Serie Renta Básica Universal
La economía feminista y la economía del cuidado, entre otros planteamientos, están posicionando en el centro de las necesidades colectivas el sostenimiento de la vida, en base a la noción de interdependencia.
A esta idea, se relacionan también visiones ecologistas del desarrollo humano (la ecodependencia como Yayo Herrero), visiones que incorporan la transformación de relaciones de desigualdad de género, racismo, etc… Esta propuesta teórica y política desplaza pues la cuestión del trabajo asalariado, la producción, el intercambio monetario y el beneficio privado, como centro de la relación económica y estructurador de las sociedades occidentales. Se trata de un cambio de marco ideológico que tiene similitudes y puntos de encuentro con la propuesta de la Renta Básica Universal, que pone el derecho a la vida material garantizada más allá de la participación en el mercado de trabajo (mercado generador de múltiples desigualdades y precarizador).
Por ejemplo, las tareas de cuidado, el conjunto de actividades que se desarrollan cotidianamente para sostener y reproducir la vida, son actividades que están en la base del sistema social y económico, necesarias para su funcionamiento, que tienen impacto sobre el bienestar de las personas, y que no están reconocidas ni remuneradas en la mayor parte de los casos, y cuando son remuneradas lo son desde la explotación laboral. Son la cara B del sistema, como dice Amaya Perez Orozco.
Nada menor; Cocinar, lavar la ropa, comprar, limpiar, acompañar a hijos en la escuela, bañarlos, ayudar a vestir a personas mayores, sostener el bienestar físico y emocional de otros, hacer compañía, curar… Todas las cosas imprescindibles para que la vida funcione el día a día.
Esta mirada sobre la economía, entendida como la organización de relaciones, recursos y decisiones para resolver las necesidades humanas para vivir, nos hacen poner foco sobre la idea de necesidades y la propia idea de vida.
¿Qué concepto de vida tiene la economía liberal, el mercado (de trabajo)? Vidas individuales, aisladas, explotables, vidas desiguales, vidas que valen más unas que otras, vidas que pueden ser vulneradas, pueden ser desahuciadas, despojadas. Vidas al servicio de la generación de producción y beneficio económico privado.
Podemos construir una idea alternativa de vida, y de paso por la vida, entendiendo las necesidades de modo distinto; colectiva, desde la interdependencia, desde el reconocimiento de que todo el mundo necesitamos cuidados, físicos, relacionales, emocionales, materiales, … desde el hecho de que a lo largo del ciclo vital deberemos ser proveedoras y al mismo tiempo receptoras de cuidado, y que estas necesidades las deberemos resolver desde la responsabilidad colectiva.
No en cambio, el modelo del capitalismo y el patriarcado conjugados, han invisibilizado y minusvalorado estas tareas imprescindibles para el funcionamiento del sistema, y ??las has asignado a las mujeres, naturalizando y casi biologizando esta tarea. Las cuidadoras, que somos todas, asalariadas o no, hemos realizado las tareas de cuidado sin remuneración alguna, a pesar del valor económico y la generación de riqueza que suponen.
Por otra parte, también es necesario poner foco a la idea de necesidades humanas. Las necesidades básicas, salud, bienestar emocional y relacional, entorno digno y saludable, formación y crecimiento, afectos, tiempo, acción y actividad transformadora, …
Pero en la base de todo, la materialidad. Por eso los determinantes sociales de la salud. Por eso la salarización de las clases populares. No hay otra forma de vivir (materialmente).
Y al mismo tiempo, ¿cuáles son los trabajos socialmente más necesarios y valorados según el mercado? ¿Y según la vida? La pandemia nos lo ha puesto delante, con el nombre de “personal esencial”: personal sanitario y sociosanitario, limpiadoras, barrenderos, dependientas de comercios de alimentación, de farmacias, maestros y educadoras, trabajadoras sociales,… profesiones que cuidan y acompañan desde la proximidad y la comunidad cercana. A pesar del alto valor social de muchos de estos trabajos, algunos tienen un bajo valor social y salarial en el mercado. Es necesario revisar pues, cómo valorizamos el trabajo en relación a la vida, y las necesidades.
Asimismo David Groeber habla “trabajos de mierda” para nombrar trabajos de alto valor social pero sin ningún tipo de sentido, inútiles e innecesarios por la vida. Con graves efectos sobre las personas que los realizan y la sociedad que los sostiene.
En este sentido, es importar avanzar para reconocer la centralidad del trabajo de cuidado y socializar su responsabilidad, desfamiliarizar, desfeminizar, desnaturalizar.
Habría que generar servicios y proyectos públicos para el cuidado digno, ya que como señala también Pérez Orozco, los trabajos de cuidado no pueden ser con ánimo de lucro ni recaer en el mercado, ya que esto genera desigualdad de acceso a los servicios de cuidado y al mismo tiempo explotación de las trabajadoras. Políticas públicas donde el trabajo profesionalizado de cuidado sea valorizado en clave salarial, reconocido socialmente, y dignificado. Habría que concebir el cuidado desde el marco de lo público y social-comunitario.
Pero al final, y al principio, la materialidad.
La cuestión material de todas las luchas y vidas. Y aquí es donde la Renta Básica Universal junto a las políticas públicas puede generar las condiciones materiales básicas para una provisión y recepción de cuidado digno. La RBU puede ser una aliada de las políticas públicas de cuidado; así como del desarrollo de proyectos comunitarios de cuidado colectivo y en clave relacional. Las tareas de cuidado aportan materialidad, las personas que realizamos cuidados, aportamos materialidad y riqueza y por tanto es necesario un derecho que devuelva esta riqueza en forma de renta.
Además, la percepción de ingresos y cierta seguridad y bienestar económico da tranquilidad y permite para poder participar de iniciativas colectivas. Esto puede tener como resultados fortalecimiento de las redes y los lazos comunitarios y por tanto, capacidad organizativa. Desde la urgencia y sin las necesidades básicas cubiertas, resulta más difícil participar en los asuntos colectivos abriendo posibilidades a ampliar el capital relacional y social, indispensable para sostener, también, la vida.
Si este proceso se realiza a partir de la redistribución de la riqueza privatizada, que posibilita la Renta Básica Universal, puede justamente poner en crisis las formas como se crea, privatiza y acumula la riqueza. Formas que amenazan precisamente la vida humana y del planeta.
* Socióloga. Técnica en Derechos Sociales en Ajuntament Girona. Profesora asociada en la UdG en acción comunitaria y participación.