“Nos es impropio hablar de “desgracia” por haber nacido mujer cuando en muchos países del mundo las mujeres son objeto de trata por las mafias de la prostitución, y sufren matrimonios forzados, mutilaciones genitales, trabajo semiesclavo, y violaciones masivas en las guerras”, dice Rosa Regàs.
En el acto de presentación de su último libro La desgràcia de ser dona, que acaba de sortir a Arallibres, también quiso recordar que: “En el Estado español desde el 2003 han sido asesinadas 600 mujeres, y la violencia no para. Si las hubieran matado terroristas, las victimas hubieran tenido más atención..”
Rosa Regàs, de 77 años, es una autora catalana muy reconocida, que ha sido galardonada con varios premios (el Nadal en 94, el Planeta en 2001, el Grandes Viajeros en 2003 entre otros) por algunos de sus veinte libros, entre novelas, ensayos y libros de viaje.
Nos cuenta a La Independent algo de su infancia venturosa, que coincidió con la época convulsa del final de la republica, cuando se abrían fosas comunes y se quemaban iglesias. Mientras sus padres fueron obligados a exilarse a Francia, Rosa tuvo la suerte de asistir de los tres a los cinco años a la escuela de infancia impulsada por Freinet en los Alpes marítimos franceses, practicando un método pedagógico humanista que favorecía en los niños i niñas el conocimiento a través de la libre exploración, y el trabajo-juego.
Recuerda que tenían una imprenta, y estaban todo el día desnudos sin problema, pero cuando regresó a España bajo la tutela de un abuelo, la abuela lloró al ver que su nieta iba a dormir sin ropa. Esta vez como “buena chica” estudió en un colegio de monjas, de las cuales, sin embargo, tiene un buen recuerdo porque insistían sobre la idea que también las mujeres tenían que apostar po su independencia económica, si querían ser dueñas de sus destinos.
Aunque no vivió con ellas, Regàs recuerda haber tenido dos madres (la madre y su pareja) y como la mayoría de las chicas de su época, se liberó de la convivencia con el abuelo autoritario, “casándose con el primero que la pidió”, nos cuenta riéndose. Sin embargo el hecho de haber tenido cinco hijos no le impidió buscar su propia realización profesional, primero trabajando en la editorial Seix Barral, después fundando una ella misma,(la Gaya Ciencia) y sucesivamente escribiendo y viajando por el mundo como traductora de las Naciones Unidas. A lo largo de su trayectoria se ha tomado la libertad de hablar sin tapujos, escribir por pasión, y ahora, de seguir conociendo y experimentando, con la sola limitación de la volatilidad del tiempo, y de la vida misma.
En el libro mencionado La desgracia de ser dona critica rotundamente el papel de las religiones en la sumisión de la mujer en el mundo. Aunque la aspiración a la trascendencia es antigua como el ser humano, históricamente las religiones mediterráneas (la judía, cristiana y musulmana) se propusieron cohesionar la sociedad estructurándola de forma piramidal, con Dios en el vértice, sucesivamente los líderes religiosos, después los hombres, (a quienes son permitidos todos los pecados sexuales) y en la base las mujeres, afirma Regás. Pero ¿cómo se la hubiera arreglado la humanidad para no perecer en la primera generación, sin ellas?
En su vida personal, Regás afirma haberse sentido oprimida por el clima vivido en la España franquista, donde el sentido del pecado, y las reglas sociales eran asfixiantes, y por eso se alejó con alivio de las creencias y prácticas religiosas.