viernes 19 abril 2024

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Cien años de feminismo mexicano

 
 
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Entre el 13 y 16 de enero de 1916, se celebró en la ciudad de Mérida, Yucatán el Primer Congreso Feminista que aglutinó a más de quinientas mujeres, conservadoras y radicales; revolucionarias y tradicionales.

 

Este congreso formuló la primera agenda de reivindicaciones femeninas en la historia de México y sentó las bases de diálogo con el Estado.

Convocado por el general sinaloense Salvador Alvarado Rubio, su realización fue posible por el contexto yucateco, donde había raíces de protesta femenina y el constitucionalismo que abrió espacios a mujeres que querían que la Revolución les asegurara derechos.

Se hizo cuando el país que vivía las secuelas dramáticas de la revolución e intentaba una nueva y moderna construcción, un nuevo pacto social y por tanto una nueva constitución.

Durante mucho tiempo se creyó que solo este congreso había sido celebrado en el teatro José Peón Contreras, pero las historiografía feminista descubrió que el 23 de noviembre inició el Segundo Congreso Feminista mismo que concluyó el 2 de diciembre, también de 1916. Ambos congresos de manera “formal” sentaron las bases del feminismo mexicano.

Fue el principio del diálogo entre las mujeres que se repetirá a lo largo del siglo xx. Para 1921 las mexicanas ya tenían relaciones interamericanas, realizaron algún encuentro internacional en México y otras asistieron a diversos países; después del 16, hubo tres congresos obrero campesinos, entre 1931 y 1934; para 1935 se creó el Frente Pro Derechos de la Mujer. Reuniones multitudinarias y plurales que serán replicadas a partir de los años setenta hasta la fecha.

Este recorrido se analizará esta semana en Mérida, entre activistas y académicas, para conmemorar el centenario y hacer un balance del feminismo en México, tras un siglo de lo que se llama formalidad. Donde, además, el Congreso de Yucatán, luego de aprobar la decisión por unanimidad, pondrá la inscripción “Elvia Carrillo Puerto, promotora del Reconocimiento de los Derechos de la Mujer”, en letras doradas en el Muro de Honor.

 

Un centenario

El 12 de enero 2016 se celebra el primer centenario del feminismo mexicano, en el que las mujeres pudieron “establecer un diálogo con el Estado, en el que sus demandas fueran tomadas en cuenta y se tradujeran en acciones concretas”, señala Martha Eva Rocha Islas, investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el capítulo Feminismo y Revolución, del libro Un Fantasma Recorre el Siglo, coordinado por Gisela Espinosa Damián y Ana Lau Jaiven.

El Primer Congreso Feminista de Yucatán “no se trató allí de un torneo literario más o menos brillante: fue un encarnizado y potente combate de ideas”, como se establece en los “Anales de esa Memorable Asamblea”, que había sido convocada desde el 28 de octubre de 1915 por el gobernador de aquella entidad, el general constitucionalista Salvador Alvarado Rubio (1880-1924), para lo cual nombró un comité organizador integrado por brillantes ex alumnas de la escuela para niñas la Siempreviva, que en 1870 había fundado la poetisa Rita Cetina de Gutiérrez, se trataba de las jóvenes Consuelo Zavala y Castillo y Dominga Canto y Pastrana, serían parte de las integrantes del comité organizador, la primera como presidenta.

Además, conformaban este grupo Dominga Canto, Adolfina Valencia, María Luisa Flora, Beatriz Peniche, Amalia Gómez, Piedad Carrillo Gil, Isolina Pérez Castillo, Elena Osorio, Fidelia González, Candelaria Villanueva, Lucrecia Vadillo, Adriana Vadillo, Rosina Magaña y Consuelo Andrade. Otras se unirían como propagandistas, algunas más dejarían la encomienda. Antes del Congreso se reunieron en diversas asambleas entre el 13 de noviembre de 1915 y el 9 de enero de 1916.

 

 

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Alvarado Rubio, a quien Carranza envió a Yucatán a probar el proyecto constitucionalista sostenía: “yo siempre he creído, que mientas no elevemos a la mujer, nos será imposible hacer patria”, (Aurora Cortina G. Quijano/Los Congresos Feministas de Yucatán en 1916 y su influencia en la Legislación Local y Federal).

De acuerdo con los Anales, durante el Primer Congreso Feminista de Yucatán las congresistas deberían responder a cinco preguntas:  ¿Cuáles son los medios sociales que deben emplearse para liberar a la mujer del yugo de las tradiciones?, ¿Cuál es el papel de la escuela primaria, en la reivindicación femenina?, ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el Estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso? y ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer?

Las historiadoras destacan el trabajo que las organizadoras tuvieron que hacer para que llegaran 617 mujeres, según los Anales, en tanto que hay quienes sostienen que fueron más de 700, la mayoría de ellas maestras nacidas en Yucatán.

“Por el tren de las ocho de la mañana, procedente de la ciudad de Izamal, llegaron a esta ciudad las primeras señoras y señoritas que han de tomar parte en el Congreso. De todos los pueblos, villas y ciudades del Estado, y por todos los trenes que arribaron en todo el día, siguieron llegando las congresistas”, como se indica en la misma fuente.

El interés del gobernador Alvarado Rubio hizo que se facilitara el transporte, vía ferrocarril para lo cual cada una recibió un pase, además de 10 pesos diarios de viáticos y se organizó el alojamiento en las propias instituciones de educación primaria.

