Catalana de origen bengalí, Sanja Rahim, nació en el Raval. Politóloga especializada en Migración, trabaja como técnica de acogida de la Fundación Migra Studium.
¿Cómo surge la Fundación y qué objetivos tiene?
El año 2003 en Cataluña, a raíz de una de las entradas más numerosas de personas migradas y, ante las necesidades que surgen, la Compañía de Jesús decidió que su comunidad situada en el Gótico iniciara una entidad social, la Fundación Migra Studium.
La Fundación tiene un doble objetivo. Por un lado trabaja a favor de la dignidad y los derechos de las personas migradas. Y por otro lado, trabaja para sensibilizar a nuestra sociedad sobre la existencia de la diversidad cultural y religiosa.
Las raíces de la Fundación son cristianas, ¿cómo se interactúa con otras religiones?
La convivencia con las otras religiones se fundamenta en el respeto, la tolerancia, el reconocimiento y el diálogo. Somos una entidad que tiene raíces cristianas, y es cierto que a nivel de calendario seguimos las celebraciones marcadas. No obstante, tenemos espacios de encuentro con otras religiones donde celebramos las festividades importantes. Por ejemplo, con el Grupo Interreligioso del Raval donde participamos activamente, se promueven diferentes celebraciones de otras religiones a lo largo del año.
Por otro lado, también interactuamos mediante nuestra propuesta educativa. El espacio Interreligioso fomenta el acercamiento a la diversidad y trabaja para que las relaciones basadas en la interculturalidad sean una realidad en nuestro entorno. El proyecto, sobre todo, hace énfasis en el hecho religioso y la diversidad cultural de creencias que conviven en nuestra ciudad.
¿Qué trabajo realizas en esta Fundación?
Soy técnica de acogida y acompañamiento, en mi día a día, además de gestionar actividades, acompaño a personas en situación irregular en el proceso y momento vital en el que están. Intentando ser un punto de escucha activa para dar una respuesta concreta. Algunas de estas respuestas implican una intervención, coordinación y derivación con otros entes públicos y privados.
Intentamos velar y ser facilitadores para que el proceso migratorio de la persona sea lo más amable posible.
¿Qué dificultades añadidas os encontráis en este nuevo contexto marcado por la pandemia?
Las personas que atendemos en la Fundación mayoritariamente están en situación irregular, y hasta que puedan regularizar su situación son invisibles puesto que el proceso de arraigo social obliga a demostrar (entre otros requisitos), 3 años de empadronamiento continuo en el territorio español antes de empezar el trámite y obtener un permiso de residencia o trabajo.
Durante este tiempo las personas tienen que vivir en la economía sumergida puesto que no pueden tener un contrato laboral. Con la pandemia, muchas han perdido sus trabajos y por tanto, su situación socioeconómica ha empeorado.
También nos encontramos que las personas tienen dificultades para acceder a la administración pública. La digitalización de muchos trámites supone un obstáculo para las personas recién llegadas, puesto que no son conocedoras de la lengua y del funcionamiento.
Catalana de origen bengalí ¿cómo ve el país en cuanto al racismo? ¿Es un mito aquello que siempre nos hemos repetido de que somos un pueblo de acogida? ¿En qué tendríamos que mejorar?
Creo que todavía nos queda un largo camino por recorrer. Es necesario sensibilizar a la población que no existe un “ellos versus nosotros”. Por eso, hay que promover y visibilizar la diversidad existente, dar más voces y más oportunidades a las personas de origen diverso.
También hay que romper con el imaginario y los estereotipos que comporta la palabra “migrante”, y recordar que ser migrante es temporal. A menudo relacionamos la palabra migrante con aquella persona que nos puede quitar el trabajo, quien tiene que hacer los trabajos precarios, etc.
¿Nos encontramos con un aumento de discursos xenófobos y racistas? ¿Qué hay que hacer para combatirlos?
En los últimos tiempos estamos siendo testigos como partidos políticos alimentan el discurso de odio en espacios públicos y que calan en la población.
La intolerancia nos lleva la ignorancia. Para empezar a combatir el racismo hay que empezar por deconstruirse y educarse una misma. Ser conscientes del privilegio propio y preguntarnos si de forma inconsciente participamos con actitudes, prejuicios o promovemos discursos de odio en nuestras redes. Tenemos que generar conciencia, amplificando las voces de aquellas personas que sufren discriminación y racismo directamente.
A nivel institucional también hacen falta políticas más inclusivas abriendo la puerta a la participación como, por ejemplo, que las personas de origen diverso puedan ejercer el derecho al voto o presentarse a la función pública.
También es necesario derogar una ley de extranjería que fomenta el racismo sistémico e institucional, así como cerrar los Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) entre otras muchas cosas.
