El filósofo Henry Bergson decía que el orden social depende de que los miembros (las miembras también, no se lo tengamos en cuenta) de una comunidad tengan una actitud flexible en sus conductas y opiniones.
Bergson entiende tensión y elasticidad como “dos fuerzas complementarias que hacen actuar la vida”, si le faltan al cuerpo, aparece la enfermedad, si le faltan al espíritu provocarán pobreza psicológica y locura, si le faltan al carácter, sobrevendrá la inadaptación, la miseria y el crimen. Y decía también que las situaciones rígidas y los aspectos más inflexibles de una sociedad son lo que nos hace reír.
El humor actúa,además, como mecanismo de defensa. Freud le otorgaba cualidades terapéuticas en el terreno social al considerarlo “la manifestación más alta de los mecanismos de adaptación del individuo” (y seguro que de la individua también).
Avalada por las voces de estos dos grandes pensadores y las de tantos, incluso tantas, otras, podemos afirmar y afirmamos con cierta rotundidad que una sociedad no será sana y madura si no es capaz de reírse de sí misma.
En todo este vértigo de acontecimientos recientes tenemos el mejor ejemplo. Hemos visto —de forma clara y triste— cómo actúan ideales y argumentos contra huevos. Argumentos diversos, no siempre en la línea del independentismo, sí en la de los valores democráticos y sí siempre acompañados de firmeza no beligerante; y huevos… por huevos: la rigidez de la que hablaba Bergson. Y hemos visto cómo la sátira cumplía una de sus funciones: resaltar esa conducta rígida y, mostrando sus aspectos más ridículos, intentar corregirla antes de que nos destruya. Podríamos, por tanto, afirmar y afirmamos con garantías, que la elasticidad va acompañada de un sano deseo de desmontar la rigidez utilizando la estrategia que Freud destacaba de “eludir mediante un chiste el despliegue emocional” haciendo que el placer triunfe sobre la adversidad.
También esto se ha comprobado y mucho en los últimos tiempos. A cada nuevo y, a menudo, estremecedor acontecimiento, la respuesta rápida y acertada ha sido un continuo de ocurrencias chistosas que la agilidad de las nuevas tecnologías nos ha permitido y nos permite tener con una celeridad casi estremecedora.
No había pasado ni media hora de la declaración e inmediata suspensión de la independencia, que ya teníamos en el móvil hilarantes aceptaciones de la situación: “¡Ha nacido la República Catalana! Pero, de momento, está en la incubadora”. “República catalana en construcción. Disculpen las molestias” o “Loadingindependence, pleasewait…”.
Para las estrategias activistas, se las han inventado de todos los colores: la completísima App Cacerolapp que, como indica el anuncio, nos ahorrará abollar más cazuelas, con modalidad cacito de acero, sonido agudo; olla grande, más escandaloso o sartén robusta, más amortiguado. El anuncio en twitter: “Los fabricantes de cazuelas trasladan su sede a Catalunya”. Un taller de estrategias para ir a votar, el mejor sistema de camuflaje para esconderse si te persigue la policía o llamadas al civismo con proclamas tipo: “Si el precinto es de plástico va al contenedor amarillo”. Y eso sin contar con todo el juego de gags que ha dado Piolín, uno de los más acertados, la imagen de un barco con la Bruja aburrida y las tres mellizas y el lema: “Los Mossos contraatacan”.
Algunas situaciones, determinadas decisiones y muchos comentarios, tanto de un bando como del otro, han ofrecido tal cantidad de material al oficio, que no podemos más que agradecerlo. Como espectadoras, ni qué decir tiene y como profesionales se puede deducir por la ingente actividad que han desplegado. A modo de ejemplo, nos remitimos al tuit, con un ingenioso calambur de Marius Serra el día siguiente a la manifestación con velas para pedir la liberación de los Jordis: (traduzco) “Como miembro de la Sección Filológica del IEC me complazco en afirmar que esta mañana en la Diagonal la frase “caminar por la cera” era correcta”. Y qué no diremos del magnífico gag de Polonia: “Y no estaba muerto, no, no…, estaba arreglando España”. La pena es que la rigidez y la cerrazón lleguen tan lejos como para hacer desistir al equipo del programa de emitir el capítulo del día 2 de noviembre por respeto a las personas parodiadas que pasaban aquella noche —y por lo que se ve, muchas más— en prisión. ¡Poca broma! Nunca mejor dicho.
Pero volvamos a la función social del humor y a Bergson. A la rigidez le otorgaba la facultad de adormecer y aislar a las sociedades. En cambio, la ironía y la sátira, que acompañan a la elasticidad, nos unen en la tragedia común y nos ayudan a superarla, a seguir adelante; equilibran la tensión y hacen, en definitiva, que nos sintamos, si más no, un poco más reconfortadas.
Ante todo lo expuesto, ¿podríamos afirmar con contundencia, que la catalana es una sociedad sana y madura? Podríamos, ¡vive Dios!, pero no lo haremos, no fuera a caernos encima todo el peso de la justicia.