OPINIÒN
Con el corazón todavía emocionado por los numerosos latidos que me hierven con motivo de otra conmemoración de la proclamación de la II República española, mi compromiso con la memoria histórica me pone negro sobre blanco motivos renovados para reivindicar, con fuerza, la III República.
Algunos me podrían decir que ya no es necesario, que ahora todo parte de nuevo con referentes de pueblo independiente respecto a los pueblos hermanos que configuran nuestra piel de toro, pero no me quiero engañar: más allá de las formas y el marco territorial quiero reivindicar el fondo de las ideas que representó la II República para reclamar aún su vigencia.
Un momento estimulante y lleno de ilusión
Como hace 84 años, la celebración de unas elecciones municipales daba paso a la II República, un evento que fue celebrado masivamente en la calle, con jóvenes ilusionados por un cambio anhelado desde el fondo del alma, con todo un proyecto para construir desde la perspectiva de la igualdad y la justicia social, un proyecto donde las mujeres participaron activamente, tanto por el avance en los derechos sociales como los derechos específicos que fluían, con la libertad y fuerza de un Geisher desde del fondo de los tiempos.
Las mujeres, también implicadas
Este estallido de ilusión y futuro, no lo olvidemos fue aplastado por el levantamiento de los militares sublevados, comportando tres años de dura guerra civil y 40 años de sangrienta y represiva dictadura, un ahogo de derechos y libertades que negaban y escondían la misma historia, una historia donde las mujeres republicanas jugaron un papel capital a pesar que nos cueste aún rescatar del anonimato. El libro que ha publicado recientemente Antoni Dalmau y Ribalta sobre “La Guerra Civil y el primer franquismo en Anoia” pone al descubierto algunos nombres escondidos en numerosos archivos y bibliotecas, de entre los que cita también mujeres que participaron activamente en el curso de la República, durante y después también a la resistencia.
Episodios lúgubres y tenebrosos callados
Han salido ya muchos libros publicados y aflorado testigos de este episodio tan cruel que la represión vivida había empeñado borrar de la memoria. Citaré, por ejemplo, el libro de Consuelo García del Cid Guerra “Las desterradas Hijas de Eva“, donde ha rescatado del olvido algunos testimonios de mujeres presas en las cárceles franquistas donde el maltrato físico, las humillaciones, incluso los impunes robos de los propios hijos, constituían la ley cotidiana de tenebrosos centro de privación de libertad para mujeres jóvenes cuyo único pecado fue el de atentar a las buenas costumbres, por bailar “agarrados”, fumar a escondidas, tener relaciones sexuales, replicar a un padre autoritario o simplemente quedarse embarazadas.
El testimonio de Neus Catalá
Tras recordar a mi amiga Manola Rodríguez, ya traspasada, me quedo con el testimonio vivo aún hoy, y único por su dimensión y compromiso, de Neus Catalá y Pallejà, que este año celebrará sus 100 años. Con este motivo quiero recordar el reconocimiento ciudadano que, en el marco de los actos conmemorativos del 8 de marzo de 2007, le rindieron las mujeres de Igualada y comarca una tarde de lluvia en el teatro del Ateneo. Al final, y haciendo presente los ejes que han marcado su testimonio, tres mujeres músicas la obsequiaron con sendas piezas musicales: el Himno de Riego recordaba su compromiso con la II República, el Emigrante evidenciaba su exilio forzoso, y el Canto de los Pájaros simbolizaba el grito de paz por excelencia, frente al horror sufrido en su paso por el Campo de exterminio nazi de Ravesnbruck.
Un compromiso muy vivo hoy
El compromiso de Neuss Catalá continúa -no obstant- vivo hoy, por eso quiero aprovechar esta coyuntura para recordar que, más allá de la nostalgia, de la indignación por los hechos históricos que se nos han negado, del desencanto que se haya podido producir en demasiada gente sobre unos cambios que no fueron, quiero proclamar hoy que sí, que hay que caminar por una III República, pero que no se limite a la ruptura de la constitución monárquica y los límites de los derechos nacionales, sino que aparte también los gobiernos que se doblan al poder financiero, donde unas minorías acumulan poder y recursos en una carrera cuesta abajo y sin freno, mientras que la mayoría de la ciudadanía sufre la lacra del paro y precariedad laboral, con la pérdida de derechos sociales como el derecho a una educación pública y de calidad o el derecho a una sanidad pública y universal.
Hay que impedir que los recursos públicos sirvan para que las empresas privadas del sector hagan negocio. Por otra parte, la falta de nutrición infantil, la pobreza severa, la pobreza energética, los desahucios y la falta de ayudas para las personas enfermas y / o dependientes deberían dejar de ser la vergüenza de un país que aspira a ser libre y civilizado.
Sí al derecho de autodeterminación de los pueblos, que es inalienable, pero no debemos permitir que se utilice para que continúen los mismos con las mismas políticas excluyentes y al servicio de las grandes transnacionales y el poder económico mundial.
La III República depende de nosotros y nosotras
Una república, por ejemplo, no debería tolerar que se apruebe el TTIP, por ser un atentado a los derechos democráticos más elementales que representa la historia de la vieja Europa, para permitir entrar en un tratado de libre comercio con EEUU que anula la incluso el derecho de los gobiernos a opinar sobre inversiones que no respeten el medio ambiente (por ejemplo el fracking). O no debería permitir que los neofascistas campen por siempre usando instituciones y recursos democráticos. La riqueza de un pueblo es también su cultura, con la convivencia en la diversidad como valor, y con ilusión para vivir un futuro libre sin las amenazas que se han reiterado en la historia.