Escrito por Nilton Torres, texto y fotos.
Este es el primero de una pequeña serie de artículos sobre migradas emprendedoras
Rosa Mamani es propietaria y gerente de una empresa y nos explica su experiencia
A Rosa Mamani le han dicho muchas veces: “No se puede”. Se lo dijeron hace once años cuando, con cinco hijos pequeños, decidió dejar su natal Arequipa -ciudad del sur del Perú- para venir a España. También le dijeron “No se puede” cuando se trazó la meta de tener su propio negocio. Pero en vez de desalentarla, aquella expresión ha funcionado como una catapulta, como un botón interno que presionan dentro de ella, y entonces todo es un desafío.
Mamani, de 46 años, es hoy la propietaria y gerente general de AQP Services, empresa con sede en Sant Andreu de Llavaneres (Barcelona) que ofrece servicios de limpieza y reformas, y que cuenta con una base de datos de trabajadores del ámbito de la carpintería, jardinería, enfermería, auxiliar de geriatría y camareros.
Conseguir hacer sus sueños realidad no ha sido fácil, sobre todo en tiempos en los que la crisis económica golpea, y más si se trata de una inmigrante. Aún así esta mujer ha sabido salir adelante con iniciativa, capeando el temporal económico que agobia al país. “Mucha gente me han dicho: que valiente eres que, no cierras tu negocio. Yo creo que lo más fácil es cerrar. Hay que seguir trabajando porque la situación va a mejorar”, dice.
De Arequipa a Barcelona
Mamani llegó a Barcelona en 1999. Su marido había dejado el Perú años antes, afincándose primero en Italia para luego dar el salto a Cataluña. Su llegada fue una sorpresa para su pareja ya que cuando le manifestó su deseo de reunirse con él, éste le repitió aquello de “no se puede”, que era “muy difícil para una mujer”.
Cuando Llegó a Barcelona la primera impresión que tuvo fue que estaba en un lugar de oportunidades. “Aquí puedo hacer un mundo”, se dijo a sí misma. Después de encontrar un piso en L’Hospitalet lo siguiente fue buscar un empleo. “Hice de todo: cuidé ancianos y niños, también limpié casas. Luego conseguí un empleo en una empresa que enviaba personal para limpiar oficinas”. Mamani destacó por su dedicación y sus supervisores recibían elogios por su trabajo.
Mamani dice que en los descansos revisaba diarios y revistas de negocios. Quería saber qué leían, en qué pensaban los empresarios. “Mis compañeras se reían: “mírenla, con su uniforme de limpieza y leyendo cosas de negocios”, me decían”, recuerda.
Por su empeñó fue nombrada jefe de grupo y ya nadie le quitaba de la cabeza que algún día tendría su propia empresa de limpieza. “Conversaba con mis jefes y les preguntaba cómo era llevar ese tipo de negocio. Yo hubiese pagado por aprender lo que sabían y me lo estaban enseñando gratis”, dice.
Mamani comenzó a hacer trabajos por su cuenta y cuando le salía una faena que requería mucha gente, contrataba a sus compañeros de trabajo. Cuando la convocaron para hacer la reforma de un restaurante en Sant Andreu de Llavaneres, no imaginó que ese encargo le cambiaría la vida. La persona que la contrató quedó tan impactada con la labor de Mamani y su equipo, que le propuso convertirse en su socia para montar una lavandería. Tal negocio no prosperó por la crisis, pero providencialmente el local que estaba destinado a ser lavandería se convirtió en lo que es hoy su empresa.
Mujer de negocios
Hace cuatro años Rosa Mamani dejo su piso de L’Hospitalet y se mudó a Sant Andreu de Llavaneres con su marido y sus hijos. Después de más de una década afincada en Cataluña afirma sentirse catalana y ahora recuerda con una sonrisa que sus vecinos se pasaban por su local no para solicitar un servicio, sino para indagar quién era aquella “extranjera”.
“La gente me miraba con recelo. Poco a poco la cosa cambió y ahora cuando vienen a hacer un contrato sólo quieren hablar conmigo”, dice. Lo que sí le está costando a esta emprendedora es desterrar los estereotipos que rodean a la mujer que intenta hacerse un espacio en el mundo de los negocios. “Cuando vas a los bancos a solicitar un crédito parece que no confiarán en ti porque eres mujer y además extranjera. Y los empresarios son amables, pero no siempre te tratan como una igual. Para nosotras es aún más complicado ya que no sólo somos empresarias, también madres y esposas”, dice.
En tiempos en que la palabra “crisis” puede amedrentar a muchos Rosa Mamani dice que el secreto para seguir adelante está en “diversificarse”, por eso cuando el año pasado la situación económica se puso más peliaguda, amplió el negocio añadiendo el servicio de envío de dinero e instaló un locutorio. “Yo pienso que la crisis es una oportunidad, un momento en el que hay que renovarse. ¿He tenido miedo?, por supuesto que sí, pero no hay que dejar que ese miedo te paralice. Hay que seguir adelante, pensado en las soluciones antes que en los problemas”, dice Mamani, a quien ya muy pocos se atreven a decirle aquello de: “no se puede”.