar los libros y yo preferí cerrar el trato con un trueque: que nos leyera para Radio Deseo un pedazo de su libro. El estreno de ese texto es de gran originalidad porque sé que es la única versión hablada que hay en el mundo con su propia voz.
Introducción del libro Apartamento en Urano en voz de Paul B. Preciado. Haga click en la foto para escucharlo. (F. Radio Deseo)
Desde que hace muchos años sufrí un accidente en la mano derecha, que ha convertido mi trazo en un desplazamiento torpe sobre la página, me dedico a hacer retratos hablados para dibujar con palabras, lo que con mi mano ya no logro hacer.
Me vengo moviendo por diferentes ciudades, especialmente de este continente sin nombre, compartiendo con movimientos feministas y movimientos populares y nunca falta la pregunta: ¿Cómo es Paul Preciado? Me lo preguntan con curiosidad, con ilusión, como quien pregunta por alguien muy lejano y de difícil acceso, pero por un misterioso motivo como alguien necesario de conocer. Me tomo el tiempo de explicar cómo le veo, porque soy incapaz de decir cómo es, es por ello que he decidido volcar en este texto mi retrato hablado de Paul.
Paul es una inyección intravenosa de sentidos que explosionan en el cuerpo de inmediato, sacándote del lugar donde estás parada y lanzándote hacia el espacio infinito.
Paul es un personaje que rebalsa las instituciones que lo acogen con resquemor; cuando ocupa el museo maneja sus paredes como si de plastilina se tratara; cuando ocupa la academia en los diccionarios y enciclopedias de sus bibliotecas, se pulverizan y desactivan conceptos caducos.
Tiene unas manos huesudas y largas representativas de las estructuras de todo su cuerpo.
Lo conocí en la última etapa en la que estaba dirigiendo el programa de estudios independientes del MACBA en Barcelona. Por aquellos días estaba escogiendo su futuro nombre masculino, lo sentí eufórico seguro de poder lanzar desde ese lugar que se llama “museo” un grito revolucionario de gran alcance.
Sin embargo, cuando le planteé mis objeciones callejeras frente a la institución, lejos de recibir esa respuesta sorda de quien tiene tantas cosas claras, sentí una capacidad de interrogarse y escuchar que pocas veces se encuentra en un personaje de la talla de Paul.
Cuando lo expulsaron fui a las puertas del museo a solas y en la noche a llamar su ajayu (1) en una cita cósmica que conjurara esa violencia, porque estaba segura de que el golpe tuvo que hacerle mucho daño, no por un cargo o un rango, sino por la sensibilidad física y psíquica de Paul.
No fue la artista quien defendió su obra, no fue el movimiento artístico de Barcelona que se jacta de tenerlo, el que brilló por su ausencia fue él, en solitario con Valentín Roma. No fue una defensa heroica, todo lo contrario, fue una defensa de lo más básico, porque Paul no se deja confundir con la institución.
Ciertamente es un personaje intimidante y much@s sienten quizás por eso que acercarse es imposible y le atribuyen todo tipo de adjetivos que quiero desmentir: no es arrogante, no es egocéntrico, no es un sabelotodo, no es academicista, no es institucionalista, no es racionalista, no es eurocentrista y no comparte ni una de las características de l@s intelectuales de academia que producen las universidades europeas. Paul ocupa otra dimensión y lo adviertes apenas le rozas. No por nada hoy se declara uranita y se ha colocado ya en otro planeta.
Le preocupan el amor, los viajes intrapsíquicos al inconsciente y los colores que produce la naturaleza, que nunca estuvieron en la paleta de la escuela de arte europea; si le hablas del verde amazónico cierra los ojos para dejarse transportar, dispuesto a salir de sí mismo por esa puerta que él mismo ha abierto en su cuerpo.
La mirada de Paul está llena de luz, por eso es capaz de despertar ilusiones, afectos desmedidos, seducciones inmediatas, intrigas que le traen problemas novelescos, despliega un magnetismo del que él mismo se protege.
No es el nómada que habita la selva y que sin casa va de sitio en sitio dentro de la selva, que es su propia casa. Nómada sin selva, pero también exiliado de una España conservadora y de una España progre, exiliado en pleno neoliberalismo y errante.
No veo a Paul como precursor de una corriente de pensamiento con la que concordar o no, sino como un productor de brechas conceptuales que pueden ser los palos con que armarse una choza, el fuego con que calentarse o el agua con que refrescar el pensamiento. Sus ideas me interpelan de forma directa y es una interpelación ciertamente placentera.
El parlamento de los cuerpos, son tejidos poéticos que ha venido organizando. Estamos hablando de horas y horas donde él asiste a su propio invento como espectador. Su capacidad de mezclar gentes, edades, colores, sexualidades, proveniencias y poéticas para escucharles con atención, con cierta devoción, con amor. Es algo que no he visto hacer a nadie más que a Paul.
Cuando cerramos el último parlamento, bailando después de 12 horas de construir juntos un mundo diferente y paralelo, una compañera asiática se lanzó a sus brazos volando de emoción; Paul, con los sentidos despiertos a pesar del cansancio, la sujetó en el aire como quien abraza a un pájaro.
Paul habita el mundo masculino y desde ese otro lado nos manda claves secretas imprescindibles para desmantelar el patriarcado, su lucidez es por eso y por mucho más herramienta vital.
(1) Ajayu concepto aymara casi imposible de traducir; algunos traducen el concepto como alma, pero se trata de una estructura afectiva propia del sujeto. Cuando la persona sufre un daño, un accidente o una situación de violencia, decimos que se le “sale el ajayu”, por eso es importante llamar al ajayu para que vuelva a entrar en la persona y le permita reaccionar. Es un rito sanador de reconocida eficacia.
* Article publicat a Página Siete de Bolívia