OPINIÓN
Mientras caminaba por el parque Newington Green, Norte de Londres, un grupo de personas miraba la estatua plateada de una pequeña mujer desnuda, que surge de una masa de figuras deformes como cuerpos femeninos.
Observé que estaba recién inaugurada, cubierta con una camiseta y llena de mascarillas. Me acerque para leer la placa, indica que es de Mary Wollstonecraft, considerada la madre del feminismo.
Escritora y pensadora británica del Siglo XVIII, autora del tratado “Vindicación de los derechos de la mujer” que, en 1780 luchó para que las niñas fueran al colegio y el Estado financiara su educación, que consideraba condición necesaria para lograr la igualdad. Estudió por su cuenta y creó una escuela para niñas, que luego cerró por falta de recursos.
La frase que escribió hace más de dos siglos y que alguien puso en una cartulina blanca a los pies de la estatua, sigue vigente: “Refuercen la mente de la mujer ensanchándola y se acabará la obediencia ciega”.
Peleó por la igualdad de oportunidades haciendo campaña para que las mujeres estuvieran representadas en el Parlamento, adelantándose a sufragistas y filósofos. Sufrió violencia doméstica –su padre era un alcohólico que maltrataba a su madre y a sus hijos-.
Vivió en contravía de las normas de su época. Casi todo lo que hacía o decía era motivo de polémica, su vida fue tan apasionante como trágica, sus enemigos criticaban su vida excéntrica e iniciaron una campaña para desprestigiarla. Murió de parto a los 38 años, tras el nacimiento de su hija, la escritora Mary Shelley, autora de Frankenstein.
Pero además de su polémica vida, la estatua también ha tenido lo suyo, ha recibido toda suerte de críticas y provocado tantas reacciones, que están planteando reemplazarla. Feministas, académicas y escritoras que esperaban una reproducción justa, así como críticos de arte, consideran la estatua un verdadero exabrupto. Observándola, uno creería que, sí la viera Mary Wollstonecraft, se volvería a morir.
La estatua obra de la excéntrica pintora Maggi Hambling, estuvo 10 años en proceso y costó 143.000 libras. Hambling la defiende afirmando que no es una semejanza histórica, sino una mujer atemporal.
En mi opinión, la imagen de una mujer pequeña y desnuda, no es el mejor tributo que se le rinde a la madre del feminismo. Tienen razón quienes la comparan con la estatuilla “el espíritu del éxtasis”, nombre conocido de la figura en el capó de los Rolls-Royce que, entre otras cosas, representa el tumultuoso romance secreto entre un aristócrata y su secretaria.
Pero, más allá de cualquier apreciación, la estatua abre el debate sobre sí, una figura femenina desnuda, es un tributo apropiado para un personaje como Mary. Pregunto: ¿Por qué a los intelectuales y figuras históricas masculinas no les rinden homenajes con estatuas desnudas?
Otra cosa son los desnudos de la antigua Grecia, el semidiós Hércules o Heracles, hijo de Zeus, epítome del súper hombre, lleno de arrojo y vigor; o de la exaltación de la cosificación de diversos enfoques del arte, que pintores como Diego de Velázquez o Rubens, entre otros, pintaron de hombres desnudos y que se exponen en Museos como el Prado (Madrid), el Louvre (París) o el británico en Londres.
Las esculturas dispersas por las ciudades del mundo, son mensajes históricos y de futuro, lamentablemente hay pocas mujeres en pedestales, debería haber más. Mujeres y hombres han contribuido a cambiar el mundo, por eso, el feminismo es una cuestión de todos.
