miércoles 01 mayo 2024

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Violencia de género, una deuda de la democracia

ana castillo

OPINIÓN por Anna Castillo. Texto y fotografias.

Todo el espectro político coincide en que debe haber un consenso entre todos los partidos del Parlamento para hacer frente a la violencia de género como un tema de interés general ineludible.

Hablan, debaten, se rasgan las vestiduras… pero no son ellos quienes instalaron el tema en la opinión pública. Organizaciones feministas hace décadas que luchan contra este flagelo. Sin embargo, ¿sabemos de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género?

La violencia de género, violencia contra las mujeres, es un instrumento del patriarcado para preservar un orden concreto en donde las mujeres están subordinadas al poder de los hombres. Es un dispositivo disciplinador para aquellas mujeres que de algún modo cuestionan su rol asignado. La violencia la ejercen los hombres que sienten impugnada su hombría cada vez que una mujer se escapa de los moldes preestablecidos.

La violencia de género existe porque existen relaciones desiguales de poder entre los géneros, en un marco cultural en donde lo que se considera masculino tiene valor positivo y lo que se considera femenino valor negativo. Además, el espacio público es considerado parte del ámbito masculino, y el privado es femenino. Por ello, cuando se da violencia en el espacio público (violaciones, desapariciones, etc.), en cierta forma se entrevé que la mujer se lo buscó por invadir un territorio que no le pertenece. Por esa misma lógica, cuando la violencia se da en el ámbito privado, es algo que no debería llamar la atención ni problematizarse por el conjunto de la sociedad porque el mundo privado es íntimo y no político.

Hay muchos tipos de violencia: física, sexual, psicológica, moral, económica… y la que las recoge a todas, la violencia simbólica, que trata de justificar y crear un imaginario colectivo en donde se produce y reproduce, en base a estereotipos, esta idea de lo masculino como valioso y lo femenino como desvalorizado.

Puesto que la violencia de género es el mecanismo mediante el cual preservar este orden simbólico, en general podemos decir que los roles que cumplen en la misma hombres y mujeres son diferentes. Los hombres tratan de preservar dicho orden, mientras las mujeres tratamos de subvertirlo para dejar de estar subyugadas. Por ello, cuando un hombre sufre violencia, no podemos decir que estemos ante un caso de violencia de género, así sea una mujer la perpetradora. También existen casos en que una mujer puede ser cómplice del hombre violento. Por tanto, para determinar si se trató de un caso de violencia de género hay que analizar si la víctima fue mujer, y si la causa de la agresión está relacionada con las relaciones de poder desigual entre los géneros y esta mirada del mundo del deber ser masculino y el deber ser femenino, es decir, si la mujer fue agredida por el hecho de ser mujer, o dicho de otro modo, de no ser una buena mujer.

El feminicidio (asesinato de mujeres por su condición de género) es la forma extrema de la violencia hacia las mujeres. Los femigenocidios son las formas de violencia femicida no personalizada, que se expresa en la trata de personas y la destrucción del cuerpo de las mujeres del bando enemigo en guerras o conflictos bélicos.

Otro matiz que cabe añadir es que las personas con identidades de género diferentes, o las personas sexodiversas, con su sola existencia ya cuestionan dicho orden heteropatriarcal. Con su presencia confirman que los cuerpos biológicos no tienen un único destino y que por lo tanto el género es una construcción cultural y, por ello, modificable. Además, los hombres homosexuales, como las trans y travestis, al desprenderse de los privilegios masculinos (virilidad y dominio de las mujeres) confrontan a los hombres con su propia realidad, puesto que todo lo que suelen justificar por “naturaleza, testosterona”, etc., deja de pertenecer al ámbito de lo inevitable, para pasar al ámbito de la responsabilidad personal. ¡Cómo debe quedar herido el orgullo viril cuando otro hombre se inclina por una identidad femenina o feminizada!

Consecuentemente, las personas LGTTBIQ son también objeto de ataques de violencia de género que deberíamos nombrar travesticidio, transfemicidio o crimen de odio, según el caso. Estos colectivos son frontalmente disruptivos por desvertebrar la división binaria de los géneros.

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