domingo 08 diciembre 2024

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“Mi casa es donde estoy”

Igiaba libro

Es el título de un libro de una joven escritora, periodista y activista por los derechos humanos, Igiaba Scego, nacida en Roma, graduada en letras extranjeras y que comenzó a escribir “por llenar de alguna manera un vacío de información sobre Africa”.

 

Sus libros y artículos enfrentan el tema de la transculturalidad, la complejidad de las vivencias de quien ha querido o debido dejar su país y arraigarse en otro, adquiriendo una doble identidad, a veces nunca resuelta.

En su caso, el amado país de origen es Somalia, un “estado fallido” hundido en una guerra civil interminable, con el nivel de corrupción y tasa de mortalidad infantil más altos del mundo. Y una sequía que puede provocar millones de muertos, mientras las fuerzas yihaidistas impiden la llegada de las ayudas humanitarias a la población.

El pasado 14 de octubre, como reportaron sin darle mucho relieve los periódicos internacionales, hubo un tremendo atentado den Mogadiscio que produjo 300 muertos y centenares de heridos, seguido, dos semanas después, por otro atentado menor reivindicado por Al Shabab, “la Juventud”, el grupo islamista radical afiliado a Al Qaeda, que trata de instaurar su dominio en el país.

 

 

igiaba 3

 

Igiaba Scego es una joven mujer que no puede olvidar el 31 diciembre del ’91, cuando en Roma, donde nació y vive, a sus 16 años estaba preparándose por una fiesta de su clase, mientras su padre miraba preocupado las noticias de la televisión, que mostraban choques de grupos armados en Mogadiscio.

Estaba comenzando una guerra civil de nunca acabar, pero ellos no lo sabían. Su padre, un ex ministro de Exteriores del primer gobierno postcolonial de Somalia, cuando el golpe de Siad Barre en ’69 impuso su dictadura, había escogido exiliarse a Roma, llevándose a su bellísima esposa, una mujer que de niña había sido pastora nómada de cabras y vacas, que sabía calmar dromedarios e huir de las ienas.

En ’74 nació Igiaba. En ’91 el matrimonio había decidido regresar a Somalia, y comprar un terreno, donde construir un cine y llevar también buenas películas italianas. La madre se había adelantado para las gestiones necesarias, mientras padre e hija hubieran viajado al terminar el año escolar de Igiaba.

Pero de la madre se perdió el rastro entre los tumultos, mientras de Somalia llegaban noticias de violencias cada vez más preocupantes.

Como cuenta Igiaba en sus libros, Siad Barre, llegado al poder con el golpe del ’69, había hecho vivir al país días de locura. Primero, había sido cercano a la URSS como socialista, después, a partir del ’78, cercano a los EEUU y al capitalismo, y había incluido Somalia en La Liga Arabe, en una posición de vasallaje, según Scego, exasperando el culto de la personalidad e impidiendo cualquier oposición.

Cuando en ’90 los 30.000 espectadores de un partido en el estadio de Mogadisco comenzaron a silbarle, Siad Barre ordenó a las fuerzas de seguridad reprimirlos, y hubo una masacre.

También el movimiento de liberación que se creó en el norte del país tuvo millares de bajas, pero una vez que el país logró liberarse en ’91 de Siad Barre, las armas que habían servido por esta lucha fueron usadas por los varios grupos étnicos para hacerse con los recursos del país a costa de los demás. Una lógica tribal que había sido favorecida por años por las potencias coloniales presentes en el país, (Francia, Reino Unido e Italia), y se había mantenido por falta de formación de una verdadera clase dirigente, pues Siad Barre no estaba interesado en ello.

Regresando a este difícil “Capodanno” del ’91 en Roma, Igiaba Scego cuenta no recordar nada de la fiesta a la que asistió, pues con la desaparición de la madre y la irrupción de la guerra en su país sintió que se derrumbaba su mundo.

Comenzó así su etapa de bulimía. Compraba comida asquerosa y cuando la vomitaba sentía alivio a su ansiedad. Su padre, en los dos años en que su mujer resultó desaparecida, no se dio cuenta de nada. Pero resulta que finalmente entre mil aventuras la mujer un día pudo juntarse a una hermana y viajar a Kenya en un avión ruso y de allí a Roma.

Le fue suficiente una semana en casa para darse cuenta del problema de la hija, y la ayudó a su manera, dándole órdenes con calma (como si fuera un dromedario, dice Igiaba) para que pueda salir de la adicción. Lo logró en un año.

Los testimonios de su madre, que le contaba los dramas de la población somala, hizo entender a Igiaba que debía sanarse y de buscar una manera de ser útil a su país, aunque se hubiera vuelto irremediablemente lejano.

Allá los grupos de “liberación nacional” que se formaban unos tras otros, como el “Movimiento Nacional Somalo” o el “Congreso de Somalia Unida”, no lograban volverse partidos estables, mientras aumentaban las devastaciones, las violaciones, las ejecuciones de masa.

Fracasaron también las intervenciones de Estados Unidos (con un rocambolesco desembarque de marines en la playa de Mogadiscio en ’92, recibidos por una parte de la población con alivio) y de la misión ONU, para proteger un corredor humanitario.

En el 2000 se formó un Gobierno Federal de Transición, pero obstaculizado por la UCI (Unión de Cortes Islámicas), que pretende imponer la sharia, o la ley islámica, sobre la política. Con la entrada de Somalia en la orbita del wahabismo, a final de los ’90, observa Igiaba, en pocos años las mujeres perdieron sus libertades y su coloridos vestidos.

En el caos actual prospera Al Shabab y Somalia se ha vuelto una tierra de nadie donde se practica todo tipo de tráfico, desde los órganos a los residuos tóxicos. Donde también, sorpresivamente, las empresas privadas de telecomunicación han desarrollado mejores redes de telefonía que en la mayor parte de países africanos.

Su madre tenía razón. Igiaba Scego tenía que sanarse y aportar con su talento, a la comprensión de un mundo lejano y cercano a la vez, y a la complejidad de la vida de los migrantes. Por eso se ha dedicado, con urgencia y compromiso, a la tarea de escritura y comunicación, con trabajos individuales o colectivos, volviéndose una reconocida protagonista de la que llaman “literatura migrante”.

Literatura que nos acerca un poco más a este inmenso y complejo mundo que pulsa, vive y sufre más allá de nuestro patio, pero bajo el mismo cielo.

 

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Drina Ergueta

Periodista y antropóloga. Comunicación y feminismo son sus temas predilectos desde hace más de una década. Articulista en medios bolivianos y portales feministas de España/México.
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