OPINIÓN
Como cada año a mediados de septiembre, vuelvo a estas líneas a intentar aportar mi granito de arena al feminismo actual
Aportando mis reflexiones y mis artículos sobre este maravilloso movimiento que, en algunos momentos, ha sido mi puente de salvación y un puerto donde refugiarme de mis propias tormentas personales.
Este año sufrimos, aparte de la pandemia mundial por el COVID-19 otra igual de importante, al menos para mí, y que pretende ni más ni menos, que el borrado de las mujeres del espacio público.
Siempre he dicho que el patriarcado se reinventa y se camufla para mantener el orden de privilegios que les otorga a los hombres dicho sistema jerárquico de dominación-opresión. Pues bien, en estos momentos existe una gran ofensiva patriarcal a la que el movimiento feminista va a tener que seguir haciendo frente.
Hay grandes frentes abiertos. A saber, mejor dicho, a recordar:
La abolición de la prostitución y de la pornografía como formas de violencias extremas contra las mujeres y las niñas. Y por tanto de la trata de personas con fines de explotación sexual
La prohibición expresa de la explotación reproductiva de las mujeres en forma de vientres de alquiler.
La actividad permanente en la denuncia del borrado de las mujeres que algunos partidos posmodernos y de la pseudo izquierda quieren legalizar al menos en el Estado Español.
La mejora en la lucha contra las violencias machistas que, como acabamos de ver en la macroencuesta sobre el tema, constatamos que son unas violencias que no solo no cesan, sino que aumentan. Es necesaria y urgente una reforma de la actual legislación en esa materia, para reforzar la prevención, la educación afectivo sexual en las aulas y la coeducación como sistema que refuerza relaciones humanas simétricas y horizontales además de, por supuesto, no jerarquizadas entre las mujeres y los hombres.
La mejora en la investigación sobre la salud específica de las mujeres más allá de los períodos específicos del embarazo y la lactancia. Y también y por supuesto, adecuar la investigación farmacológica a las características específicas de los cuerpos de las mujeres y sus propias fisiologías y metabolismos específicos.
Mantener la denuncia sobre la hipersexualización de las niñas desde su más tierna infancia, con fines comerciales o de otra índole, como el soporte a la pedofilia o a los abusos de estas niñas.
Por supuesto mantener una actitud absolutamente beligerante con la mutilación genital femenina, no solo en el Estado Español, sino en todo el mundo y combatirla con información, sensibilización y formación en origen.
No podemos dejar de mantener las luchas contra las segregaciones laborales horizontales y verticales que sufrimos las mujeres. Así como las brechas salariales e incluso digitales que nos afectan por ser mujeres. Hemos de combatirlas con uñas y dientes cada día.
Seguro que se me “olvidan” ahora y aquí muchos temas. Convencida estoy de ello. Temas como los problemas de las mujeres inmigrantes, las refugiadas, las que tienen diversidad funcional o intelectual, las mujeres negras o las indígenas, y así un largo etc. Pero todas, absolutamente todas, tenemos algo en común: la opresión patriarcal.
Una opresión que, en mayor o menos grado, nos intenta someter incluso antes de nuestro nacimiento y de diferentes maneras. Así como a lo largo de nuestras vidas, imponiéndonos cómo hemos de ser y qué se espera de nosotras, y de lo contrario seremos tachadas (y en mi caso a mucha honra) de feministas radicales. Y digo que en mi caso a mucha honra porque la expresión “radical” viene de “raíz” y por eso sigo luchando cada día, para erradicar las desigualdades de sexo y de clase, cada día. Por eso me siento orgullosa de ser una feminista radical.
Como vemos en este resumen del arranque de curso, las feministas radicales, tenemos trabajo por delante. Pero somos muchas, cada día más, las que hemos descubierto en el feminismo y en la lucha de clases un compromiso vital con la justicia social y con la solidaridad y la sororidad.
Por eso, y después de un descanso, vuelvo a escribir para poder aportar, de esta manera también, mi granito de arena al activismo feminista y social. Ya no sé vivir sin las gafas violetas y rojas. Es el precio que hay que pagar por seguir creyendo que las ahora utopías, mañana serán realidades.
Bienvenidas a todas las personas que se acerquen, de nuevo o por primera vez a estas letras. ¿Nos seguimos encontrando en estas luchas permanentes?