Hace ya bastante tiempo que decidí dejar de asistir a los macroeventos festivaleros de Barcelona por diversos motivos. La verdad es que me sentí excluída por no ser joven, por no estar en la onda, y porque las horas de sueño ya no son lo reparadoras que eran antes, fuesen 2 o 9.
El haberme trasladado al Garraf desde Barcelona, haber sido madre viejuna, el prescindir de coche y utilizar un deficiente transporte público diurno i casi inexistente durante la noche, incluidos los fines de semana, (que si coges el autobús nocturno a Vilanova tardas alrededor de 2,5 horas en arribar, si es que logras subir), fueron razones bastante potentes como para ir dejando mis ganas de nutrirme de estos macroeventos culturales. En vez de esto, opté por asegurarme despertar en condiciones, sin renunciar a mis obligaciones, a través de conciertos puntuales, pero olvidándome del Sonar, Cruïlla, La Mercè o el Primavera Sound que dibujaron los veranos de mis tiernas décadas pasadas.
Pero poco a poco te das cuenta que la vida personal, el ocio y la cultura se pueden recuperar, y a golpe de bicicleta o de coche compartido y, incluso, de tren o autobús, puedes volver a disfrutar de este formato al cual ya nos hemos acostumbrado: los festivales, sus múltiples escenarios y food trucks.
Y los festivales fuera de Barcelona, sorprenden: ya sea por los precios (muchos son gratuitos o con precios que te hacen tener ganas de abrazar a quienes los organizan) o por una programación que te soprende y gratamente, no por la cantidad de estrellas que hoy brillan, sino por las que ya lo han hecho o lo harán. Ejemplo. Justamente ayer 6 de julio comenzaba uno de los festivales más entrañables: el Festival Internacional de Música Popular i Tradicional (FIMPT), un festival gratuito, el más veterano de toda la península y uno de los más antiguos a nivel europeo, que dedica su programación a dar a conocer y rescatar musica tradicional de todo el mundo, pero sobretodo catalana, gracias a una estrecha colaboración entre la sociedad vilanovina y la administración local, que va en su cuadragésimo segunda edición con una espectacular Lila Downs como cabeza de cartel y con diversos escenarios, el central: la Plaça del Port y otros espacios públicos de Vilanova i la Geltrú.
En exactamente 2 semanas comienza otro festival icónico por la implicación de una entidad específica de esta ciudad: El Tingladu, de Can Pistraus, que han decidido desde hace un par de ediciones cambiar el formato gratuito (financiado por la participación demás de 200 personas voluntarias y venta de barras) al de un abono de 18 € por los tres dias de festival (8€ la entrada por día), que se realizará en el Parc de la Torre d’Enveja. En esta 15a edición contará con Mishima, Dr. Calypso, Tremenda Jauría, Albert Pla, Huntza y Stay Homas (entre otras) que se encontraran con el festival que más expectativas genera en el público joven-adulto de la zona.
De caracteristicas similares es El Monocicle, Festival que se realiza en Ribes y que se ha ido adaptando a los tiempos. El 2010 fue la primera edición, una idea del diseñador grafico y músico Gerard Gomez, que contó con la colaboración del Bar de Els Xulius para organizar conciertos íntimos de nuevas voces catalanas.
“Le llamamos el Mono-Cicle por ser un ciclo de conciertos de Cantautoras/es”. 5 ediciones, tres organizadores y surge la primera convocatoria de concurso de Canción de autor/ autora con el “Festivalet del Monocicle” una jornada llena de conciertos y actividades familiares con la final del concurso de cantautoras y cantautores como eje principal.
En la edición del 2019 se convoca el concurso de videoclips “Monoclip” . En ediciones posteriores se incorporan las mujeres: Esther, Laura, Vane, Alejandra, Júlia, Sabrina, Mar y Cris, convirtiendo el festivalet en un señor mayor al que le comenzaban a decir “Festival”, cargado de conciertos y actividades y responsabilidades que comporta.
Regalando horas por la música y la cultura.
El voluntariado es lo que posibilita que estos formatos de festivales funcionen y bien. Y las mujeres son imprescindibles en saberes y mano de obra, aunque las menos visibles en cargos directivos, por un asunto de agendas familiares, cargas profesionales y por esa rara creencia de que estar en la retaguardia es el lugar ideal de las colaboradoras.
Recursos privados (empresas y comercio local), recursos propios, obtenidos a través de abonos, entradas del dia y servicio de barra; financiamiento público usualmente de las administraciones locales, de la Diputació de Barcelona (en el caso de El Monocicle) que a través de una subvención que considera el presupuesto global, la cualidad artística, paridad de género, respeto por el medioambiente, difusión, promoción de nuevas voces de la cultura catalana, etc., se genera una base que da un poco de tranquilidad a les organitzacions. De la Generalitat de Catalunya, subvenciones específicas para la contratación de artistas y se valora el caché total, la presencia del català en las canciones, el soporte a artistas residentes en Catalunya y la presencia de voces femeninas.
Pero también colaboran entidades locales.
