Najat Vallaud – Belkacem (foto wikipedia)
Defendida por la Ministra de Derechos Humanos, Najat Vallaud-Belkacem, franco-marroquí, como un paso adelante contra las redes mafiosas que trafican con el cuerpo de mujeres, ha sido aprobada el miércoles por el Parlamento francés una ley que está dando mucho por discutir. En vez que penalizar las prostitutas, (como estableció en 2003 Nicolás Sarkozy) multa a sus clientes, y los obliga, como medida complementaria o sustitutoria de la multa, a participar en uno stage de sensibilización sobre los problemas que crea la prostitución.
A la vez, y esta es la medida más importante, la ley instituye un fondo de aproximadamente 20 millones de euro al año, que deberá ser alimentado por las multas, para apoyar las prostitutas que quieren salir de la calle.
Las inmigrantes no serán obligadas a denunciar sus explotadores, y tendrán un permiso de estadía de 6 meses para buscar trabajo e insertarse en la sociedad francesa. Antes que en Francia, la prostitución ha sido abolida en Suecia, Noruega, Islandia y Slovaquia.
Unas organizaciones de prostitutas han protestado por no haber sido consultadas, mientras hace unas semanas salió el “Manifiesto de los 343 cabrones”, intelectuales que no querían que el Estado entrara a tocar “sus putas”. Entre ellos un abogado de Dominique Strauss Khan, y la escritora Elizabeth Badinter, filosofa e historiadora, que define la maternidad como una nueva esclavitud.
Según la activista nigeriana Eshoe Aghatise, del CATW (Coalition Against Traffiking in Women) deberíamos preguntarnos cuan arraigada está en nuestra sociedad la visión de la feminidad repartida en tres: la (santa) madre, foco de amor incondicional; la esposa, para el hogar, los hijos, la misa dominical, (o la fiesta del pueblo); la “puta”, para instintos básicos y fantasías sin fronteras. Las leyes siempre se quedarán cortas si no hay una reflexión más amplia sobre los roles y comportamientos sexuales que consideramos “normales”.