viernes 29 marzo 2024

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Las chicas de Glasgow

 

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   COP 26 Glasgow

 

 

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Las jóvenes activistas llegadas a Glasgow desde el Sur del mundo refieren también como el cambio climático afecta en sus países más duramente la vida de las mujeres. 

 

 

Gisella Evangelisti ok

 

OPINIÓN 

El cambio climático ha llegado por doquier, con grandes devastaciones, entre sequias e inundaciones: ya nadie puede negarlo, viendo las drásticas reducciones del caudal de grandes ríos, como el Colorado o el Mekong, el Paraná y el Paraguay, hasta el pequeño Po en Italia, con graves daños en la agricultura, mientras los glaciares de todo el mundo, incluyendo África, están reduciéndose cada día.

Cada día desaparecen especies animales, (paciencia si son exóticas, se dirá, no me cambia la vida que haya menos elefantes), sino también algunas tan familiares en nuestros paisajes, como las golondrinas, o tan importantes en la polinización de las plantas como las abejas, están en peligro. ¿Quiere decir que la actividad humana en pocas décadas está destrozando lo que la naturaleza construyó en millones de años? ¿Quiere decir que también nuestro estilo de vida está crujiendo, y necesita una fuerte reflexión sobre esto? Sí, y sí.

El cambio climático ha llegado hasta nuestros bolsillos, con la subida de los precios de luz y gas, y las colas para la gasolina en Reino Unido. Un cruce de factores geopolíticos y comerciales como la reducción del suministro de gas ruso para Europa, o el atasco de un navío en el canal de Suez, nos han mostrado cuanto la actual economía globalizada nos hace interdependientes y también frágiles. Urge acelerar la transición verde, poniendo en práctica los acuerdos de Paris del 2015, llegando dentro el 2030 a la neutralidad carbónica, o sea producir sin emitir CO2, que está asfixiando la vida en el planeta. Pero hay resistencia de parte de China, India y Rusia, que no quieren renunciar hasta el 2060 o 70 a sus economías basadas en el uso de carbón, gas y petróleo. Hay resistencias también en Estados Unidos contra el plan ambiental de Biden hasta de parte de un senador demócrata, Joe Manchin, que se ha enriquecido con el carbón y sostiene que reconstruir una y otra vez las casas destruidas por las inundaciones le conviene más que renunciar a la producción del carbón. Es así como los intereses particulares de fulano o mengano, la actividad de la tal o cual Lobby de compañías contaminantes, o la difusión de fake news pueden ser determinantes en las decisiones globales. En este momento, se trata del futuro de la humanidad.

Es complicado gobernar el mundo, se sabe. En el reciente G20 de Roma, terminado con la alegría (¿forzada?) de una foto de líderes mundiales lanzando una monedita en la fontana de Trevi, se ha repetido el mantra de la promesa de limitar el incremento de la temperatura del planeta a 1,5 grados, cuando con el lento ritmo actual de transición energética, está previsto un desastroso incremento de 2,7 grados.

Por eso, “Cuanto bla bla, hasta ahora”, ha denunciado Greta Thunberg, juntos con millares de jóvenes manifestantes llegados a Glasgow para exigir medidas más ambiciosas, con un llamado a los lideres mundiales que ha recogido en pocas horas 1,3 millones de firmas. En la manifestación de Glasgow del 6 de noviembre toman la palabra con ella, también las tres chicas más activas en el movimiento global Friday for the Future. Una es Vanessa Nakata, ugandesa de 25 años, de exuberante cabellera afro, energía y resistencia a toda prueba. No le importó que se mofaran de ella cuando estuvo días levantando un cartel que decía “Amor Verde, Paz Verde”, para llamar la atención el gobierno sobre los problemas ambientales. Siguió en su compromiso, escribiendo un libro que documenta los dramas causados por el cambio climático en África, fundando el “Rise Up Movement”, y volviéndose una voz que recuerda la existencia y los anhelos de África en congresos internacionales. “No podemos resignarnos frente a la perdida de las culturas, al hambre, a la extinción. hay que medir los costes reales de las producciones contaminantes, ahora descargados sobre las poblaciones locales…”, afirma con fuerza.

