Sèrie de entrevistas
Sandra Reus Bort se graduó en Enfermería en el año 2019 en Manresa. Desde entonces trabaja en el Hospital San Juan de Dios de Manresa.
Realiza su labor en una unidad de Hospitalización y en la Unidad de Cuidados Intensivos. También ha cursado el Postgrado en Enfermería Quirúrgica, Anestesia y Reanimación.
¿Cuál es tu trabajo en el hospital?
Desde que comenzó la pandemia mayoritariamente he estado trabajando en la UCI de Manresa. El trabajo de una enfermera de UCI requiere el manejo de un amplio abanico de técnicas y cuidados, desde la monitorización continua de las constantes vitales, el manejo del aparataje, colocación de vías centrales hasta otras técnicas más básicas como serían las de suplir las necesidades que el estado crítico del enfermo no permite que lleven a cabo ellos solos: lavarse, comer, orinar e incluso moverse de la cama entre muchas otras.
En los diferentes turnos cada enfermera se responsabiliza de sus enfermos (la cantidad depende de la ratio enfermera-paciente que haya en cada unidad), nosotros llevamos 2 enfermos críticos cada una, esto incluye la administración de medicación, la monitorización, los cuidados específicos en cada paciente (si están intubados, si llevan traqueotomía, si llevan alto flujo …), los cambios posturales, la vigilancia de la piel…
¿Cómo viviste el estallido de la pandemia en el Hospital de Manresa?
Al principio nadie creía que aquel ‘virus chino’ pudiera llegar a nuestro país y colapsar los hospitales, pero poco a poco fuimos viendo como se acercaba y empezaban a aumentar los casos y llegaban los primeros a nuestro hospital. El fin de semana antes del confinamiento era mi dia de fiesta, después de haber trabajado varios seguidos, y habíamos decidido ir a pasarlo en la playa con una compañera, aunque cuando cerraron las escuelas decidimos aplazarlo, ese mismo día me llamaron del hospital para trabajar también el fin de semana. Viernes por la tarde me despedía de mi familia sin saber qué día podría volver a verlos y con un nudo en la garganta y con miedo de lo que me encontraría cuando llegara.
Este miedo ¿cómo te situó hacia las personas infectadas?
La primera vez que entré en una habitación con un enfermo de Covid-19 entré con miedo, intentando ser consciente de qué cosas de la habitación tocaba e intentar no tocarme nada que no fuese protegido para no infectarme. Intentando entrar el mínimo de veces posibles en las habitaciones y hacerlo el menor tiempo posible para reducir el tiempo de exposición. Esto para una enfermera es no trabajar bien y parece que no dedicas suficiente tiempo a su atención, estamos hablando de personas que se pasan las 24 horas del día encerrados en una habitación, encontrándose mal y sin ver a nadie más que unas personas que entran vestidas de astronauta. Lo peor fueron los días en la Unidad de Semicríticos, donde teníamos los enfermos que se ponían graves y necesitaban terapia de alto flujo, personas que están muy delicadas y que en muchos casos necesitan ser intubados, podíamos llegar a intubar de 2 a 3 personas cada vez, esto mientras había respiradores, después teníamos que aguantar hasta que hubiera alguno de libre, fue realmente devastador.
¿Vives en un pueblo pequeño y trabajas en Manresa, como ha sido el día a día del trabajo, de la vida en este último año?
Estuve un mes sin subir a mi casa, me quedaba en un piso que compartía con una compañera que también trabajaba en una UCI Covid. El primer día que subí lo hice quedándome en la casa rural que tienen mis padres y sin tener contacto físico con la familia. Poco a poco empecé a ir más a menudo y tener contacto con ellos.
Durante el verano estuve haciendo el trayecto Ger-Manresa-Ger para ir a trabajar cada día, hacía bastantes kilómetros pero el rato de trayecto era sólo de una hora, me costó más hacerlo cuando hacía noches ya que iba en casa sólo a dormir y me volvía a trabajar pero al hacer buen tiempo y conducir siempre de día se hacía más ameno, en otoño volví a buscar un piso de alquiler ya que al empezar a hacer más mal tiempo y trabajar muchos días seguidos era mejor quedarme en Manresa los días de trabajo.
Vivir y trabajar en dos lugares tan diferentes me ha ayudado mucho a la hora de desconectar del trabajo, un pueblo tan pequeño como Ger y tanto rodeado de naturaleza te permite darte el placer de olvidar durante unos instantes la crudeza de los tiempos en los que vivimos. La vida en un pueblo es muy diferente que la vida por ejemplo en Manresa. Cuando estoy en Manresa y salgo a la calle llevo la mascarilla a todas horas y me encuentro a más gente, en cambio puedo salir a pasear por el pueblo y no encontrar a nadie. Por cosas como esta es que se han puesto también en duda la equidad de las restricciones y la centralización que han tenido estas, se han hecho restricciones pensadas para las grandes ciudades y en lugares con gran aglomeración de gente, ¿pero y los pueblos con tan pocos habitantes? Estamos hablando de municipios con muy poca densidad de población y donde los datos epidemiológicos de la primera ola fueron muy buenas, pienso que debería haberse vigilado algo más en este aspecto e intentar hacer unos confinamientos más selectivos antes.
