OPINIÓN
Los últimos tres meses han sido muy movidos en la política, las últimas semanas ¡de infarto! Y en esta presión arterial política y social hemos detectado la agresividad que puede llegar a estar presente en este proceso.
Soy independentista hace más de 30 años. Soy feminista hace más o menos lo mismo. Una cosa y otra: construir una república independiente con equidad de género y justa socialmente ha sido mi objetivo, mi militancia. Por todo ello he participado en lo que llamábamos «revolución de las sonrisas» y creedme que la mia se ha helado.
Partimos de una sociedad desigual, injusta y en crisis de valores, además de la económica. Una crisis económica que sirve, y ha servido, de excusa para hacer muchas privatizaciones, recortes, bajadas de salario, reducción de personal, despidos, precarización de los contratos, desahucios, por poner algunos ejemplos cotidianos y muy preocupantes. Una crisis de valores que hace que, a pesar de que nos dotamos de leyes que pretenden rigor, participación y respeto estas se puedan incumplir, ignorar, obviar: se dejan libres los grandes corruptos, «Hacienda somos todos» se convierte no en una máxima de convivencia sino en lema publicitario y excusa, se insulta, se veja y agreden a las mujeres a las redes sociales y en la realidad sin que haya actuaciones contundentes necesarias. Partiendo de esta base entiendo que debemos superarlo, pero lejos de ello nuestra sociedad coge el peor de los ejemplos y lo hace suyo.
Cuando insultaban Alicia Sánchez Camacho o Inés Arrimadas, ya lo denunciábamos, pero no se nos hacía caso, era gracioso que se las insultara, vejara y agrediera verbalmente, las feministas ya lo decíamos, pero, éramos translúcidas a según qué ojos. ¡Como siempre!
Cuando empezaron a insultar mujeres de izquierdas que llegaban a las instituciones como Ada Colau o Gala Pin, a hablar de su vestido, peinado… ya hubo un poco más de conciencia enotras partes. Las feministas volvimos a hablar y denunciar. Cuando los últimos días se ha insultado, amenazado, vejado, ridiculizado, como ya se había hecho antes con las demás, Anna Gabriel o Eulalia Reguant ha llegado la apoteosis misógina y patriarcal. Y se ha aprovechado para cargar contra el feminismo, diciendo que era presión política y que lo sacamos de contexto y por que no protestábamos antes (lástima, no se puede tirar de hemeroteca para que nadie lo recogió, ¿verdad?).
Llevamos más de treinta años con barbas, calvas, barrigas, corbatas… y siempre se ha hablado de la sabiduría y contenidos políticos. Ahora se insulta, ridiculiza y se habla del peinado y la ropa, negándonos el saber. Y, paralelamente, han ido agrediendo, violando, matando mujeres, víctimas de la violencia machista. Hace unos años hablaban de las denuncias falsas, cuando se desenmascaró el falso argumento se destapó la verdadera cara de la misoginia patriarcal. Ahora ya las barbaridades llegan a extremos del delito, vuelven atrás, a épocas oscuras, en el argumento pero hay leyes que no lo permiten (y incomprensiblemente no se aplican): insultos misóginos, desprecios y ridiculización a quien se lleva la criatura el congreso, argumentos simplistas y agresivos contra la violencia machista, comparación estúpida del machismo y el feminismo (cuando se quiere decir hembrismo! Me despierta enormemente la curiosidad que personas que dicen ser de género masculino se incluyan en el machismo y lo defiendan tan encarnizadamente), personajes que ocupan espacios de mujeres bajo una pretendida igualdad para catapultarse políticamente …
Todo ello para construir un país nuevo. Cuando la meritocracia es la excusa. Cuando la formación se mide por títulos. Cuando el talento se considera según los pasillos que se hacen … las mujeres quedamos fuera, ¡eso está claro!
Se ha utilizado la meritocracia como argumento contra la paridad, sin reconocer los saberes de las mujeres, que no se incluyen en la medida del talento. Se ha negado el valor de las aportaciones de las mujeres. Sólo se valorarán los títulos, las propiedades y el dinero, las horas dedicadas a la presencialidad en el trabajo, en las reuniones, en los actos (que se hacen en horarios imposibles para conciliar). Se argumenta a favor de la igualdad desde la desigualdad sin poner medidas para la equidad. Si la sociedad no se construye con todos los saberes y excluye las mujeres, ¿qué sociedad se quiere construir?
Reflexionemos sobre lo que ha pasado para seguir adelante. Hay gobierno (con una paridad a la baja y siempre considerando que el porcentaje mínimo, el 40%, es el de las mujeres) debe desarrollar políticas para la desconexión y para la reconstrucción de los derechos, debe desarrollar leyes de derechos (LGTB, Igualdad) y dotar de recursos aquellas que necesitan muchos todavía (como las dedicadas a erradicar la violencia machista, o el desarrollo del reconocimiento de la monoparentalidad que había iniciado la ley de familias, por citar algunas), debe aplicar una perspectiva real de género que acoja también a las mujeres. Tenemos un gobierno que tiene mucho trabajo y le pedimos cambios necesarios, que son muchos.
