jueves 26 septiembre 2024

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La bondad, un valor incomprendido en un mundo escéptico

(El final del verano y el reinicio de curso de La Independent)

Estamos a punto de empezar el otoño, la época en que las hojas se vuelven marrones, ocres y rojizas, y alrededor de los árboles se forman verdaderas alfombras mullidas. La paradoja es que el bienestar del fresco de las tardes cortas es sólo un imaginario, un episodio de nostalgia, porque, de un tiempo a esta parte, el verano ha invadido un espacio temporal que, por así decirlo, no le toca. Salvo los negacionistas (que refutan el cambio climático), todo el mundo conoce los motivos. En cualquier caso, el verano ha llegado a su fin. Se cierra una temporada que muchas y muchos asociamos con el descanso y la desconexión. Sin embargo, para mí han sido unos meses extraños, de profunda reflexión, sumamente abrumada por conflictos de índole personal y, al mismo tiempo, indignada por las noticias de los medios de comunicación relativas a la violencia de género y los feminicidios que no puedo ni quiero olvidar. Esta violencia, en todas las formas, es una realidad persistente que afecta a millones de vidas y que debe ser abordada con urgencia y determinación.

El artículo de hoy, algo más largo que habitualmente, lo empezaré tratando el concepto de bondad, un valor poderoso y fundamental en la convivencia, al tiempo que le reconozco la desconfianza o el escepticismo que a menudo le rodea.

La «idealidad» de ser buena gente y la maldad que hay en el mundo no son temas para nada frívolos. Vivimos en una sociedad que nos empuja a ser tolerantes, compasivos y justos, y este ideal es sin duda una especie de linterna que pone luz a nuestras acciones y nos conecta con lo mejor de nosotros mismos.

Muy bien. De acuerdo. Pero, en este cuadro de idealidad, me encuentro constantemente confrontada con la dura realidad de un mundo en el que la violencia y la injusticia campan a sus anchas y, a menudo, impunemente. En este sentido, bestialidades como las violaciones de niñas y mujeres, las guerras o la pederastia en instituciones, que deberían ser bastiones de moralidad, y tantas otras manifestaciones de crueldad humana son golpes a la conciencia colectiva. Nos recuerdan que la maldad no es un concepto abstracto, sino una presencia tangible, que tenemos cerca, destruye vidas y corrompe lo que debería ser intocable.

Según los estándares occidentales, ser buena persona implica tolerancia y comprensión, pero ¿cómo podemos tolerar lo intolerable? ¿Cómo podemos ser comprensivos frente a actos que van en contra de la humanidad? Aquí es donde radica el choque entre la idealidad de la bondad y la realidad. Porque los sentimientos negativos, como la rabia, la cólera o el odio, que esas atrocidades generan, son una reacción natural y humana. Son la señal de nuestro sentido de justicia, de lo correcto. En lugar de reprimirlos o dejar que nos consuman, estos sentimientos deben canalizarse hacia la acción. La indignación y el dolor que siento, y que sentimos, al ser testigos de la violencia del patriarcado, pueden ser poderosas fuerzas para el cambio. Nos impulsan a no quedarnos calladas y a no ser simples observadoras, sino a luchar por un mundo que se acerque al ideal que aspiramos. Y éste constituye, sin duda, el trasfondo propulsor de La Independent, su razón de ser.

De modo que ser buena gente –quiero insistir– no significa ser indiferente o indulgente con la crueldad; por el contrario, significa tener el valor de confrontarla con firmeza y determinación, y trabajar con todas las fuerzas para extirparla. Aquí es donde la idealidad de la bondad se convierte en una herramienta de resistencia poderosa. Cada pequeño acto, cada esfuerzo para defender la justicia, contribuye a contrarrestar la oscuridad. En este contexto, ser una buena persona es, en última instancia, un compromiso continuo con la acción, una decisión diaria de luchar por lo correcto. No es sólo una aspiración personal (es decir, mía), sino una manifestación de resistencia en una sociedad a menudo carente de humanidad. Es en este compromiso inquebrantable con la justicia y la dignidad donde yo encuentro el verdadero poder de la idealidad de la bondad. Acepto desafíos, porque esto me permite no sólo vivir de acuerdo con mis principios, sino también contribuir a construir un mundo mejor.

Así pues, en un contexto de crueldad, ser buena gente es sobre todo una cuestión de coraje. Significa tener la capacidad de transformar la indignación en un impulso para hacer el bien, y nunca dejar que la realidad de la maldad devore nuestros sentimientos positivos e ideales. Me parece que el motor de la vida es, y ha de ser, el amor i el bien.