La alta mortalidad que tuvo en Manresa en la primera ola ¿cómo cambió tu relación con los pacientes?
Durante la primera ola tuvimos muchas pérdidas en la UCI, personas que habíamos estado cuidando durante días y días, que habían estado luchando mucho pero que no conseguir salir. Durante la primera ola los pacientes se intubaban en el área de semicríticos y se bajaban intubados en la UCI. Uno de los momentos más duros del trabajo es cuando hay que intubar a los enfermos, primeramente, el médico les explica qué haremos y cómo lo haremos y se les deja la posibilidad de llamar a los familiares y despedirse siempre y cuando la situación del enfermo lo permita. Creo que nunca me acostumbraré ese momento, dormirlos y darles ánimos «todo irá bien, nos vemos al despertar», palabras que tú también te repites para hacerte convencer. Cuando has tratado con los pacientes mientras han sido despiertos creas vínculos con ellos y después se hace más difícil si las cosas no van bien, por eso, por crudo que parezca decirlo se hace más fácil si cuando llegan a la unidad ya están dormidos y sedados, sin embargo, nunca se puede caer en la despersonalización, estamos tratando con personas, que a pesar de estar dormidas tienen unas necesidades a suplir y se deben tratar con todo el respeto.
Durante los primeros meses no se podían recibir visitas por parte de las familias, por lo tanto éramos nosotros quienes teníamos que hacer también su papel, poco a poco se fueron cambiando los protocolos y se empezó a dejar entrar a los familiares pero sólo en casos aislados como en los procesos de final de vida, para las familias poder ver a los familiares y despedirse de ellos es una parte muy importante para afrontar el duelo, el momento de la visita de los familiares también es uno de los momentos más duros en los que nos encontramos, primero explicarles qué se encontrarán cuando entren en la habitación y acompañarlos y darles apoyo.
¿Has tenido relación con las y las familiares de las personas enfermas?
Por parte de enfermería se tiene poca relación con los familiares, que llama cada día para dar información son los médicos referentes de cada enfermo y nosotros hablamos algunas veces cuando ellos nos llaman para pedir información. También se han ido incorporando las video llamadas, disponemos de un teléfono móvil a la unidad con el que llamamos a los familiares y así pueden verse y hablar, es uno de los momentos que más nos emocionan, cuando puedes despertar a un enfermo y extubarlo y puede hablar con su familia después de días de no verse. Por otra parte, como ya he explicado, también estamos con las familias que tienen que venir a despedirse si la cosa no acaba saliendo bien. Es muy duro ya que muchas veces te puedes sentir identificado con ellos, hombres y mujeres de mi edad que tienen que despedirse de sus padres, de la edad de los míos.
¿Como se ha organizado el trabajo de cara a poder dar atención a todos los pacientes, no sólo enfermos de Covid?
A estas alturas tenemos dos UCIs, las UCI Covid que están ubicadas en la zona de UCI y Semicríticos y la zona de no Covid que se ha habilitado en una planta de hospitalización. Todo esto nos ha supuesto mucho esfuerzo para poder intentar que una planta de hospitalización pueda tener las mismas prestaciones y aparataje que una UCI y poder disponer de todo el material. También se ha tenido que reforzar cada vez con más personal de enfermería para poder mantener la ratio enfermera-paciente, esto ha llevado a que aparte de hacer muchas más horas de las que se harían en una situación de normalidad se haya tenido que formar profesionales de otras unidades para poder trabajar en la UCI y hayan tenido que dejar sus plazas para poder venir a trabajar en nuestra unidad.
¿Qué es lo que destacarías de todo este tiempo?
De esta pandemia no sólo me llevo malas experiencias y situaciones que me quedarán grabadas siempre. También me llevo la gran experiencia que he podido adquirir en el trabajo y, sobre todo, el sentimiento de equipo que se ha generado. Muchas veces pasas más horas con los compañeros y compañeras de trabajo que con la familia y es necesario tener un buen ambiente de trabajo y el sentimiento de apoyo, sentir que tus compañeros te ayudan cuando tú crees que no podrás con todo, que somos un gran equipo y que a pesar de las circunstancias siempre hay motivos para sonreír y para celebrar, que cuando nos juntamos y vamos todos a una no hay nada que nos pare. No todos los días son buenos y muchas veces el trabajo es complicado y se hace difícil poder avanzar por eso es importante encontrar un trabajo que te llene y te haga sentir realizada, sea la que sea para poder darlo todo cada día, en nuestro caso ayudar a las personas que lo necesitan y acompañarlas en su proceso.
