Pat Carra
(Traducción del italiano por Isabel Franc con la ayuda de Elena Laurenzi)
OPINIÓN
De repente, la sátira atrae todo el foco, un foco tan deslumbrante que se pierden sombras i matices.
Llueven las definiciones: la forma más elevada de la libertad de expresión, el espíritu de Voltaire, lo mejor de la libertad occidental, herencia de la Ilustración y así sucesivamente.
De repente, no me siento muy bien.
Y ¿cómo es eso? En Italia, el berlusconismo ha cortado lenguas y manos, en sentido figurado, claro, cerrando programas de televisión, censurando columnas de opinión, emitiendo quejas, provocando una triste inclinación a la autocensura y, sin embargo, no se han movilizado los defensores de la democracia y de los derechos humanos. Por fortuna, desde la Grecia antigua la sátira ha sabido desplegar su resistencia, sobre todo, lejos de la escena iluminada y de la compensación económica. Quien hace sátira asume el riesgo de enfrentarse con quien ostenta el poder, ya sea el poder del dinero como el del ejército o la musculatura, enmascarado de prestigio, consenso familiar o político. Eso es lo que nos encanta, la emoción de actuar desde una posición de debilidad, que en el juego de la sátira se convierte en fuerza, en audacia infantil y desarmada. Subrayo: desarmada.
Tras la masacre en la redacción de Charlie Hebdo, ha habido quien, empezando por el Financial Times, ha dado a entender que ese final se lo habían buscado. De hecho, quien hace sátira “se lo busca”, en el sentido en que busca provocar consecuencias, en el mejor de los casos, creando un salto de la conciencia por medio de un placer, la risa. Este era, sin duda, el espíritu original de Charlie Hebdo, pero tengo que admitir que la frase pronunciada por el director Chard: “prefiero morir de pie que vivir de rodillas” me chirría en los oídos, no son palabras de un humorista. Me pregunto como ha llegado a este posicionamiento y como lo ha continuado en esa escalada.
En 2011, cuando me entrevistaron con otros dibujantes tras el incendio en la sede de la revista, yo había declarado mi desacuerdo con lo que me parecía un reto fálico, un poco en la línea visceral de Oriana Fallaci.
Por otro lado, el hecho de que algunas viñetas puedan resultar ofensivas forma parte del juego y depende de muchas variables, entre ellas el sentido del humor que tenga el objeto de la sátira y el público.
La percepción es que estas viñetas comparten una misma posición i presunción de poder, cultural y político. ¿En serio, Wolinski, Charb, Tignous creían en los grandes enemigos islámicos?
No me sientomuy bien.
Siento una compasión rabiosa por los muertos, rabia por la abstracta reivindicación del derecho a la sátira. Antes que un derecho, es una elección consciente/inconsciente del riesgo y el placer que provoca.
El caso de Putin, que envía a Siberia a las PussyRiot, nos da la dimensión del peligro. No es la política de los derechos la que ha permitido sobrevivir al hombre i la mujer ridentes.
Para los bufones era necesaria la proximidad con la corte, conocerla desde dentro para limitar y socavar los delirios de poder. Los bufones y las mujeres que ríen siempre han arriesgado mucho. En las democracias modernas, somos otro tipo de bufones, pero, en esencia, el arte es siempre el mismo y su intención es la de mostrar que el emperador está desnudo.
Después de los acontecimientos de París, la información mediática se ha concentrado en manos de los poderes fácticos. Se ha difundido un mensaje delirante: el Gran enemigo islámico declara la guerra a Europa provocando una matanza de dibujantes satíricos. En un París de ciencia ficción vemos desfilar por las pantallas, hombre cubiertos con pasamontañas o cascos tipo DarthVader, el lado oscuro de la fuerza en la Guerra de las Galaxias. Olas de emotividad nos clavan a las redes sociales y a emisiones en directo que no se acaban nunca.
Asistimos al lanzamiento y la difusión del lema Todos somos Charlie o Je suis Charlie, en carteles, pins, camisetas o cualquier marchandising.
La gente del cómic empieza a dar tumbos entre el miedo y la megalomanía. ¿Somos nosotros los y las paladines de la libertad occidental? ¿Cómo es que nunca nos lo habían dicho? Ahora podemos oscilar entre la pobreza y el martirio, el paro y la gloria póstuma.
Junto con el duelo, acusamos un cierto mareo. Nuestro lápiz se ha convertido, de repente, en un arma que desafía a las ametralladoras. Se dibujan torres gemelas en forma de lápiz, tinta como sangre, etc. etc.
De repente, somos potenciales héroes y heroínas y aquel mundo editorial-periodístico que con la excusa de la crisis, cada vez más asiduamente, no paga las viñetas o, tal vez, las censura, declara ahora una admiración incondicional por este noble arte.
Sigo el hilo de la sátira para llegar a las bambalinas de este sainete bélico a fin de encontrar la otra cara de las apariencias. Ya sé que nosotros burlones y chistosos somos de carácter infantil e ingenuo. Somos un poco bobos y bobas. Es paradójico que una revista satírica se haya convertido en la bandera de la libertad en manos del poder fáctico. No va con nuestra profesión la retórica heroica y pomposa que, antes al contrario, es el blanco de nuestras provocaciones.
Sin embargo, el primer efecto de la tragedia de Charlie Hebdo ha sido un fallout de la retórica, es decir, de la mentira. De repente, te das cuenta de que te han lanzado de las páginas del cómic a las páginas de la parada militar machista y de la omnipotencia democrática.
El relato es falso: es como si Don Quijote, creado por Cervantes en la prisión, se convirtiera en bandera de Las Cruzadas en vez de quedarse en su alter ego satírico. Como si el rey coronara al bufón, el patriarca confiara en la mujer que ríe, el inquisidor santificara a la bruja. Como si no hubiera ya nada de que reírse.
La historia no funciona así.
El mundo de la historieta gráfica no caerá en esa trampa, no pasará de su sutil y melancólica humanidad a la retórica de la pulsión de muerte, hinchada de armas y de paranoia.
Después del 11 de setiembre, la OTAN y los Estados Unidos han provocado guerras en nombre de la libertad de las mujeres, bombardeando países y destruyendo antiguas civilizaciones con la excusa de liberarlas del burka.
Después del 7 de enero, ondea la bandera de la libertad de expresión. ¿Tengo que esperar a que un drone me bombardee el escritorio para liberarme de la censura y de los trabajos mal pagados?
*Artículo publicado el 14 de enero de 2015 en italiano en Aspirina. Revista acetilsatirica
Isabel Franc*’ es colaboradora de esta revista