Las mujeres cubanas, pese a tener un alto nivel educacional y ser la mayoría de la fuerza técnica y profesional del país, no han podido esquivar los sesgos de género en los actuales cambios económico-sociales de Cuba; tanto en las actividades en el sector privado, como en la reducción de plazas en el sector estatal, que comenzó en los noventa y debe llegar a 1,5 millones de personas.
Tras la desintegración del bloque socialista y su estructura económica integrada en el CAME, de la que Cuba formaba parte, la isla se encontró en los noventa con una situación sumamente compleja que le obligó a reestructurar su economía. “A mediados del 2000, comienza la búsqueda y recomposición para recuperar la industria cubana y, en 2008, se pone en marcha un cambio fundamental, con la introducción de una nueva política: el ‘Proceso de actualización del Modelo Económico y Social’, nos explica la economista Tania García Lorenzo. El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba en 2011 institucionalizó esos cambios estructurales y aprobó los nuevos lineamientos económicos y sociales.
Descentralización y desconcentración de la propiedad
Según esta economista, colaboradora del Instituto Cubano de Investigación Cultural Juan Marinello, “son tres procesos en uno”: 1. Una reestructuración del aparato del Estado” que implica por un lado, “la separación del aparato empresarial del Estado del presupuesto” y por el otro, “la reestructuración de los ministerios, en tamaño y en delimitación de funciones sectoriales. 2. Una descentralización gubernamental”, que significa “separar las funciones centrales de las territoriales y que los Consejos de administración de los plenos de las regiones o los locales tendrán función fiscalizadora de gobierno”. 3. La “desconcentración de la propiedad”, señala García Lorenzo, es decir, sobran 1,5 millones de trabajadores estatales”; en realidad, aclara, “no sobra nadie, sino que “no hay trabajo”.
La y el investigador Marlén Sánchez Gutiérrez y Antonio Romero del Centro de Investigaciones de Economía Internacional (CIEI), escribían en 2012 los objetivos de esos importantes cambios económicos: reducir “las trabas estructurales que impiden el desarrollo económico y social de Cuba” que son aún: los “inadecuados eslabonamientos internos en la estructura productiva; la ausencia de modificaciones en el perfil de especialización productiva (de bienes) del país; la significativa dependencia de bienes intermedios y de capital del exterior para completar el ciclo de importantes producciones; la obsolescencia tecnológica en varias ramas productivas; y la baja eficiencia económica y de rendimiento del capital entre otros.”
La ex vicedirectora General de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información de Cuba (ONEI), Teresa Lara Junco, nos lo explicaba así en La Habana: “con la actualización del Modelo Económico y Social se busca eficiencia económica en el incremento de la productividad y de ahí la reducción del empleo estatal. Es decir, se busca eficiencia por competitividad y un Comercio Exterior con más calidad y menor costo para sustituir importaciones. La mirada se dirige a los sectores menos productivos y de mayor subsidio social y allí es donde hay una mayor reducción de empleos y donde están la mayoría de mujeres”.
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Más mujeres con maestrías y doctorados
De modo que, “pese al avance de las mujeres por el disfrute de los derechos durante más de 50 años de Revolución (en Educación, Trabajo y Salud) y que potencialmente superan a los hombres en maestrías y doctorados han quedado, sin embargo, marcadas las diferencias entre las obligaciones de mujeres y hombres en la familia, por el sistema patriarcal y por la división sexual del trabajo”.
Las mujeres “salieron del hogar al trabajo, continúa esta economista y especialista en estadística, pero allí continuaron realizando cuidados, porque ellas estaban, en el empleo estatal, en el sector de Servicios: Educación, Salud, Finanzas, además de servicios sociales; en la Industria, como secretarias, oficinistas y dedicadas a la contabilidad y finanzas y, en la Industria Manufacturera, son costureras, modistas y diseñadoras”. De ahí que, entre el año 2000 y el 2013 quedaron desocupadas del trabajo estatal 62 mil mujeres por sólo cuatro mil hombres y sólo en el año 2011 salieron 24 mil mujeres.
