Para poner punto final a esta violencia machista criminal contra jóvenes mujeres emigrantes, nuestro entorno social ha de estar alerta y controlar en nuestro país los matrimonios forzados.
El 21 de mayo se confirmaron los asesinatos de las hermanas Urooj y Anisa Abbas, en Gujrat, su pueblo de Pakistán. Y cuando llegó la noticia a Terrassa, donde ellas vivían, hubo una reaccion inmediata y se realizo una amplia concentración en la puerta del Ayuntamiento de la ciudad con la participación de distintas asociaciones feministas y de mujeres emigrantes. Posteriormente, en Barcelona la Asociación de Mujeres Pakistaníes ACESOP, también organizaron una concentración en la puerta de la sede del Ayuntamiento de Ciutat Vella (Barcelona)
Urooj y Anisa Abbas, de 21 y 24 años respectivamente, fueron asesinadas en Gujrat, uno de los pueblos de Pakistán, en donde se producen mas crimenes por la cuestión de honor de la familia. Una tradición criminal , que según datos de la ONG Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HRCP), produjo el pasado año 478 crímenes de honor en el país. Los autores de este terrible final fueron los dos hermanos y los dos primos con los que se casaron las dos hermanas, que están detenidos. A los autores les puede caer pena de muerte porque esta pràctica actualmente está penada por la ley.
Ambas llevaban viviendo en la ciudad catalana de Terrassa desde 2020, con su familia, compuesta por su madre, padre y tres hermanos. Hace unos meses se casaron obligadas por su familia con dos primos suyos, que residían en Pakistán. Cuando el padre de ambas, Ghulam Abbas, les dijo hace unos meses que trajeran a sus maridos a Terrassa y así agrupar a toda la familia, ellas no quisieron, le dijeron que querían pedir el divorcio, y se fueron de casa. Desde entonces el padre dijo, que para él, sus hijas ya no existian.
Shaheen, la madre de Urooj y Anisa, Azra Shaheen, estuvo presente en los asesinatos, y quiso salvar la vida de sus hijas y luchó por impedir sus muertes, sin embargo, los familiares, incluidos sus propios hijos, la hicieron salir de la habitacion donde dormian sus hijas y la amenazaron con el mismo destino mortal, si trataba de impedir lo que pensaban hacer. El pasado 28 de mayo, la madre que se siente amenazada, regresó de Pakistán a Barcelona y agradeció el apoyo, el respeto y la ayuda que recibió por parte de las autoridades, tanto en Pakistán, como en Terrassa.
La presidenta de la Asociación Cultural Educativa y Social Operativa de Dones Pakistaníes (ACESOP), Huma Jamshed, en su discurso proclamo que: “Ya es suficiente. No queremos que muera ninguna mujer, y que todo el mundo sepa que nos oponemos a los matrimonios forzados. Nadie puede decidir sobre nosotras y nuestro futuro. No debemos pagar con nuestra vida los compromisos de nuestros padres. Somos personas libres que queremos vivir tranquilas. Hay que prevenir y alertar sobre los casos que se conozcan en nuestra comunidad”.
Hay que remarcar que tanto desde la concejalía de mujeres, como desde el área de Agravios (Síndic de Greuges) Isabel Marquès, pidieron que la investigación continúe en Terrassa, porque a pesar de que los autores de los hechos que rompió la vida de dos jóvenes, la mayor quería ser empresaria y la segunda seguir sus estudios y desde que habían huido de ámbito familiar estaban trabajando por su futuro. Y no hubieran vuelto a Pakistán si los familiares de allí no les hubiesen engañado con una supuesta enfermedad de su madre.
Aunque el concepto de “matrimonio forzado” nos suene muy antiguo y tradicional, en nuestro entorno europeo, sigue existiendo también en la emigración. Desgraciadamente se mantiene en muchos países como Pakistán, Bangladesh o República Centroafricana y muchas mujeres y niñas son obligadas por sus familias a contraer matrimonio sin tener en cuenta su opinión. Esta práctica habitual en algunas comunidades tiene gran importancia tanto social como económica para ambas familias, que asumen unos compromisos familiares, que en realidad son una forma de esclavitud para sus hijas, a las que se les impide volver a sus familias aunque sufran violencia y maltrato por parte de sus maridos. Y los crímenes por el “deshonor” en el seno de la familia continúan en muchas comunidades.
Fotos: Medios: Mon Terrassa y Tot es mou (TV3)