Como ella, Ou Hongyi, china de 18 años, comenzó a los 16 a plantarse con carteles escritos a mano frente a un palacio gubernamental de Guilin, en el sur de China. No se trataba de una voz en el desierto. Más de la mitad de las protestas que se dieron en 2012 eran relativas a temas ambientales. “China tiene ciudades altamente contaminadas, con muchas industrias trasladadas desde el Norte del mundo. Sin querer culpabilizar unos u otros, hay que preguntarse: ¿vale la pena destruir tanta riqueza biológica para inducir consumos superfluos o dañinos en la gente privilegiada del Norte?, afirma. Hay que cambiar el modelo de economía, dejando de considerar la ganancia como valor absoluto, sino buscar un bienestar equilibrado, con justicia climática. El cambio climático multiplica las desigualdades”.

Mitzi Joelle Tan, filipina de 24 años, la tercera oradora de la manifestación va más allá, pidiendo reparaciones de parte del Norte global a las poblaciones afectadas por el aumento de tifones en las Filipinas. Mitzi ha cambiado su vida, después de haber conocido a los indígenas Lamud, obligados a desplazarse, con amenazas y asesinatos, por las compañías que producen combustibles fósiles contaminantes. Estas empresas son financiadas por el Standard Chartered Bank de Londres, así como por instituciones financieras internacionales, mientras a los representantes de las poblaciones afectadas por estas producciones se les niega la participación en las sedes donde se decide qué y como producir. Por eso Mitzi ha fundado la organización “MAPA, Most afected Peoples and Areas”, para defender sus derechos. “Si en las COPs se hubiera sido permitido participar a representantes indígenas y de poblaciones locales, no hubiéramos llegado al desastre actual”.

Las jóvenes activistas llegadas a Glasgow desde el Sur del mundo refieren también como el cambio climático afecta en sus países más duramente la vida de las mujeres. Con las sequías, ellas, que recogen agua y cultivan, deben ir más lejos a buscarla, cargando a veces sus hijitos/as. Los desastres ambientales, reconoce la ONU, llevan a un aumento de las situaciones de violencia doméstica y la trata de mujeres, y llevan más padres a obligar las niñas a matrimonios precoces. Por eso la lucha contra el cambio climático debe ir paralela a la lucha por los derechos de las mujeres. Y al revés. Un estudio australiano de A. Mavisakalia, Y. Tarverdi, realizado en 2018 en 91 países (señalado por la directora central del Instituto Nacional de Estadística italiano Linda Sabbatini), demuestra que donde hay mayor representatividad política de mujeres en Parlamento, hay más atención y eficacia en las políticas ambientales: esto por un sentido de responsabilidad hacia la comunidad que es más frecuente, aun no exclusivo, en las mujeres.

En este momento, afirman las jóvenes oradoras en Glasgow, los lideres mundiales somos nosotros. No podemos esperar pasivamente las decisiones de los gobiernos, siempre tibias y tardías. Por suerte, en el panorama bastante gris de la COP, ha habido notas positivas, como el abrir espacios de colaboración entre gobiernos y fuerzas sociales, empresas, bancos, alcaldías. Hubo el compromiso de 450 bancos y fondos como el Black Rock, que representan el 40% de la finanza mundial, para dejar de financiar empresas contaminantes. La City de Londres promete ser el primer centro a emisiones cero, el alcalde de Florencia subraya la importancia de planes locales. Pero se necesita una ciudadanía activa y consciente, pues la transición no es solo energética, sino cultural, hacia una economía más equitativa y sostenible, hecha de pequeños y grandes cambios. Reducción de despilfarros alimentarios, reciclaje, reducción del uso de plástico, economía circular. Con más mujeres que participen en los foros locales, nacionales e internacionales, para cuidar mejor la “casa común”, nuestra Tierra.

 

 

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twitter @GretaThunberg

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Tona Gusi

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Fundadora i Co-coordinadora de La Independent. També és psicòloga menció en Psicologia d'Intervenció Clínica i menció en Psicologia del Treball i les Organitzacions.
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