OPINIÓN
Lo dijo el conocido periodista Jordi Évole en un tuido “El mundo al revés. Los que se dejan la piel para salvar a los que mueren en el mar, detenidos”.
Se que la policía italiana ha inmovilizado el barco Open Arms en el puerto de Pozzallo, en Sicilia, mientras la Fiscalía de Catania investiga si se ha cometido un delito de fomento de la migración ilegal. “Todavía es una hipótesis de delito, pero se nos acusa de asociación criminal y de fomentar la inmigración ilegal por desobedecer a los libios, al no entregarlos mujeres y niños”.
“Ellos hacen una labor humanitaria imprescindible”, dice Ada Colau, alcaldesa de Barcelona: “salvan vidas de mujeres, hombres, bebés, gente enferma que huye de la tortura, las violaciones, el hambre y la muerte. Es increíble que, haciendo una tarea tan importante, la Fiscalía italiana tenga secuestrado su barco y acuse tres de los tripulantes de tráfico de personas y asociación criminal “.
Proteger la vida humana en el mar debería ser la prioridad absoluta de cualquier golpe civil o militar, pues así lo estipula el derecho del mar. Impedir el rescate de vidas en peligro en alta mar con el fin de devolverlas – por la fuerza- a un país no seguro -como lo es Libia- es un retorno en caliente, contraviniendo el Estatuto de los Refugiados de las Naciones Unidas.
La periodista Beatriz Mesa nos explicaba hace poco el lucrativo negocio de las mafias libias de tráfico de personas. La guerra despiadada de Libia y la posguerra tras la caída del ex-dictador Muamar Gadafi cambiaron la vida de miles de personas africanas, que encontraron, en la mediterránea, la vía para escaparse de los estómagos vacíos y de la violencia en aguas de este Mare Nostrum. Todos luchan por un refugio en Europa. De la desesperación humana se nutren precisamente las redes mafiosas en Libia que han convertido este país en la principal ruta internacional del tráfico de personas, generando en menos de cinco años, un multimillonario negocio muy florido a los pies de las pajes libias, donde el emigrante paga su último peaje.
Kone, de Camerún, pagó esta frontera más de 2.300 euros a la mafia guineana. Con él viajaban 24 jóvenes de Guinea Conakry, todos captados en origen para luego ser trasladados en forma de mercancía a la organización criminal libia. “Sólo estuve seis días en un barracón. Hay gente que puede quedarse sin ver la luz durante semanas y meses, Lo peor es que he visto alguna persona que murió por disparos de los hombres armados”, declaraba a El Periódico. Al parecer, la víctima era un emigrante que por miedo de morir ahogado decidió no embarcar. Y añade: “las mujeres sufren más porque son violadas por cualquiera, incluso por la misma policía”.
No deberíamos olvidar que no se trata sólo de los derechos humanos de los personas que huyen buscando refugio, lo que realmente está en juego son los derechos de toda la ciudadanía de esta Unión Europea que, en aplicación de sus políticas de levantar fronteras y ahuyentar la migración que viene de países empobrecidos por las guerras de occidente, está cambiando los principios de acogida y solidaridad que hizo grande la vieja Europa.
El pasado sábado fue el Día Internacional contra el racismo y el fascismo. También en Igualada se hizo una concentración para denunciar el racismo institucional manifestado en España en la Ley de extranjería y en Europa en políticas como el acuerdo con Turquía y el levantamiento en todas partes de muros y vallas. Por otra parte, el fascismo crece en Europa. Ahora la extrema derecha empieza a volver a salir del alcantarillado también aquí con un auge preocupante de acciones violentas, por parte de grupos fascistas, que gozan de una impunidad inaceptable, mientras se persiguen cantantes y llevan a la cárcel dirigentes sociales y políticos simplemente por razón de sus ideas.
Fascismo y racismo van de la mano. Ambos criminalizan la gente migrada y refugiada haciéndola responsable de la crisis económica y de los recortes presupuestarios, ambos defienden el autoritarismo y el “primero los de casa” discriminando contra quien vean como diferente.
Como decía al principio, parece que el mundo gire al revés, por eso nos comprometimos una vez más a impedirlo. El manifiesto que se leyó en la concentración de este sábado apelaba “Por los derechos Civiles y Sociales para todos”. Para exigir el cierre de los CIE ‘s, para exigir plenos derechos para todas y todos, y la derogación de la Ley de extranjería. Para reafirmar nuestra lucha contra el racismo, la islamofobia y el antisemitismo que amenazan con romper la convivencia en nuestros barrios, pueblos y ciudades. Para exigir que se acaben los controles policiales basados ??en perfiles étnicos, porque ya basta de discriminar a las personas en función de su origen, color de piel, creencias … El racismo y el fascismo nos amenazan a todas y todos . Tomemos conciencia de este hecho y comprometámonos en erradicarlo de la sociedad.
