Al menos 1650 personas han perdido la vida este año en el intento de cruzar el Mediterráneo en busca de futuro. Las organizaciones advierten: “No son tragedias inevitables, es una responsabilidad de la Unión Europea”
Al menos son 1.650 las personas inmigrantes que han fallecido este año en su intento de cruzar el Mediterráneo para llegar a las costas italianas, 450 la pasada semana y cerca de 900 el sábado, una “cifra” que, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR) está destinada a aumentar. ¿Tendrán que pasar décadas, siglos, para que las generaciones posteriores sean las que analicen como la sociedad europea permaneció anestesiada ante el drama de las migraciones?
La tragedia golpeó tan fuerte este fin de semana que las portadas de los medios de comunicación, a pesar de la cantidad de noticias de corrupción, la precampaña y la liga, tuvieron que hacer un hueco para informar: un viejo barco –ataud- ocupado por unas 900 personas africanas – 40 ó 50 niños y niñas y cerca de 200 mujeres, según un superviviente proveniente de Bangladesh- vuelca frente a las costas de Libia, solo es posible salvar a 28 y recuperar 24 cadáveres. La semana pasada fueron 450.
Diversas organizaciones, como la agencia europea de control de fronteras externas (Frontex) o el Alto Comisionado de Naciones Unidas (ACNUR), advierten que con la llegada del buen tiempo se multiplica la travesía de inmigrantes hacia Europa a través del Mediterráneo. Muchas, como Amnistía Internacional, denuncian el fracaso de los gobiernos europeos en materia de inmigración, no solo a la hora de facilitar los recursos necesarios para las tareas de búsqueda y rescate en el mar de inmigrantes, sino porque la postura de la UE es cada vez más negligente y aleatoria.
Eurodiputadas como la socialista Iratxe García han mostrado su consternación ante esta terrible tragedia. La presidenta de la Delegación Socialista Española en el Parlamento Europeo ha reclamado la celebración urgente de un Consejo europeo extraordinario. “Es el momento de dejarse de declaraciones vacías y ponerse manos a la obra”, ha declarado Iratxe García en la cadena Ser.
Pero el denominador común de la respuesta europea ante semejante drama es la complicidad. Y no solo se trata de responsables institucionales o del campo político y cultural. Incluyendo a la ciudadanía, Europa se limita a ser espectadora de los saltos de las personas inmigrantes en la valla de Melilla, de sus muertes en el Mediterráneo y de cómo la policía les persigue por las calles por no tener la documentación en regla. Hemos construido un muro a partir de las pantallas de televisión que nos permiten olvidar su dolor cambiando de canal.
Masa anónima
Es cierto que hay organizaciones sociales que se han movilizado para apoyar los derechos de los y las inmigrantes, pero ni con hechos tan graves como la pérdida de la atención sanitaria para las personas sin papeles han conseguido las convocatorias de protesta llenar las calles. Tampoco la sociedad ha prestado apoyo a las reivindicaciones realizadas ante el Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche (Madrid). Responsables políticos miran hacia otro lado o tachan de violentos a los que intentan llegar a Europa. Los y las que consiguen traspasar las fronteras reciben un trato discriminatorio que les hace malvivir. Incluso algunas ONGs, con la llegada de la crisis económica a España, han virado el destino de sus presupuestos para atender las necesidades de “los de aquí”. Y los gobiernos utilizan la inmigración para difundir el miedo entre la población autóctona: el miedo a que nos van a quitar el trabajo, nos van a transmitir enfermedades, nos van a robar.
A las personas inmigrantes se les está negando el derecho al desplazamiento, a fijar el lugar de residencia donde cada cual quiera y decida, a la igualdad de derechos y oportunidades, a la vida. Occidente o más bien, la concentración económica, financiera y política que le da voz, tiene las puertas abiertas de África para explotar sus recursos. Las materias y los productos sí que pueden venir de África, pero no las personas.
Cuando suceden tragedias como las que estamos viviendo en estos días nos referimos a las personas que han perdido su vida, e incluso a las que lograron sobrevivir, como una masa anónima. No sabemos nada de ellas, no conocemos sus nombres, sus caras, nada sobre su situación, su origen, su familia, sus estudios, su manera de ganarse la vida, sus aspiraciones…Nada, porque son personas negras, africanas, pobres, y su ahogo nos evidencia acaso una responsabilidad.
Europa es responsable de la muerte de esos seres humanos. Europa anuló el programa Mare Nostrum porque era caro y sobretodo porque amparaba a los y las que huían de la muerte y pretendían salir adelante en esa llamada sociedad civilizada. Quizá en un futuro, como hacemos ahora con la barbarie nazi o con la esclavitud, las víctimas del holocausto actual tendrán un museo que las honre, sus nombres estarán grabados en algún muro, se encenderán velas en su honor en fechas señaladas.