jueves 27 junio 2024

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Susurros de personajes a través de la lectura

Por Maria-Àngels Roque*

El mes de mayo ha sido algo más lluvioso, esto ha servido para tener un cierto recogimiento y leer los últimos libros de dos autoras: Patricia Almarcegui y Virginia Luque Gallegos. Estas dos autoras son muy activas en las redes sociales pero que no cejan de investigar y de escribir. Patricia conjuga la creación literaria y sus conocimientos académicos, sobre todo forjados por los viajes. Virginia con sus trabajos de investigación sobre El Ándalus, está especialmente interesada en la difusión para los no especialistas.

Patricia Almarcegui es una veterana que combina sus viajes, con la erudición de literaturas comparadas que era su profesión universitaria antes de dedicarse plenamente a la literatura. Desde Los libros de viaje: realidad vivida y género literario o Alí Bey y los viajeros europeos a Oriente, este últimoa partir de su tesis doctoral sobre el viajero catalán Ali Bey, ha publicado   obras muy evocadoras como El pintor y la viajera, un amor imposible entre dos personajes reales: el pintor Ingres y una intrépida viajera Lady Montagu. La memoria del cuerpo, memorias ficticias donde asistimos como testigos a una vida entregada a la danza, y participamos de las experiencias más íntimas, preciosistas y dolorosas de su protagonista, o Cuadernosperdidos de Japón, una narración llena de imágenes intensas que nos introducen en el cine, la literatura, el manga, la pintura, la arquitectura, y en ciudades japonesas, donde perfila sus reflexiones completadas tras dos viajes. Estos cuadernos son un intento de reproducir el tiempo del viaje y de la vida, desde la convicción de que las experiencias no finalizan cuando se escriben sino cuando se leen y escuchan.

En uno de sus artículos en la revista Quaderns de la Mediterrania, Patricia Almarcegui me dio a conocer, hace ya bastantes años, la obra de la periodista y escritora austriaca Anne Marie Schwarzenbach porque, “nadie como ella ha intuido que la literatura es un viaje”.

Por ello en su último libro publicado Las Vidas que no viví, editado por la editorial Candaya (2024). Irán, donde ha vivido en diversas ocasiones, así como Menorca, su morada actual, son los escenarios donde las evocaciones adquieren vida bajo la prosa de la autora. La literatura de Patricia Almarcegui tiene una relación proustiana por la importancia del tiempo y la memoria. No obstante, su escritura es muy diferente, ya que compone frases cortas para conseguir una mayor contundencia expresiva: “El ciprés, la rosa, el granado se desea, y gracias al esfuerzo aún los queremos más “o “Era mediodía, Estambul olía a mar y yerba cortada”. Introduce denominaciones catalano-menorquinas para expresar el tipo de lugar “codolar”, árbol “ullastre” o seta “esclatasang” para reflejar una especificad concreta del territorio donde desarrolla la acción, provocando en el lector sensaciones vividas.

En Las vidas que no viví , Anna y Pari son dos mujeres que se encuentran en Menorca, en torno a un hotel abandonado y ocupado, y un huerto rescatado del olvido. Anna, originaria de la isla, regresa ahora en medio de una crisis íntima, después de muchos años fuera. Pari llegó desde Irán tras abandonar su vida anterior, y espera la posible llegada de un visitante. Esta, es una novela sobre destinos y espacios en reconstrucción; sobre jardines y huertos; sobre cuerpos que habitan y cuerpos que ya no pueden habitarse. Y es, también, el relato de una isla y un país encontrados en los éxodos y la migración: a lo largo de la conversación que mantienen las dos protagonistas, emergen relatos históricos sobre Menorca e Irán: naufragios, invasiones, incendios, viajes, objetos perdidos y reencontrados. Las narraciones, o voces que se intercalan en el relato, son los puntos de partida de su última novela.

 Virginia Luque Gallegos ya nos deleitó con su saber hacer en El legado de al-Ándalus. La herencia andalusí y morisca en el Magreb, una obra que permite una incursión hacia el trasvase, transferencias, influencias y aportaciones culturales en el Norte de África donde traslada a las evidencias, testimonios materiales, huellas inmateriales y legado de andalusíes y moriscos.