En el primer día, en el teatro José Peón Contreras, “elegante coliseo de la calle sesenta”, Zavala y Castillo declinó, por razones de salud, ser la presidenta de la Junta Directiva que debía presidir el Congreso, la votación recayó Adolfina Valencia de Ávila, como presidenta, y en Matilde Acevedo de Paullada, como vicepresidenta. La declaratoria inaugural estaría a cargo del gobernador Alvarado Rubio, quien se encontraba indispuesto, por lo que la declaración del Primer Congreso Feminista de la República fue hecha por el Coronel Rafael Aguirre Colorado.

La mujer del porvenir

Celebre, sin duda, fue el revuelo que causó la lectura del discurso de Hermila Galindo Acosta, la Mujer del Porvenir, por parte de César A. González, funcionario del Departamento de Educación, quien explicó que esa dependencia la había invitado y como no había podido ir, él mismo se encargaría de leerlo.

Anna Macías, autora de Contra Viento y Marea, resume parte de aquel memorable discurso de quien a su juicio representaba el ala radical del Primer Congreso: “El público quedó estupefacto ante la insistencia de Galindo en que las mujeres tenían impulsos sexuales tan fuertes como los hombres y que necesitaban clases de fisiología, anatomía e higiene para comprender y controlar sus propios cuerpos. Además, su apología del divorcio, sus declaraciones claramente contrarias a la religión y sus ataques al machismo mexicano sacudieron a las discretas profesoras…”.

Isolina Pérez fue la primera en protestar y opinó que debería ser destruido. Su intervención desató una serie de intervenciones entre ruidosas exclamaciones y en otras de aplausos. Dos participaciones ponen “fin” a la discusión, al menos por ese día. Una de Candelaria Ruz, quien sostiene que las protestas al discurso de Galindo no fue espontáneas, sino orquestadas. Otra de Candelaria Gil de Carrillo que afirma que el trabajo es moral en el fondo y reta a Isolina Pérez a que pruebe lo contrario.

Las discusiones sobre el discurso La Mujer del Porvenir se prolongaron hasta la siguiente sesión.

Para Macías el ala más conservadora estaría representada por Francisca García Ortiz, que de acuerdo a los Anales: “…Dijo, que acaso la mujer no necesita tanta educación como se la quiere dar, sino más bien la necesaria para dirigir su hogar…¡Las profesoras no se casan!…¡que los conocimientos enciclopédicos parecen ser una valla para la felicidad!…Si las opiniones radicales triunfan, las mujeres llorarán sobre sus encantos pisoteados por ellas mismas”.

Durante esos tres días se sentaron las bases de lo que sería, y sigue siendo la agenda feminista mexicana al abordar el derecho a una educación laica y científica, los derechos laborales de las mujeres y sus derechos políticos y ciudadanos.

Sobre este último tema, entonces como ahora, las más conservadoras sostenían que las mujeres no estaban capacitadas para votar o para ser votadas, premisa objetada por Amparo Machín; Francisca Ascanio pregunta ¿Acaso los hombres pueden todos, por su ilustración y cultura? Machín insistía que el voto debería postergarse, Ascanio señalaba que no y como otras consideraba que al menos debían decidir el destino de los gobiernos municipales.

Entre sus argumentos Amparo Machín preguntó: ¿Quién es la mujer que en Yucatán pueda ser gobernadora del Estado? Tal vez, si hubiera vivido, Machín no lo hubiera creído cuando de forma interina esa entidad tuvo una gobernadora con Dulce María Sauri Riancho en 1988.

Frente al acuerdo final al menos 31 congresistas expresaron en un documento que diferían de la conclusión final sobre el sufragio femenino.

Finalmente, el Primer Congreso Feminista terminó con la clausura del Coronel José D. Ramírez Garrido. Rosa Torre (quien unos años más tarde sería la primera regidora de Mérida y también del país) pidió un aplauso para el gobernador del Estado, para el Comité y para la asamblea.

Y como señalan los Anales: “Su obra en el Primer Congreso Feminista constituye un eterno triunfo…La cuestión de la mujer, esa insigne cuestión social que ha de transformar el mundo, es una fuerza que ya está en marcha quiera Dios o no quiera”.

Las conclusiones

A la primera pregunta concluyeron: el desempeño de actividades hasta ahora realizadas solo por hombres; la modificación de la legislación vigente, otorgándole a la mujer más libertad y más derechos; la efectividad en la enseñanza laica; evitar la enseñanza de las religiones a menores de 18 años; impulsar a la mujer hacia ideales de libre pensamiento; ahuyentar el temor a un Dios vengativo e iracundo; que tenga un oficio que le permita ganarse el sustento necesario; educar a la mujer intelectualmente para que el hombre encuentre en ella a un ser igual a él; que al casarse sepa a lo que va y cuáles son sus deberes y obligaciones, que no tenga jamás otro confesor que su consciencia.

A la segunda pregunta propusieron la escuela de educación racional.

En la tercera pregunta proponían el fomento a las artes. El estudio al estudio de la medicina y farmacia. La afición a la literatura y libros de higiene.

Y finalmente a la cuarta pregunta respondieron: abrirse a la mujer las puertas de todos los campos de acción en que el hombre libra a diario la lucha por la vida; puede la mujer del porvenir desempeñar cualquier cargo público que no exija vigorosa constitución física, pues no habiendo diferencia alguna entre su estado intelectual y el del hombre, es tan capaz, como este, de ser elemento dirigente de la sociedad.

 

 

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Amada Santos

Amada Santos

Fotoperiodista i Socióloga. Activista Feminista, Defensora DDHH i Cooperant. Presidenta de la XIDPIC.Cat. Co-coordinadora i Editora de La Independent. Coordinadora Internacional a la RIPVG
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