sábado 27 abril 2024

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Gestación o vientres de alquiler.

 

OPNIÓN. Derechos humanos de las mujeres.

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Estas últimas semanas se ha generado un interesante y polémico debate sobre el enunciado de este artículo entre partidos políticos y naturalmente entre la sociedad civil. Por ello, vale la pena recuperar una síntesis de la mesa redonda que tuvo lugar en el ICAB y que organizada por la comisión “Igualtat de Drets de Nous Models de Família” y que tengo el honor de presidir.

 

 

Las invitadas fueron dos ponentes de gran categoría, las catedráticas eméritas de Filosofía, Moral y Ética Dª Victoria Camps y Dª Francesca Puigpelat, que no defraudaron, ya que sus exposiciones fueron soberbias: claras y concisas. La dra. Francesca abordó la posición a favor, mientras que la dra.Victoria defendió la tesis contraria. El debate fue muy rico e interesante, con una sala llena de personas interesantes y conocedoras de las distintas regilaciones internacionales. 

 

Las posturas enfrentadas se resumirían en lo siguiente: La dra. Puigpelat comenzó con un resumen del inicio de tal práctica, concretamente en el año 1.980, en EUA, con el nacimiento de Baby M (primer parto subrogado) y su posterior desarrollo de la industria biotecnológica y el campo de las técnicas que ha traqueteado la normativa internacional.

 

Se refirió a la práctica mercantil legalizada y reconocida en el Estado Federal de California, en la India, Ucrania o México. También en el Reino Unido, Brasil o Canadá, donde las subogaciones no mercantiles son legales (es decir, que se puede contratar un vientre de alquiler siempre que no haya pago, ha de tratarse de una amiga, hermana… ). Y por último se refierio a países en que está prohibida la gestación subrogada (como en España ó Alemania, en donde está castigado con penas diversas)

 

Detalló las posturas filosóficas que defienden esa práctica: El utilitarismo, que tiene en cuenta daños y beneficios. Los daños para la mujer gestante serían posibles problemas en el parto, daño psíquico al entregar el bebé, no recibir compensación económica, mientras que para los que ella denomina concomitentes (quienes contratan a la mujer) serían que se niegue a entregar el hijo una vez nacido, un posible aborto o el nacimiento de un bebé/bebés con problemas de salud (por ejemplo, si la embarazada no se cuida: fuma, bebe, no se alimenta bien, no descansa lo necesario). Los beneficios para la gestante serían: La satisfacción de ayudar a ser padres y recibir una cifra de dinero por el servicio, mientras que para los concomitentes sería un plus de felicidad al satisfacer su deseo de ser padres de un hijo biológico. Y para los niños nacidos : ser especialmente deseados y cuidados en un entorno que los acoge (los padres y el resto de la familia extensa).

 

Hablando de la ética de los principios explicó que se atiende a la libertad de las personas, es decir, que debe garantizarse que la gestante debe elegir de forma libre, no coaccionada, respetándose la libertad individual, a pesar de reconocer que sólo las personas ricas pueden acceder, por lo que podría decirse que el contrato es injusto. Las mujeres que accedan a hacerlo quieren ayudar a ser padres a los que no pueden serlo de otra forma.

 

El sector del feminismo liberal defiende que es una actitud paternalista y que coarta la libertad de las mujeres, que las trata como no racionales si se les imposibilita esa elección. Que se les permite participar en el mercado a través de la gestación. Que lo que se ha hecho gratis toda la vida adquiere un valor de mercado. Que las que decidan hacerlo no son manipuladas por los hombres sino que ellas tienen una visión distinta de las relaciones de procreación. Que se trata de una “empresa colaborativa” no tradicional, controlada por las mujeres, en lugar de por los hombres. Aclaró que hay que poner limitaciones y condiciones que faciliten la vida de las mujeres que se presten a ello de forma voluntaria y a través de una compensación que puede solucionarles en parte la vida (aclarar que ellas cobran un 20% del total del precio que se paga).

 