Pero hay diferencias en estas salidas laborales, según nos señala Teresa Lara: “en los noventa las mujeres salieron de los empleos con ‘protección social’; ahora no. Se quedaban ‘disponibles’ con garantías; ahora no. Había Asistencia Social (subsidios, comedores obreros), que eran un alivio” para quien trabajaba. En cambio ahora, prosigue con el ejemplo de los comedores, “con la política de eficacia y eficiencia les dan los pesos cubanos (15 pesos/comida por 5 días por 4 semanas, descontados los días que no vas al trabajo), pero la afectación económica y de trabajo es para la familia, que tiene que hacer la comida”.
La relación de poder hombre-mujer no se ha equiparado
Y como “la situación económica es estrecha”, según explica Lara Junco, el dinero “no se usa para el almuerzo: se amplían cosas de la casa, se compran zapatos para los menores, o alimentos que, para hacerlos, le toca la responsabilidad a las mujeres. La mujer en el hogar de nuevo”, subraya. En definitiva, de nuevo aparece “la división sexual del trabajo y las relaciones de poder, que no se han equiparado entre hombres y mujeres hasta el presente. Ni en los noventa ni ahora”, concluye.
Y lo que es peor, lamenta Lara Junco es que, cuando “en Cuba fue una prioridad la Educación, incluso por encima de nuestros recursos” ahora existen “esas personas formadas durante 40 años que son ahora ‘excedentes’. Algunas salen del empleo en el sector estatal y se han ubicado en el sector no estatal”, pero en general, las mujeres se sitúan en las mismas actividades de servicio: vendedoras o elaboradoras de alimentos, peluqueras, modistas, cuidadoras de niños y ancianos, en ese sector no estatal, es decir en el ámbito del Trabajo por Cuenta Propia (TCP) o cuentapropismo.
La socióloga Dayma Echevarría, investigadora del Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), ha analizado los impactos de estos cambios desde la perspectiva de género, tanto en 1993 como 2010, que están recogidos en un artículo de la Revista Temas nº80 de finales de 2014. Para ella “las principales medidas tomadas en ambos momentos presentan ejes comunes: redimensionamiento del sector estatal y diversificación de actores económicos no estatales” (entrega de tierras agrícolas, ampliación del tipo de cooperativas; extensión de actividades para ejercer el trabajo por cuenta propia (TCP).
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Capacidades femeninas no aprovechadas
Confirma también que “las mujeres contaban con un grupo de indicadores favorables de condición y posición para enfrentar tales transformaciones económicas… peso significativo dentro de las personas en edad laboral… y representaban la mayoría de graduadas en la educación superior y de las ocupadas en las categorías técnicas administrativas”, pero “sus capacidades no han sido suficientemente aprovechadas”.
En los años noventa, señala esta socióloga, “la expansión del sector informal no estuvo asociada al desempleo, sino a la pérdida de capacidad adquisitiva de los salarios y a la escasez en la oferta de productos y servicios por parte del Estado”. Así muchas mujeres se incorporaron al TCP (Trabajo por Cuenta Propia)”, pero conservaron su empleo estatal. Es decir, que continuó siendo un ‘complemento’ porque había “inexistencia de un mercado de insumos, falta de créditos, restringida utilización de la fuerza de trabajo, solo ayuda familiar, altos impuestos” agrega.
Inserción más precaria y con menores ingresos
En 2010, prosigue Echevarría, “se mantienen con una menor tasa de actividad, mayor desempleo, ocupación en los sectores de baja productividad… también se observa “una inserción femenina más precaria y de menores ingresos mensuales, relacionados con la segregación ocupacional”.
En conversación en La Habana, Dayma Echevarría, cuya tesis doctoral ha versado sobre la cultura patriarcal en las empresas cubanas, nos lo resumía de la siguiente manera: “Con la Revolución las mujeres nos incorporamos a las tareas productivas. En los 90 en el Período Especial, aunque hubo un empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo, había apoyo social y se dieron acciones afirmativas a favor de la inclusión de las mujeres en el empleo y en actividades remuneradas, además, se promocionaron empleos para las mujeres; Ahora, con la ‘Actualización del Modelo’ es más complicado: se observan cambios en el pacto Estado-Sociedad, ya que queda claro que el Estado no seguirá asumiendo funciones, algunas de ellas más cercanas a la vida y la respuesta hay que darla a nivel individual o familiar”, lo que vuelve a situar a las mujeres en el primer plano de la responsabilidad del cuidado de as personas.