Hemos visto que en el caso de El Tingladu, es Can Pistraus quien está detrás, dando la cara y poniendo la espalda y las manos. En el caso de El Monocicle, la entidad co-organizadora es “Els Xulius“, presidida per Mireia Gallofré y que supone una aportación económica más el grueso de las infraestructuras y de las personas voluntarias, que libera a la organización de los gastos previos al festival y que, según el nucleo duro de la organización, ayuda a hacerle frentea los constantes retrasos en el cobro de las subvenciones que, en algunos casos, supone asumir deudas que pueden durar meses.
Participación de hombres y de mujeres como artistas y como público. Diferencias entre sexos y similitudes entre festivales
Desde el Monocicle, y con el objetivo de la paridad absoluta, la programación se trabaja para conseguir un mínimo del 60/40, cosa que -señalan- siempre consiguen. En el ámbito de las personas voluntarias, a pesar de que la balanza ese desplaza hacia una mayoría femenina, el porcentaje es del 45/55%, aproximadamente.
En lo que hace referencia al público asistente, y en esto el equipo promotor de El Monocicle coincide con las apreciaciones de El Tingladu y FIMPT (sempre depenent de la franja horària), también extrapolables al VIDA Festival: se observa una media de edad superior a los 40 años, básicamente público local o que viaja específicamente desde cercanías. “La proporción es muy equilibrada entre hombres y mujeres, pese a que los datos exactos no los tenemos”.
Este año ya hemos visto una edición exquisita de El Monocicle en el Castell de Ribes, un escenario formidable. También hemos sobrevivido alegremente a las 3 jornadas de un Vida Festival que se convierte nuevamente en un lugar de acogida y de conocimiento, de enganche con nuevas promesas y con otras que no lo son tanto, pero que valen la pena ser recordadas como música que está muy lejos de pasar sin pena ni gloria.
Comenzamos la nueva edición del FIMPT, nos preparamos para el Nova Reggae (también gratuito y en Vilanova i la Geltrú)y preparamos pedales para la 15a edición de El Tingladu acogiendo a quienes usualmente no podemos acceder a estos eventos porque se nos dice subliminalmente que por edad o cuidados a terceros, nuestros lugares son otros.
Vemos programaciones potentisimas y nutrimos nuestro acervo, conocimiento y gustos con las nuevas apuestas, del catálogo de artistas que tienen toda una trayectoria recorrida (la mayoría son hombres, porque esto de envejecer siendo artista y mujer, se lleva poco y mal) y de nuevas y prometedoras figuras.
Aun siendo diferente al resto de festivales a los que hoy aludimos en este reportaje, el VIDA Es un festival que ha conseguido consolidarse dentro de un público en el cual (he de reconocerlo), yo misma encajo perfectamente, excepto en la capacidad adquisitiva y en el gusto por las camisas floreadas y calcetines a media pantorrilla. Los 4 euros de una simple estrella lager en un vaso reutilizable de 2 €, lo único bueno que provocan es miccionar, y jamás acabar borracha.
Momentos inolvidables del último Vida? Aurora, Dehd, L’Imperatrice, Guilli Milkyway, Franc Moody, Suede, Julieta Venegas, Pongo… Artistas que el domingo a la hora del vermut estaban sonando en la lista de Spotify de casa y que tendrán un espacio chill-out en la memoria de muchas hasta el año que viene, en el cual seguramente nos reencontraremos con un Vida Festival obligatorio en la ruta de festivales de Catalunya y, porqué no, de Europa.
No pude dejar de observar la marca del sesgo de género en los equipos técnicos de sonido, iluminación y filmación. En los equipos de producción, en el staff de los grupos consolidados. Incluso en el voluntariado o en equipos directivos masculinizados (quienes tienen la mano a la hora de programar el cartel y, por lo tanto, de escoger qué tipo de música e intérpretes sentiremos). De cara al público, el sello es de las mujeres.
Cualquier evolución interna o de cartel de festivales de música o de la cultura en general, son reflejos de la sociedad y del rastro de experiencias acumuladas en los equipos impulsores e incluso, de los públicos asistentes, del momento actual de la industria musical, y también de la reflexión en equipo y de la innegable necesidad de ser reconocidas como iguales en el arduo rescate y resguardo de la cultura.
Sobre los preparativos de la 10a edición del Monocicle 2024. Perspectivas políticas y la situación de la cultura catalana.
“La décima edición del festival la encaramos con la ilusión y satisfacción de la trayectoria y la consolidación del proyecto. Será un momento especial para todas y todos, pero manteniendo como siempre los pies en la tierra y sin alejarnos de nuestros objetivos”. A pesar de la preocupación política en el ámbito personal de cada miembro del equipo, sumada a la involución en el ámbito político de la sociedad, el festival no tiembla: ha superado la pandemia sin ni una anulación. Ha mantenido la música de autora y de autor como un principio fundamental sin caer en las presiones del entorno y que encara mujer oportunidades sin dudar a las nuevas voces. Es un proyecto sólido.
Ya está dicho: mientras quede gente que estima la buena música, la existencia de estos festivales es imprescindible. También fuera de barcelona.
Os dejo de regalo un listado preparado con la música descubierta, algunas artistas que quiero ver en festivales dentro de poco y con mucha alegría, que para llorar o preocuparnos, sólo hay que conocer otras noticias.