La Dra. Camps desarrolló los principios en contra, así como las consecuencias y la utilidad. Afirmó que querer ser padres es un deseo, no un derecho. Que hay que poner límites a la técnica, que el deseo de tener un hijo puede satisfacerse adoptando. Que admitir determinadas formas de libertad puede ser una perversión: “es abrir pendientes que no sabemos donde nos llevará”, como defiende la filosofía. Que a la moral y a la ética le es difícil aceptar contratar el cuerpo de una mujer para beneficiar a otra u otro. Que quien se presta a que utilicen su cuerpo para procrear, pierde su libertad cuando por contrato debe entregar al bebé. Que el valor de la libertad está en el punto de partida, no después. Que la libertad debe tener límites. Explicó que hay un movimiento internacional que está difundiendo un manifiesto llamada “Ellos escogen, ellas no eligen” a través de la campaña “Stop subrogation now”, promovido por constitucionalistas, filósofas/os, sociólogas/os, personas del mundo de la cultura y muchos grupos feministas, que han puesto su campaña en una web: www. nosomosvasijas.eu y twuiter @nosomosvasijas. Que el manifiesto recoge una serie de puntos que defienden la dignidad y la no explotación ni mercantilización del cuerpo de las mujeres, pone de manifiesto la falacia del altruismo de unas pocas, que no evita la mercantilización y el tráfico , comprando embarazos a la carta. Que la maternidad subrogada incrementa la comercial y que no acepta la lógica neoliberal que quiere introducir en el mercado los vientres de alquiler, que existe gracias a la desigualdad estructural de las mujeres para convertir esa práctica en un negocio, mostrándose en contra de la utilización de eufemismos para dulcificar o idealizar un negocio de compraventa de bebés. También que la subrogación de los vientres es un ejemplo de violencia obstétrica extrema y que hay que rechazar la idea de que las mujeres sean utilizadas como “contenedores” y sus capacidades reproductivas sean compradas.

 

Que para esa práctica no se emplea una relación afectiva sino una práctica comercial. En el Reino Unido quien es contratada tiene un lazo afectivo con los contratantes: La mujer recibe una compensación muy pequeña y no es un contrato mercantil, sino altruista. Defendió que no se puede equiparar este mal llamado “servicio” a otro cualquiera, ya que el cambio es cualitativo. Explicó que en no pocos embarazos por encargo hay contratantes que las dejan en la estacada: por ejemplo, si el bebé/bebés nace con enfermedades como el síndrome de down, que se arrepienten porque se separan o porque uno de los dos de la pareja fallece.

 

Ella mantiene que si en nuestro país se hace regulación para la práctica de la gestación subrogada, nos equivocaríamos. Explicó que los principios abstractos son muy discutibles. Defendió que habiendo tantos niños abandonados en el mundo, necesitados de entrar en una vida familiar, no es el utilitarismo la forma a la que más gente se beneficia y en definitiva, que el dinero no debe poder comprarlo todo.

 

Yo, al participar en el debate, expliqué que en países como la India hay granjas de mujeres, que contratan su vientre. Son mujeres muy pobres. Los que pagan entregan de 90 a 120.000 €, mientras que las mujeres cobran de 3 a 7.000 €. En Ucrania o Rusia se puede tener un bebé subrogado por 35 a 50.000 € y las gestantes reciben 7 ó 10.000. Por su parte en California las mujeres reciben entre 20 a 30.000 €, mientras que quien encarga el bebé paga de 100 a 125.000, aunque puede variar aumentando el coste en un 70%. Es decir, la realidad es que tras palabras eufemísticas se esconde un negocio inmenso en el que quienes más ganan no son las mujeres que ponen su vientre y en ocasiones exponen su vida o su salud. Se trata de una actividad asociada al sector del lujo: unas personas disponen de dinero y otras disponen solo de su cuerpo. En definitiva los efectos humanos de la gestación subrogada, es que la gran disparidad normativa internacional favorece la existencia de un mercado de encargo y no hay una frontera nítida entre la subrogación y el tráfico de personas, que comporta la compraventa de criaturas.

 

Leí el final de un interesante artículo recientemente publicado, del profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Córdoba, el Dr. Octavio Salazar, investigador especializado en igualdad de género y nuevas masculinidades, que habla de “cosificación, ley del mercado, desigual reparto de bienes, forma moderna de contrato sexual, cosificación y uso , así como que hay que plantearse la diferencia entre un negocio de ese tipo y la compraventa de niñas y niños. Que la gestación por sustitución es avalada por partidos con políticas económicas neoliberales y determinados lobbies de hombres homosexuales con recursos que han convertido ésta en una de sus batallas principales”. Y acaba diciendo: “Mucho me temo que si se efectuara una regulación tan garantista como la que plateo, reduciría esta práctica a algo meramente anecdótico, salvo que de repente veamos surgir en nuestro país una avalancha de mujeres radicalmente generosas, dispuestas a entregar el fruto de su fertilidad a terceros. El problema, sin embargo, seguiría estando presente en un mundo donde la gestación subrogada puede convertirse en una manera más de prorrogar las servidumbres femeninas y en el que el mercado se alía con el patriarcado para insistir en la función de las mujeres como reproductoras de la especie. Difícilmente desde una óptica feminista, que necesariamente ha de ser transnacional, puede justificarse una práctica que incide en la instrumentalización de las mujeres y de su cuerpo…”

 

Y dejé claro que mi postura personal contra los vientres de alquiler no representa a la totalidad de la Comissiò que presido.

 

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