Los Sabios de Qurtuba. Cuando la capital de al-Andalus alumbró al mundo, es el último libro de la historiadora-patrimonialista cordobesa, publicado por la editorial Almuzara (2024). En él pone en valor a científicos, inventores, artistas o historiadores que vivieron entre los siglos VIII y XIII, desde los poetas Wallada, Ibn Zaydun o Ibn Hazm, hasta los filósofos Averroes y Maimónides o al médico Al Kattani, el cual  aporta el primer tratado de medicina de urgencias en Córdoba y en la Europa medieval. A raíz de una traducción de su obra El libro del árbol tenemos información de este hombre que “emigra con la descomposición del califato”. De hecho, cuando Córdoba entra en la guerra (la fitna), todos los científicos y sabios se marcharon a otros reinos sus conocimientos acabaron expandiéndose hasta acabar traduciéndose del árabe al hebreo y a su vez al latín, llegando a los monasterios.  La autora con este libro nos da la posibilidad de conocer la cultura musulmana que se desarrolló en Córdoba especialmente en la época de los omeyas. Aporta una gran cantidad de bibliografía para que los que no son expertos puedan ampliar su conocimiento de forma amena. Conocedora de la arquitectura y el patrimonio de Córdoba también nos indica en su obra los últimos hallazgos de los arqueólogos que actualmente recomponen los arrabales de la época andalusí.

Virginia Luque intenta, con éxito, sacar a relucir a las mujeres andalusís a pesar de los pocos rastros recogidos. En este sentido son de gran interés los capítulos que dedica a las mujeres esclavas o libres que desarrollaron un importante papel no solo como cantoras o instrumentalistas, sino también compositoras. Por lo que se apoya en fuentes originales y en los trabajos de importantes arabistas españolas que han podido desgranar el valor de estas mujeres que tuvieron un papel fundamental dentro de la cultura. Algunas de ellas han llegado hasta nuestros días a pesar de lo poco que se sabe de ellas como Lubna que era experta en gramática, métrica y contabilidad. Fue excelente poetisa, magnifica escriba y calígrafa en tiempos de Al-Hakam II, manejando con gran precisión el astrolabio.   Centenares de mujeres trabajaban en su calidad de copistas, redactoras que se encargaban de abordar documentos de alto poder político. Un oficio que pasaba de padres y abuelos a sus descendientes.  La historiadora comenta que “resulta llamativo cómo algunas mujeres libres consagradas al oficio caligráfico lo hicieran de una manera casi ascética ya que conservaban su virginidad como virtud. (…)  siendo la pluma el instrumento al que por vida quedarían por siempre unidas” No nos extraña ya que las esclavas pertenecían a un señor como la poetisa Uns al Qulüb, esclava de Almanzor, que podía ser cedida al poeta Ibn Hazm, como se explica en un relato de una gran belleza. Recordemos que también mujeres cristianas en época medieval y más tardía preferían ser monjas para poder leer y escribir, cosa difícil si entraban bajo la férula de sus maridos. 

 Mujeres inspiradoras como Jawla y Nunna Fatima. De Jalawa solo se conoce su nombre por uno de los capítulos de El collar de la Paloma, obra caracterizada por arabistas  y filósofos como como el libro más ilustre sobre el tema del amor en la civilización musulmana, obra realizada a modo de carta o risâla  por el poeta Hazm a petición de un amigo suyo. De la poetisa Wallada (1010-1091), sí que se encuentran más rastros por lo que ha sido muy difundida y ha servido como imaginario creativo hasta nuestros días, Hija del califa omeya Muhammas III,  Wallada es una poetisa conocida, no solo por su obra sino también porque abrió un salón literario donde se reunían los más notables poetas y literatos del momento para recitar y debatir cualquier asunto intelectual. Con visiones controvertidas sobre este personaje; vista como una libertina por su garbo libre y desdén por los velos, mientras que otros autores refieren que Wallada se caracterizó por su recatada honestidad, a ella se  le atribuyen como propios los siguientes versos: “Aunque las gentes admiren mi belleza soy como las gacelas de la Meca cuya caza está prohibida”. Esto no quiere decir que, aunque no se casó, no compartiera su amor con otro poeta. La cultura arabo andaluza de la época omeya irradia una luz que será recogida por posteriores autores especialmente sufís.

Las publicaciones de Patricia Almarcegui y Virginia Luque nos conectan con culturas actuales e históricas y con personajes emotivos que nos abren ventanas a vidas que no hemos vivido pero que podemos revivir a través de la lectura.

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