OPINION
Lo que desata la ira de los hijos perfectos del patriarcado es que las mujeres de la CUP están siendo la cara visible de un proyecto político crítico, potente y que camina sin deudas ni favores a la espalda.
(Por su interés, La Independent traduce al catalán este artículo y lo publica del original en castellano del Diario.es)
Gorda, vieja, puta, fea. Que antes de mantener relaciones sexuales pasa por asamblea. Pelos de guarra. Idiota. Mala puta, traidora, despeinada. Sin atractivo. Hija de puta amargada.
Estos días se han sucedido los insultos machistas a las mujeres de la CUP que están en primera línea de la política institucional. De todo. Constantemente. Valoraciones sobre el físico, la sexualidad, la libido, el aspecto, la ropa, la edad, la profesión.
Ni sobre la praxis política. Ni sobre la calidad discursiva.
Pero no sólo en negativo.
Calladita estás más guapa. Está buenísima. Musa.
Ni sólo es un tema contra las mujeres de la CUP.
Barriguita. Pivón. Histérica.
Hay para todas.
Y ¿por qué son tan alarmantes todos estos insultos más allá de las discrepancias políticas?
En primer lugar porqué los insultos son una forma de agresión. Y las agresiones contra las mujeres y/o todas las personas que no se identifican como hombres; las agresiones que hacen referencia a aptitudes supuestamente de género –belleza, satisfacción sexual, objeto sexual, etc–; las agresiones que se dan en el marco de las relaciones de poder basadas en la estructura cognitiva y objetiva patriarcal: son agresiones machistas. Agresiones que, incluso siendo verbales, justifican y legitiman que a las mujeres se las pueda insultar, vejar, menospreciar. Agresiones que aguantan lo que las expertas llaman la espiral de la violencia. Agresiones que en otros casos se han convertido, siguiendo la llamada espiral, en asesinatos. Agresiones que conviven con un 2016 que ya se ha cobrado 6 vidas de mujeres. Grave. Legitimador. Impune. Hay que asumir que la violencia no es cosa de tarados, la violencia es llevar al extremo las prácticas y roles patriarcales. Quien practica la violencia no está loco, es el alumno eficiente y un poco demasiado obsesionado del patriarcado.
En segundo lugar porque la situación política es compleja, movida, expectante. Y estas mujeres son las protagonistas. No las únicas. Pero sí las actrices principales. Y no se las reconoce como tales. Sólo en condición de guarras, putas u otras calificaciones de género masculino desvalorizado. Pero no como enemigas, políticas, estrategas, valientes, luchadoras. Cuando son capaces de plantar cara, siempre es porque tienen hombres, equipos y trabajos colectivos. Al fondo de todo siempre hay aquél cerebro brillante y estratega que, a pesar de ser tan humilde que no quiere enseñar ni la sombra, es el verdadero ideólogo. Así se describe a Arrimadas. Ella es la sombra de Rivera. Y así lo parodiaba Polònia.
Por otro lado, cuando las cosas no van bien, se recuperan todos los descalificativos rancios y carrinclones para las mujeres de siglos atrás. Esos que hablan de brujas malas; de mujeres que encantan con manzanas y pociones; de sirenas que hacen estrellar barcos; de señoras de mala vida que llevan a la perdición a cualquier Adán sin personalidad.
Como ya anunciaba el texto sagrado de la Bíblia: o putas, o madres, o malas. Pero nunca putas dignas, madres malas, o malas rebeldes. Seguimos entre la Virgen María, María Magdalena y Eva.
Y aquello más grave, pero a la vez más potente, aquello que desata la iras de los hijos perfectos del patriarcado es que las mujeres de la CUP están siendo la cara visible de un proyecto político crítico, potente y que camina sin deudas ni favores a la espalda. Y no lo han hecho solas, tienen muchos compañeros alrededor, pero a ellos se les ha cuestionado por la decisión política, y no por la talla de pantalones o por la forma del flequillo.
A nosotras se nos descalifica, se nos ridiculiza, se nos insulta. Porque cuestionamos a la política de partido clásico. Porque cuestionamos a la vieja guardia acostumbrada a mandar desde un despacho. Porque cuestionamos a la derecha vestida de progre que ha conseguido la hegemonía alrededor de una independencia vacía de contenido.
Pero nosotras respondemos juntas. Las madres, las vírgenes, las putas, las Evas. Porque somos hijas de las brujas que no pudisteis quemar. Porque somos, alegres y rebeldes, las de las alianzas feministas. Porque entre la clase, el origen y la patria, tenemos claro que, más allá de las estrategias políticas para llegar allí donde queremos, tendremos que plantar cara al patriarcado. Y lo haremos juntas.