Durante un viaje en coche este verano, sintonicé un programa de radio que abordaba un tema escalofriante: los persistentes escándalos de pederastia dentro de la Iglesia. Éste es sólo uno de los muchos ejemplos de cómo las instituciones, que deben proteger y guiar a las personas, a menudo se convierten en refugios para los perpetradores, que mantienen a lo largo del tiempo ciclos de violencia y silencio. O el espeluznante caso de Dominique Pélicot, el monstruo que drogaba a su mujer para que la violaran otros hombres en Francia y que, además, guardaba fotos de su hija desnuda.

Asimismo, la noticia de una joven médica que ha sido brutalmente violada y asesinada en Delhi en 2024 me impactó profundamente. Este acto infame e imperdonable ha provocado nuevamente protestas masivas en Delhi y otras ciudades de la India, donde la violencia de género parece ser una epidemia sin control: más de treinta mil casos de violaciones reportados en el primer semestre del año 2024.

Se estima que alrededor del 35% de las mujeres de todo el mundo han experimentado alguna forma de violencia física o sexual, generalmente por parte de una pareja íntima, pero también de otra persona que no es su pareja, en algún momento de su vida (OMS, 2021). Las violaciones a menudo se esconden a causa de factores como el estigma social, la culpa o el miedo a represalias. Si no, los datos reales podrían ser significativamente mucho más altos que las cifras recontadas. Ciertamente, es necesario un compromiso mundial sostenido de los gobiernos y la sociedad civil para proteger los derechos de las mujeres y asegurar que puedan vivir sin miedo.

Otro ejemplo es México, donde se contaron aproximadamente mil feminicidios en 2021; y los estados con las tasas más altas son el estado de México, Jalisco y Veracruz. En ese país, la impunidad es un problema grave y la falta de investigaciones adecuadas, una queja constante de las familias de las víctimas. En Argentina, según el Observatorio de Femicidios de Argentina, en 2021 se reportaron 231 crímenes. Esto significa que, en promedio, una mujer es asesinada cada 38 horas en ese país. Por otra parte, Brasil también se encara con altos índices de feminicidios, con más de 1.350 mujeres asesinadas en 2020 por razón de género. El país ha implementado la Ley Maria da Penha, una de las más avanzadas en términos de protección de las mujeres, pero la violencia continua como si nada.

La violencia de género en España sigue siendo una grave preocupación. Según datos preliminares, en el primer semestre de este año 2024 se han registrado cerca de 1.500 casos de agresiones sexuales. En cuanto a los asesinatos de mujeres, los feminicidios son una tragedia en todos los niveles y, hasta agosto de 2024, se contabilizaron más de 55 crímenes. La violencia vicaria, definida como la violencia ejercida sobre los hijos o personas cercanas a la víctima con el objetivo de causarle daño emocional, sigue siendo una forma devastadora de agresión utilizada por los agresores.

¿Qué hacer ante estas atrocidades? ¿Cómo amplificar las voces de las víctimas y denunciar con eficacia las estructuras patriarcales?

Uno de los roles más importantes de los medios de comunicación es hacer visible todo lo que muchos preferirían ocultar. En este sentido, La Independent ha tenido siempre como bandera el compromiso de sacar a relucir las historias de mujeres que han sido violadas, asesinadas, silenciadas, marginadas o invisibilizadas por las narrativas dominantes. Así, entiende que es fundamental que las voces de las víctimas sean escuchadas y que sus historias se cuenten con respeto y empatía.

En un mundo globalizado, la violencia contra las mujeres no reconoce fronteras. Nuestras páginas ―las de La Independent― reflejan (y seguirán haciéndolo) la diversidad de experiencias de las mujeres en todo el mundo y reconocen las diferentes formas en que la violencia y la opresión se manifiestan en contextos diferentes. Las luchas en India, América Latina o Europa están conectadas por un mismo hilo de resistencia frente al invento perverso del patriarcado.

No podemos ignorar que el recorrido es muy duro y que está lleno de obstáculos y castigos. Sin embargo, el compromiso con la justicia por razón de género es absoluto y cada historia que contamos, cada injusticia que denunciamos y cada voz que amplificamos es un avance en esta acometida. Sabemos que cada paso que damos adelante, por pequeño que sea, es una victoria en sí misma.

El verano ha terminado y nosotros, La Independent, retomamos el trabajo para un futuro equitativo y sin violencia. Como decimos, no es una tarea fácil, todo lo contrario, pero es nuestro grano de arena, necesario e insoslayable.

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Maria Àngels Viladot

Doctora en psicologia i escriptora.
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